domingo, 25 de mayo de 2008

LAS "CANASTILLAS", SON PARA EL INVIERNO


Muy al comienzo de los años sesenta -naturalmente del pasado siglo- el portavoz del “Círculo Católico de Terratenientes”, no importa de donde, escribió escandalizado al director de una revista de espiritualidad cristiana, a fin de hacerle llegar su encolerizada protesta, exigiendo severas sanciones contra los autores de algunos textos publicados en aquella revista. Literalmente, la carta era esta:

“Muy señor mío: Me dirijo a usted con el derecho que me dan mis doce años ininterrumpidos de suscriptor y lector de su revista, así como de otras de la misma editorial, “Cristrianismo Rural”, “Luz del Mundo” y “Juventud y Religión”, en la que, entre otras cualidades, he apreciado como virtud sobresaliente una gran ortodoxia y una sujeción total a las enseñanzas y criterios de la Iglesia en todos sus puntos. Y precisamente por ello una gran extrañeza me han causado (nos ha causado a todos los asiduos lectores de su revista en este Círculo Católico de Terratenientes) sus tres últimos números, en los que se recogen pensamientos y doctrinas francamente sectarias, tendenciosas y demagógicas. Por ello, me he creído, y respaldan esta carta otros contertulios del Cículo Católico, en el deber ineludible de indicárselo a usted para que revise su equipo de redacción, en el que parecen haberse introducido elementos masónicos o anarquistas.

Los textos publicados por usted, en los que me baso para establecer tan graves conjeturas, se hallan totalmente fuera de la línea de reconocida ortodoxia católica y social en que siempre se ha movido esa revista. En el número 188, correspondiente a Noviembre pasado, se lee: “Eso tienes que pensar de los ricos, son ladrones, salteadores de caminos, que roban a los que pasan, escondiendo los bienes de los demás en sus propias casas”. En el número 189, de Diciembre pasado, se leía esta sentencia, tan lapidaria como demoledora: “Todo rico es inicuo o heredero del inicuo”. Pero el texto más grave, de claras tendencias socializantes y comunistoides, aunque en él se habla de Dios (sin duda para mayor desconcierto) se recogía en la página 12 del número de Enero: “La naturaleza hizo que los bienes fueran comunes y el derecho privado que impide esto es una usurpación. Es injusto que tus semejantes no sean ayudados por sus compañeros, sobre todo habiendo querido Dios que la tierra fuese para todos. Lo que das al pobre no es de lo tuyo; le devuelves lo que es suyo, pues lo que es común para el uso de todos lo has usurpado tú”.

Nos parece bien fomentar el espíritu de caridad y ayuda al necesitado. En este Círculo Católico de Terratenientes organizamos todos los años en Navidad un reparto de canastillas[1] a las familias pobres de la ciudad. Pero, ¿no le parecen francamente desorbitadas y fuera de lugar las manifestaciones publicadas en su, por otros conceptos, admirable revista? Esperamos una rápida y pública rectificación de los artículos aludidos y la enérgica sanción de sus autores, cuyos nombres debieran desaparecer para siempre del cuadro de sus colaboradores habituales. Siempre dispuestos a la defensa de los elevados ideales y de la justicia, nos ofrecemos atentos, seguros servidores, A.S.”

La carta, tuvo inmediata respuesta por parte del director de la revista interpelada que, dada su brevedad, también transcribo íntegramente. “Muy señor nuestro: Lamentamos no poder tomar las medidas que nos recomienda con los autores de los textos recogidos en nuestra revista, por motivos insalvables. Las frases del número de Noviembre, las escribió San Juan Crisóstomo. Las del número de Diciembre, San Jerónimo. Y el texto del número de Enero, Sam Ambrosio, todos ellos en el siglo IV. Sopena de incurrir en el veredicto de herejes, alejándonos además, lo que sería más sensible, de la línea ortodoxa y social que usted nos elogia, no podemos rectificar la doctrina contenida en dichas afirmaciones, puesto que todas ellas proceden de Padres y Doctores de la Iglesia. Y, por otra parte, nos resulta también imposible aplicar a los autores las sanciones que usted demanda, puesto que todos ellos murieron hace ya muchos años. Atentamente, el Director”.

