martes, 12 de enero de 2010

ESTAMPAS DE INVIERNO (III)


Ha vuelto a nevar sobre Madrid y, aunque no en forma tan copiosa como en la cercana Ávila, durante los dos últimos días nuevamente ha vuelto a sentirse un frío seco, duro, cortante, contundente, que hiela los suspiros, congelando el aliento antes de que la voz se haga palabra. El Padre Sol -que a mí me trata de "don", con desproporción absoluta, y tan sólo por obra y gracia de un buen amigo de la ribera mediterránea- ha vuelto a desampararnos, sumiéndonos de nuevo casi en la noche en pleno día, tan sólo más claro otra vez por la presencia de la nieve. Estos últimos acontrecimientos, estrictamente meteorológicos (y pido clemencia a mi buen amigo mediterránido, que habita en la "que cubierta en todo tiempo de flor está"), me han inspirado el tercero de los poemas de estas "estampas invernales". Querido Man, sé benevolente con el pobre y entumecido "poeta" y que nuevamente aquí canta y se lamenta -"se duele", en el argot taurino que a ti también te gusta- suspirando por la luminosa Primavera y, tras ella, por el largo y cálido Verano. Aquí está el poema:


¿CUÁNDO SE HARÁ LA LUZ?

No puedo ya ahora ver lo que antes era...
Tampoco lo que fue... Sólo lo yerto,
angosto y sin destino, gris, incierto,
salpica mi existir, sin Primavera.

¿Cuándo, por fin, se acaba esta quimera
y se enciende la luz... y el hiemal muerto
entierra sus zarpazos en el huerto,
donde crece el jazmín? Y, a su vera

luminosos y ardientes tulipanes
que, hacia sí, entre la hiedra y el asfalto,
atraigan medio día, como imanes,

toda la luz que el sol, desde lo alto,
envía paternal... Y sin desmanes,
besar el suelo al cielo de un gran salto


Luis Madrigal


Y para lamentarse, nada mejor que un buen gallego
y, a ser posible, una muñeira. Esta "Alborada", de Veiga
podría ser un magnífico ejemplo