viernes, 5 de junio de 2009

EN MEMORIA DE VICENTE ALEIXANDRE




VIOLETAS AFRICANAS

Para ti, que hablas con las flores
y las vistes de misteriosa luz y de color,
en cromático abrazo con los que, tras la lluvia,
despliega en lo más alto del cielo el Arco Iris...
Para ti, cuya magia y encanto, tan sólo es comparable
a los que, en el Paraíso, dispuso la Luz
y, cual las aves celestes,
encierran en tu alma el misterio y la incógnita,
fundidos en la tristeza y la nostalgia
de un día de verano, que ya fue,
cuando aquél se escondía de las frondas, despiertas y alegres...
Para ti, que vives de la luz, porque lo eres,
y eres el amor y la compasión, la misericordia y el duelo escondido
allende el tiempo, que pasó sin saber que le esperabas...
Para ti, estas humildes violetas africanas,
hijas de un Continente teñido de sangre y fuego,
que se estrella, y encuentra la muerte, tras el Mar,
frente a los acantilados y las playas
(muy cerca del Jardín de las Hespérides, las tres Ninfas de Occidente,
hijas del titán Atlante, que soporta la cúpula celeste,
y más cerca aún de donde el Rey Argantonio alzó su trono)
,
hasta dejar la espuma teñida de sangre, y llena de cadáveres...
Para ti -porque sé que las acogerás con amor,
en el seno fecundo de tu inmenso jardín-
toma estas violetas del África, que han llegado hasta mí
y que a tus ojos envío con dulzura, aun torpemente descritas
por el ojo de una lente que, en mis manos, se torna en sombra.
¡Tómalas y alúmbralas...! Ilumínalas con el místico suspiro
que, día y noche, exhalas... Protégelas del frío invernal,
que se aproxima, con su iracundo bramido,
y guárdalas en tu pecho, para que reciben el calor y el amor
que de él emanan... Para que no se pierdan
en el vacío infinito.


Luis Madrigal