sábado, 28 de febrero de 2009

Si, según aquel nostálgico tango, "veinte años no es nada...", ¿qué podrá ser tan sólo uno? Sin embargo, a veces, tan breve período, puede ser toda una vida y hasta todo un mundo, dulce y embriagador, si durante él se escucha la música más deliciosamente placentera y sensible. Toda música, o casi toda -según el espíritu que la acoge, desde luego- es un bien propia y genuinamente espiritual, pero algunas alcanzan al espíritu de tal forma, lo ensimisman y atrapan, que ya nunca quieren irse de él, para que se sienta permanentemente habitado. El gran violinista lituano, Jascha Heifetz, ya desaperecido de entre nosotros, antes de irse, naturalmente, dejó una huella tan honda, que, aún hoy, cuando se cumple justamente un año desde la publicación de aquella música en este humilde Blog, palpita en el espíritu, que es esa substancia incorpórea e intangible que se esconde -se "acurruca" en un rincón, debajo de la blusa o de la americana- la más honda sensación de armonía y, por tanto, también de esperanza y amor. Un año entero, recordándolo, y escuchándolo casi todos los días, han producido este sublime resultado. Volveré a publicarlo hoy, por si alguien, además de mí, quiere volver a escucharlo. Un cordial saludo a todos, amigos. Luis Madrigal.-

HOY, HACE UN AÑO