lunes, 30 de noviembre de 2009

POR FIN, EL FRÍO


La verdad es que aquí, en Madrid, pero también muy en general en toda España, hemos tenido la suerte (o la desgracia) de atravesar los meses de Octubre y Noviembre, que dentro de unos minutos va a concluir, en medio de un clima, no ya otoñal sino veraniego. Los atuendos de manga corta, los días soleados y hasta calurosos, han sido habituales hasta ayer Domingo, 29 de Noviembre, precisamente el día en que se cumplían 585 años de la muerte de Pedro Martínez de Luna, Benedicto XIII de Avignon, quien a mi humilde juicio fue verdadero Papa de la Iglesia de Dios, pese a serlo de Avignon y pese a ser depuesto por el Concilio de Constanza, en 1417. Cada 29 de Noviembre es para mí recordatorio fijo, por ser el del nacimiento de mi padre, pero también el de la muerte de aquel gran hombre, tan injustamente tratado, cuya figura he tenido siempre como la más representativa de los grandes perdedores, tal vez por serlo yo mismo, aunque no grande, sino simplemente, en lo que a mí se refiere, un pequeño perdedor. El caso es que, quién sabe si tal vez por aquella injusta destitución de Constanza, cayó ayer el tremendo aguacero, con fuerte descenso de las temperaturas, que obligó a descolgar con urgencia de los armarios abrigos y gabardinas, además de los paraguas. Y así, con frío, se inció el día de hoy, último de Noviembre, festividad de San Andrés, el hermano de Pedro, que tampoco fue Papa, por ser el hermano menor e irse a predicar al Evangelio a Grecia, en lugar de hacerlo en Roma. Menudo argumento, proporcionó Andrés a los ortodoxos griegos, reforzado posteriormente por Focio y Miguel Celulario. Bien, el caso es que parecen haberse ido ya hasta otro año los apacibles días de Noviembre, en los que yo mismo, escribí este ya tardío pero entonces justificado Soneto, que el viento frío de hoy me hace añorar:

UN CÁLIDO NOVIEMBRE

Se acomoda el Otoño, placentero,
en su cobijo cálido y sonriente.
No quiere que el Invierno, tan hiriente,
rasgue la piel, como si fuera Enero.

De la nieve y la lluvia mensajero,
quiere rendir tributo al sol ardiente
como si fuera Julio, y deja ausente
el hielo de la cumbre... Tan ligero

hace correr las horas, que en Verano
discurren lentas y su luz prodigan.
Unas y otras, cogidas de la mano,

volverán a brillar, cuando persigan,
día tras día, un nuevo meridiano
que haga salir el sol y al sol bendigan.



Luis Madrigal



En memoria de los Otoños madrileños, llenos de luz y de sol, me complace ofrecer una canción que yo solía oír
de niño a mi hermana, en León, y que remueve ahora mis recuerdos. Perdonen, perdonad todos, amigos, que me remonte a 1800, en pleno reinado de Don Alfonso XII, el Pacificador, a Don Julián Gayarre, el gran tenor navarro y, sobre todo, a la luz de gas, pero es que, a veces, la historia se repite, en todo tiempo y en todos los lugares.