sábado, 28 de febrero de 2015

ADIÓS, FEBRERO, ADIÓS…



SER Y TIEMPO

El tiempo, no se mide con arena,
ni lo es tampoco. Es misterio puro
en el que la existencia, frente a un muro
de selvático afán, purga la pena

de existir y hallar ser, tras la condena
que surgió de la nada y del perjuro
dolor del que, sin ser, en suelo duro,
trenzó con su soberbia la cadena.

Esclavo soy, esclavo y heredero
de quiénes, el arcano de la esencia
quisieron vislumbrar del Ser entero.

Mas, ya que estoy , y solo en apariencia,
soy en el ser. Del tiempo siempre espero
que llegue a ver el Árbol de la Ciencia.


Luis Madrigal





Franz Schubert
Improntus, Opus 90
(Elisabeth Leonskaja)

viernes, 27 de febrero de 2015

CUANDO YA MUERE FEBRERO




CANCIÓN DE CUNA

Cuando bajan al aire
vienen volando.
Cuando en la tierra habitan,
están llorando.

No lloréis blancas penas
del alba mansa
que a la tarde y la noche
seguirá el agua.

Roja como la sangre
y como el fuego
que crepita en la fragua.

Y a veces mata.

No lloréis nunca, henchíos,
pecho valiente
para llevar en alto
siempre la frente.


Luis Madrigal




Arriba, cuadro de Berthe Morisot
"La Cuna"

miércoles, 25 de febrero de 2015

BAJO EL DESPÓTICO INVIERNO







YA BROTAN LOS ROSALES

Apuntan nuevos brotes los rosales
en este invierno frío, que congela
el paso y el aliento, cual la vela
tirita entre corrientes abisales.

Huirán, al brotar, todos los males
y treparán al cielo, que desvela
la aurora soñolienta… Se rebela
contra el hiemal de noches boreales.

Una a una, al brillar, brotarán flores
pintando de color el verde prado.
Nacerán entre ramos los amores,

bajo la luna de un cielo estrellado
y huirán como el humo los dolores
cuando al fin el invierno haya pasado.


Luis Madrigal




jueves, 19 de febrero de 2015

DE LOS LEJANOS MARES UN SUSPIRO



PATIO DE LUZ Y CAÑAS

Vivo de vuestra luz, plantas amigas,
parapeto de cañas y frontera
de macetas en banco de madera,
de sol repletas y jamás de ortigas.

Como al campo en Abril un haz de espigas
tiñe de verde aura, en tierna espera,
de la mano que empuña la mancera
-el sol en lo alto siempre-  sois aurigas.

Nunca ya más podré dejar de veros,
desde tan lejos, si tan cerca os miro,
tras día y noche sin poder teneros.

De cuantos cielos vi, suave zafiro;
del tiempo en que os miré, siglos enteros
y de lejanos mares un suspiro.


Luis Madrigal



miércoles, 18 de febrero de 2015

UN DÍA SABIO Y REALISTA





CENIZA

La ceniza es el residuo de toda combustión. Su forma es la del polvo y su color generalmente grisáceo, cuando no ennegrecido por el paso del tiempo, turbio, nublado, de modo similar al que la humedad va dejando en las paredes de las casas. La ceniza puede ser también lanzada al aire y expandida dentro de él, como se expande el humo. La ceniza, pues, también es humo. Algo que se va y que no vuelve. Al menos que no vuelve jamás por aquí, para disfrutar de tantos placeres, como pueden encontrarse y que algún día se acaban. Por eso, tal vez la mejor definición del ser humano, visto o contemplado desde la experiencia sensible, sea la de afirmar que “el hombre es ceniza”. Humo, que se va y que no vuelve. Todas las demás definiciones, necesariamente han de ser provisionales, interinas, aunque algunas puedan ser también muy aproximadas a la gran y única realidad absoluta y eterna. Pero nadie puede saber con exactitud y certeza metafísica cual pueda ser esa suprema realidad del hombre. Tan sólo se puede creer y esperar.

