sábado, 12 de enero de 2013

ERA UN DÍA DE MARZO





CUANDO ME FUI


Me fui un día de Marzo, a media tarde,
cuando en aquel reloj eran las dos.
Tal vez, huía... ¿Acaso había razón?
¿Qué puede hacer, acaso, un alma tensa,
cohibida, triste, sin rumbo ni ilusión;
perdida en la distancia, en los afectos,
hallada entre los brillos de neón?
Casi nadie me vio. Eran las dos.
Los que latían bajo el mismo cielo,
no pudieron sentir que, con dolor,
otro cielo cambiaba mil reflejos,
grises, pardos  -hostiles-  y el verdor
de las dulces montañas, aún de plata,
en ocre y siena tornaba su color.
Volaba  -mas sin alas-  por la estepa
reseca, dura. Atrás el corazón...
No quisieron los álamos del río;
ni la torre en que estaba aquel reloj;
ni el vecino que vi por la mañana;
ni el amigo que vino a la Estación,
no lo quisieron, no, no lo quisieron...
No quisieron jamás decirme adiós.
Yo lo dije, por todos, sin decirlo
y, sin decirlo, lo supo el corazón.
Aquí estoy. Confieso que he vivido.
Si he de vivir mañana... ¡sabe Dios!
Anoto aquel latido en la memoria
que, a las venas, envía con tesón.
Mas, maldigo el minuto y el segundo
que cuenta y que controla otro reloj.
¿Y qué tengo? Sólo tengo el recuerdo,
la memoria, el dolor y una canción.
Porque el reloj del alma, se detuvo
cuando, al partir, en él eran las dos.



Luis Madrigal





viernes, 11 de enero de 2013

EL CIELO QUE ME SONRÍE




SONRISA DEL CIELO

Cuando yo abrí los ojos, tú ya estabas.
Aún ellos, de tu luz nada sabían,
mas pronto de ti se enamoraron.
Eras azul intenso... Te miraba
y tu inmensa pureza sonreía.
Rara vez se velaba tu sonrisa
y, a media tarde, al disiparse el oro,
de plata otro vestido te envolvía.
Intenso fuego ardía en el horizonte
y, en mi alma, la fe de un nuevo día.
El manto de las noches estivales
-salpicado de luces-  a la tierra,
bajo tu henchido pecho sostenía.
Mis párpados cerraba a tus mil ojos
por ver si alguna estrella florecía.
¿Qué fue de ti, qué fue de aquellas noches,
heridas por el llanto de la brisa,
sazonadas de aroma y de canciones?
¡De la noche de trébol y de hogueras
que, en tu seno, con fuego fecundaba
verano, cada fin de primavera...!
Quisiera verte ya, verte encendido,
verte en la orilla, al paso de aquel Río.
En sus aguas tranquilas, tu sonrisa
y la sonrisa que me sonreía.
¡Cielo azul de León... ya no eres mío!


Luis Madrigal




miércoles, 9 de enero de 2013

MI ÚLTIMO RECUERDO




DE LEÓN, MI CIUDAD NATAL




RAÍCES EN EL RECUERDO Y EN EL LLANTO

Montañas. Crestas de plata, aún sin nieve;
penachos desgarrados por el viento.
Yo os vi, con esos ojos que no olvidan.
Pero, ya antes  -sin ver-  os había oído
en la dulce palabra de la sangre.
Vinisteis como el viento, susurrantes,
en las noches de invierno, junto al fuego,
entre historias de lobos y pastores.
No sois sueños. Seguís velando el mío,
que dormir quiero siempre como niño,
ceñidas a la mano que lo arrulla
e impresas en los ojos de mi alma.
Os veo altivas, al caer la tarde.
Oigo el grito del viento, el son de esquilas.
Huelo a incienso de heno y de manzanas.
Y me veo trepar vuestros regazos,
jadeando entre tomillo y duros riscos,
buscando alguna flor o alguna hierba.
Seguís allí, aunque yo ya no os mire.
Sois mías... Y míos son los árboles
que, a vuestros pies, plantaron los abuelos.
Aún quedan  -con las mías-  sus raíces,
que nutren a la tierra tras la tala
y de ella se alimentan. ¡Quizá viven!