Quizá, habían pasado ya demasiados años, como para entender justificadas las quejas de aquellos “terratenientes católicos”, al comienzo de los años sesenta, porque la realidad social del siglo IV, como diría cualquier político, no es “extrapolable”, no ya al siglo XXI, en el que estamos, sino tampoco al año 1962, que todavía pertenecía al siglo XX. Ciertamente, en ninguno de cuantos documentos se ha pronunciado la Iglesia, desde el Syllabus o el Código Social de Malinas, ya en 1927, mostrando al mundo la autoridad moral de su Magisterio, se ha utilizado un lenguaje tan desgarrado y violento en contra de “los ricos”. Pero, también es cierto que ninguna tacha de heterodoxia ha recaído jamás sobre tales santos Padres, a los que en consecuencia puede considerarse vigentes en algún modo. Quizá, desde entonces, a lo largo de tantos siglos, lo que tan sólo ha moderado la Iglesia es el lenguaje, haciéndolo más cortesado y “civilizado”, en ese diálogo con el mundo que sirvió de leitmotiv al Concilio Vaticano II, y aun antes de él. Pero, en el fondo, ¿acaso no será cierto que todo rico continúa siendo “inicuo o heredero del inicuo”, según pensaba San Jerónimo?. Desde luego, con el Código Penal en la mano, y mucho menos con el Código Civil o la Ley Hipotecaria, no puede decirse razonablemente, en nuestros días, que, por el mero hecho de serlo, cualquier rico sea un “ladrón”, y menos aún un salteador de caminos”, como sin contemplaciones ni rodeos afirmaba San Juan Crisóstomo. Aparte de infinidad de salvedades y matizaciones al respecto, ni ahora los ladrones roban ya de esa manera, sino de otras muchas bien conocidas, ni todo el mundo que se enriquece lo hace necesariamente de modo ilícito, sino, algunas veces, desde la más humilde condición, merced tan sólo a su inteligencia y esfuerzo. Peor parada aún quedaría la doctrina de San Ambrosio, que ciertamente no dejó especial huella en la teología de su tiempo, en cuanto a la naturaleza común de los bienes” y, en consecuencia, a la usurpación” que implica toda propiedad privada. Es necesario contrastar esta gruesa afirmación con la opinión al respecto de aquel Águila de Aquino que, ocho siglos más tarde, acumulaba hasta tres razones de peso a favor, no sólo de la licitud, sino hasta de la necesidad del derecho a la propiedad privada, de cuya licitud y necesidad hace derivar toda la filosofía jurídica -basada en la libertad- el derecho de propiedad, que la vigente Constitución Española garantiza, y el artículo 348 del Código civil define y concreta como “el derecho de gozar y disponer de una cosa sin más limitaciones que las establecidas en las leyes”.

Pese a ello, continúan siendo muchos los que “necesitando” vitalmente el lícito derecho a la propiedad, carecen totalmente de ella, sobre los bienes más esenciales para subsistir con dignidad y decoro. Nada menos que dos terceras partes de la Humanidad, en todos los lugares y continentes del Planeta. Y, por ello, quizá la “patrística” del siglo XXI -sin que por nuestra parte pretendamos negar desviaciones y radicalismos excesivos, ni tampoco incurrir en la excomunión- que hubiera podido conducir a cada cristiano a la “ortopraxis” podría haber estado representada por Hugo Assmann, Jules Girardi, Gustavo Gutierrez o Leonardo Boff… Porque, cuesta trabajo admitir, dejando para ello dormida la conciencia sobre la alhohada, que en el proceso general de “fabricación de ricos a costa de pobres”, puedan limitarse los seguidores de Jesús de Nazaret -además de “oír” Misa los Domingos y fiestas de guardar- a repartir canastillas. Porque, si las bicicletas “son para el verano”, las canastillas, no. Estas últimas, tan sólo parecen haberse inventado para ser distribuidas en Navidad (que, en España, es pleno y crudo invierno) quizá con el propósito de sosegar la mala conciencia de tantos “terratenientes”. Luis Madrigal.-


[1] “Canastilla”: Cestita, generalmente de mimbre, que contiene distintos objetos para el cuidado de niños recién nacidos, como jabón, colonia, ropita, etc…

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