martes, 31 de enero de 2012

CUANDO LA ILUSIÓN CRECE ENTRE EL ODIO Y EL HORROR



LA VITA E BELLA


"La vida es bella", es una maravillosa película italiana que los odiosos políticos, en España, sobre todo esos ya reumáticos energúmenos que se dicen “la izquierda”, deberían tener en cuenta para superar de una vez esos odios ancestrales originados por la odiosa Guerra Civil de 1936. La película trata de Guido, un hombre italiano descendiente de judíos, que vive en la ciudad de Arezzo en el año 1939. La película se ambienta en el período de la Segunda Guerra Mundial cuando está en el poder el fascismo y el antisemitismo crece cada día más. Guido se enamora y después se casa con Dora, la ex-novia de un oficial fascista. Con ella tiene un hijo llamado Josué. Un día, en la calle, Josué, que ya sabe leer, ve en un cartel, sobre la puerta de un estabelcimiento, un cartel con la siguiente rotulación:
 
                  - “Prohibido entrar a los perros y a los judíos…” 

              - ¿Papá  -dice Josué- por qué nosotros no podemos entrar ahí, acaso somos como los perros?
 
                - ¡No hijo… no hagas caso de estas tonterías, replica Guido! ¡Hay gente muy rara…! Yo mismo lo soy, en cierto modo… Tú, ¿a quién no dejarías entrar aquí?
 
                  - Yo… a las arañas, contesta Josué.
 
             - Pues yo… a los visigodos, no me gustan nada los visigodos, replica Guido.

¡Qué maravilla…! Una maravilla, no ya de tolerancia y de perdón sino de preservar al niño del odio y, con ello, de que este mismo innoble sentimiento pueda nacer y crecer, recíprocamente, en el alma de Josué, para que éste pueda ser feliz, ajeno a lo que le rodea.

La felicidad de esta familia dura poco porque Guido, su tío y Josué son deportados a un campo de concentración nazi. Dora, que no fue llamada para subirse al tren que conduce al campo, se introduce voluntariamente en él con lo que toda la familia acabará en dicho campo. Allí Guido hace creer a su hijo Josué que todo se trata de un juego, como si se tratara de un parque de atracciones,  en el que sólo ganará un premio si no se deja ver por los "gruñones" guardias alemanes. Cada día él se inventa nuevos juegos para su hijo y utiliza toda su imaginación para salvar la vida de Josué, y que este no vea lo que está pasando, manteniendo así íntegra la moral y la felicidad del niño en medio del inmenso horror. El niño, ilusionado por el tanque que, según su padre, se llevará el ganador, vive el holocausto como un juego, sin darse cuenta de las barbaridades que ocurren a su alrededor, todo ello gracias al ingenio de Guido.
 
Pronto, el campo comienza a ser evacuado pero Guido, su hijo, su esposa y otros más quedan en él para una muerte segura. Josué es escondido en una caseta diseñada por los alemanes para proteger a sus hijos y ve como su padre entra a un callejón escoltado por un soldado. Posteriormente, y sin que Josué lo sepa, Guido es fusilado.
 
Al día siguiente, Josué sale de la caseta y ve el campo vacío. El campo ha sido liberado por los estadounidenses y, justamente, un tanque patrulla el lugar. El piloto encuentra a Josué que confunde al tanque con su "premio" y se va con él. ¿Cuándo podremos comenzar nosotros los españoles, aunque sea con caracter restrospectivo, a jugar a este bello juego? Luis Madrigal.-




EL SOL DE MEDIA NOCHE



ESTÁ LEJOS... DENTRO DEL ALMA


Lejos, es un adverbio de lugar, como cerca, o como aquí o allá. Denota espacio. A veces, ese espacio es mínimo, lo que los psicólogos llaman el “espacio íntimo vital”, un espacio que, en circunstancias, digamos normales, no puede ser invadido por el otro, ni por nadie, porque es el “mío propio”. Más que un espacio, es un ámbito patrimonial casi adherido a mi piel. Otras, el espacio se hace casi infinito, sumamente lejano e inalcanzable. A veces, ese espacio es propiamente infinito, ya nunca acabará, ni podrá tener fin. Entonces penetramos en el misterio, en lo que no tiene explicación, ninguna explicación, porque es el gran arcano del mundo y del hombre, de la existencia y de la esencia. El misterio, nunca está, siempre es. Pero, al propio tiempo, precisamente por eso, resulta imperceptible, inescrutable, inalcanzable.Y, a ese espacio existencialmente inaccesible, tan sólo pueden aspirar, esencialmente, algunos seres, los dotados de esa capacidad de penetración y transparencia, ya estén lejos o cerca. Además de espacio, es interioridad. No sólo se trata de lo que está lejos, sino de lo que está dentro. Está dentro del alma de cada ser. Por eso, sólo los poetas pueden acceder, si les dejan, a ese ámbito sagrado, donde cesan los sentidos corporales y la carne y la sangre se transforman en un elixir de amor (al'iksīr, ξηρά). Tan sólo los poetas son capaces, si no de desvelar el misterio, sí de orientarse hacia él; sólo los poetas pueden mirar  -y ver-  aquello que está dentro del alma. Lo dijo magistral y bellísimamente un poeta, Antonio Machado, sin duda porque sabía muy bien de qué hablaba. Lo sabía porque antes lo había sentido:


El alma del poeta
se orienta hacia el misterio.
Sólo el poeta puede
mirar lo que está lejos
dentro del alma, en turbio
y mago sol envuelto.


Estos delicados heptasílabos, sin tacha formal alguna tampoco y de férrea pero exquisita métrica, presagian que es un sol mágico el que envuelve lo que está dentro del alma. Un sol que nunca se eclipsa, ni se nubla o apaga entre las tinieblas. Un sol permanentemente de “media noche”, como el que puede contemplarse en los países escandinavos más septentrionales de Europa, o en Rusia, y lo sería también en el círculo polar antártico de haber algún asentamiento humano permanente suficientemente cercano al Polo Sur. Estas “noches blancas”, son las que inspiraron al noveslista ruso Fedor Dostoievski. Y, aunque  Dostoievski no era ningún poeta, esta corta narración recoge el sentimiento de aquel joven solitario que paseaba por las Calles de San Petesburgo, tratando de penetrar en el destino. Nunca había entablado conversación alguna con ninguna persona del sexo opuesto, hasta que conoce a Nástienka, una adolescente que le cautivará y, en el interior de su alma, podrá contemplar el misterio de aquel sol mágico.  Luis Madrigal.-











En la imagen superior, Laponia (Finlandia)