Ella, levantó aquel hogar... Así fue.
Tal vez mañana, al hilo de la aurora,
otra madera se levante y crezca,
junto a aquella. Y enlace sus raíces
con las suyas, para absorber la savia,
aún viva y poderosa... Eso fue ayer.
Hoy, quiero recordar. Cierro los ojos
y veo un cielo azul, sin una nube.
El vuelo majestuoso del águila...
El chorro de cristal que, transparente,
de perlas salpicaba aquella roca.
El oro viejo, en las eras del trigo,
que mil dientes rizaban y pulían.
Aquel camino que va hasta la iglesia
y la torre que alberga la campana:
“Ellos lo hicieron”, dice la inscripción.
Y dice “cuando”... Yo, no había nacido,
pero ahora lo sé, porque lo siento.
¿Qué fue de los candiles que, en la noche,
alumbraron con fe mis ilusiones?
Quisiera estar allí. Y verlo intacto.
¿También el Campo Santo?... Nunca lo vi.
Otros he visto, entre dolor y llanto...
Que si la luz es madre del recuerdo,
donde está el llanto está siempre el corazón.

Al pueblo de Aviados,
dormido en la Montaña de León



Luis Madrigal






martes, 8 de enero de 2013

INTERMEZZO EN ENERO



LLANTO DE INVIERNO
EN PLENO ESTÍO


Sumergido en tu Río,
sueño del alma,
con el sol en lo alto
yo te soñaba.
Rayo de luna
que, a mi alma dormida,
tanto alumbraba...

No quisiste ni pude
beber del agua,
de la de ondas azules
que allá corría.
Rosa de Enero,
duérmete, que tu sueño
yo siempre velo.

Entre miedo y angustia,
aun ya en estío,
el dolor del Invierno
aún no se ha ido...
No llores nunca
que entre el sol y la luna
tu llanto es mío.

             
                            Luis Madrigal





domingo, 6 de enero de 2013

YO TAMBIÉN...


SOY DE LEÓN



Nada mejor, para lo que a mí me pide el alma, que comenzar otro año recordando lo que fueron tantos otros, los de mi infancia y primera juventud. Hace ya demasiados, pero durante todo este tiempo he recorrido parte del mundo, aunque no demasiado, con el nombre de León, mi Ciudad natal, en los labios y en el corazón. Este, el corazón  -juntamente con las piedras-  es el ámbito más íntimo de todo ser humano y, cuando pasa el tiempo y ambos se pierden en el recuerdo, uno siente la ineludible necesidad de recordarlos. Hay muchas maneras de hacerlo y, en los próximos días, trataré de recordar algunos de mis poemas, aún más perdidos si cabe en la perspectiva del tiempo. Lo haré para recordarme también a mí mismo que, como Mika Waltari, hizo decir a Sinuhe, "cuando se ha bebido agua del Nilo, ninguna otra puede calmar la sed". Por ello, yo que no soy egipcio, percibo hoy la incontenible sensación de encontrarme a mí mismo. Con mi cordial saludo y estímulo a quiénes sientan la misma necesidad. Y con mi más cordial saludo y comprensión a quiénes no la sientan.

Luis Madrigal



sábado, 5 de enero de 2013

LA PRIMERA MUESTRA DEL TEATRO

EN LENGUA CASTELLANA

Aunque tan sólo se conservan 147 versos



Os ruego lo aceptéis como regalo de Reyes.


Luis Madrigal


jueves, 3 de enero de 2013

A LA ESPERA DE LOS REYES MAGOS


LA ILUSIÓN NUNCA MUERE

Faltan aún escasas horas, pero faltan, para que se inicie y se consume la gran noche de la ilusión, para quienes son niños, para los que aún lo son y para quienes dejamos ya de serlo hace quizá demasiados años. Pero la ilusión no muere nunca, tal vez ni después de la muerte. Es más, quizá es entonces precisamente cuando comienza la mayor ilusión, pese a que no pueda ya llamarse ni ser tal. La ilusión siempre es deseo y por tanto futuro, o proyecto. La inmensa y total felicidad, ya sin enfermedades, injusticias, llantos ni miserias, no puede ser, por tanto, ilusión. En todo caso ilusión que al fin y para siempre se realiza. Y para ello, cuando ahora aún caminamos bajo el sol abrasador, calcinando el suelo sobre el que apoyamos nuestro paso; o ateridos de frío sobre la nieve helada, ahora, es cuando justamente es necesaria la Esperanza, tan sólo para eso, para que la ilusión pueda convertirse en realidad. Este es el mejor regalo de Reyes, que a todo el mundo deseo y quiero anhelante para mí mismo. Entre tanto, mientras esperamos, quiero rememorar también los inmediatos días pasados y ofrecer a todos también esta ilusionante música celta de Navidad. España, es ibera, pero también celta.




En la imagen de arriba, "La Adoración de los Magos"
(Peter Paul Rubens)


Luis Madrigal