Casi todos los pueblos de la antigüedad, por no decir todos, han encontrado en la ceniza el símbolo de las calamidades, del dolor y del luto. Por ello la costumbre de sentarse en el suelo entre ceniza y polvo se practicaba por los pueblos orientales. Los judíos fabricaban, con el fin de purificarse, un agua lustral  -precedente remoto de la actual lejía-  con las cenizas de una ternera sacrificada el día de la gran expiación. Otros pueblos, al icinerar los cadáveres de las personas más queridas, depositaban sus cenizas en urnas, llamadas “cinerarias”, con el fin de conservarlas en la casa, en permanente recuerdo de los fallecidos.

En el día de hoy, celebra la Iglesia Católica la festividad del Miércoles de Ceniza, día que da comienzo a la Cuaresma. Hoy, ahora mismo aún, durante todo el día, es Miércoles de Ceniza para toda la Iglesia en el mundo. La Iglesia, recomienda a los cristianos, recibir la imposición de la ceniza, que no es un sacramento, pero sí es un sacramental. Teológicamente hablando, los sacramentales, aunque no producen la gracia “ex opere operato” como lo hacen los sacramentos, regulados en el Codex con carácter general en los cánones 840 a 848, son también unos “signa sacra” (canon 1.166), signos sagrados destinados a producir efectos espirituales  -no producen la gracia pero la impetran-  y como tales algunas veces se hallan dotados también, como los sacramentos, de materia y de forma. Ciertamente, los sacramentales no son de institución divina, sino meramente eclesiástica y pueden consistir en cosas o lugares y en acciones. Cuando se tarta de las primeras, se llaman sacramentales permanentes, y obtienen tal carácter en virtud e la consagración o la dedicación. Es decir, se consagran las cosas (los cálices o las custodias) y se dedican los lugares (los templos o los cementerios). Si se trata de las acciones, como la bendición invocativa (no la constitutiva del canon 1.171)  de una imagen o de un mero objeto religioso no litúrgico, se denominan sacramentales transeúntes y tienen la finalidad de impetrar los dones divinos, también los materiales, pero especialmente los espirituales. La imposición de la ceniza es un sacramental transeúnte, desde luego, pero representa el recuerdo permanente del espíritu cristiano más profundo y coherente con la realidad humana existencial, o si se prefiere fenomenológica.

Ya en la Iglesia de los primeros tiempos, o al menos en la medieval, los Obispos extendían un poco de ceniza sobre la frente de los penitentes, costumbre que representó el inicio de esta práctica, hasta que, en el año 1091, el Papa Urbano VI, en el Concilio de Benevento, dispuso que se impusiera también la ceniza a los fieles del modo en el que se sigue observando, si bien últimamente, ya no desea la Iglesia mantener la vieja formula, un tanto tremendista y aterrorizante, del “Memento homo, quia pulvis eris et in pulverem reverteris”. Demasiado lo sabemos todos. Hace ya algún tiempo que, en el rito de la el Ceniza, el oficiante se limita, a exhortar al que la recibe: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Ello es mucho más saludable, porque convertirse es dar la vuelta a nuestras acciones  -a las malas y a las peores-  y creer en el Evangelio es creer en nuestra propia resurrección, que no ha de ser otra sino la misma de Cristo Jesús. Dicen que el Cardenal Portocarrero, Arzobispo de Toledo, Primado de España, dispuso por sí mismo como epitafio que aún puede leerse sobre su tumba en la Catedral toledana, la inscripción: “Hic situs est pulvis, cinis, et nihil”. Todas las demás inscripciones funerarias advierten en sus propias lápidas quién es el que bajo ellas yace. En esta, hay que preguntar: ¿Quién era este señor”. Y por ello dicen los guías turísticos que aquel Cardenal lo hizo así por propia vanidad. Eso nunca podrá saberse. Ciertamente, en bastantes ocasiones la más aparente humildad no deja de ser un ejercicio de la más refinada soberbia. Pero lo que en todo caso se le olvidó a Portocarrero fue manifestar públicamente que ese “polvo, ceniza y nada”, será todo y la más brillante luz, al resucitar para siempre a la Vida en el mismo instante de la muerte.

Luis Madrigal




Wolfgang Amadeus Mozart
REQUIEM
Communio Lux Aeterna

lunes, 16 de febrero de 2015

SI EL CORAZÓN NO SIENTE



ES INÚTIL BUSCAR FUERA

Si el corazón no siente, nada tengo,
ni nada soy, ni nada por mí encuentro.
Nada hay en mí, si nada vive dentro;
sólo frío, si el fuego no mantengo.

Todo puedo encontrar si siempre vengo,
en vez de salir fuera… Si hallo el centro
sólo dentro de mí   -aún más adentro-
y con mi propio ser, todo sostengo.

Inútil buscar fuera… Ahí, no hay nada.
Todo mi ser  -el que es-  se está en mí haciendo.
Mi alma siempre espera, anonadada,

el encuentro del Ser que es, viviendo.
Nada importa, en lid esperanzada,
si por vivir en mí, estoy muriendo.


Luis Madrigal





Wolfgang Amadeus Mozart
Ave verum Corpus

Ave verum Corpus, natum           Salve, verdadero Cuerpo nacido
de Maria Virgine     de la Virgen María
vere passum, immolatum                  verdaderamente atormentado, sacrificado
in cruce pro homine,          en la cruz por el hombre,
cuius latus perforatum          de cuyo costado perforado
unda fluxit et sanguine       fluyó agua y sangre.
Esto nobis praegustatum          Sé para nosotros un anticipo
in mortis examine          en el trance de la muerte.


sábado, 14 de febrero de 2015

EN LAS HORAS DE ANGUSTIA



ESPERANZA QUE ALUMBRA

Entre tiniebla y sombra, luz del día
traspasa los cristales de la aurora.
Desde oscuro tapiz el cielo llora
trocando por angustia la alegría.

Un peso se hunde en la mañana fría
que arrastra al fondo lumbre que atesora.
Una oración al Cielo se alza. Implora
la paz que el corazón antes sentía.

El cielo siempre escucha. Ya responde,
colmando de certeza una esperanza
que las lágrimas bebe y las esconde

bajo la luz del cielo… La bonanza
se expande jubilosa y vive donde
antes hería el dolor como una lanza.


Luis Madrigal





Franz Schubert
Sinfonía "Incompleta". Allegro moderato

viernes, 13 de febrero de 2015

EL ALMA SIEMPRE ESPERA



TORMENTA DE INVIERNO

Gime el cielo y, airado, silva el viento
sembrando entre las peñas brotes secos,
duros también, hermanos de los ecos
que arriba en la Montaña son acento

de guerra sin cuartel… Cruel intento
de prender en las nubes rayos huecos
que vibren con la luz, como los flecos
de una inmensa cortina en movimiento.

Tiembla la tierra, mas el alma espera
un segundo de paz, que el meridiano
que pasa por el Cielo al fin trajera.

Siente en pleno furor al rayo, hermano
del trigo que el sudor deja en la era
y quisiera tomarlo de la mano.


Luis Madrigal




Ludwig van Beethoven
María Joäo Pires

miércoles, 11 de febrero de 2015

OTRA VEZ EN TORNO A LA PALABRA



¿TAMBIÉN SE PIENSA CON SONIDOS Y GESTOS?

Hace ya casi dos años, concretamente el Lunes, 17 de Junio de 2013, publicaba yo mismo en este Blog el artículo  -no me atrevo a llamarlo “ensayo”, aunque quizá podría-  que titulé “SE PIENSA CON PALABRAS”. Y a él me remito en todo, con las correcciones que procedan, por descontado. Este texto, también fue publicado, no recuerdo si antes o después, en la revista literaria argentina FLAI, y produjo el comentario de la escritora uruguaya Doña Olga Lucía Florio, sordomuda de nacimiento, cosa que yo ignoraba entonces. Esta señora, me comunicaba en aquella fecha, literalmente, lo siguiente:

         “Muchas gracias por el aporte. Es muy difícil pensar en otro idioma. Yo estudié varios años de inglés y francés pero pienso en español. Y ahora estudio lengua de señas uruguayas, que es otro idioma aunque piensen lo contrario. Me dijeron que hay que tratar de pensar en señas y no en palabras, ya que las personas que nunca oyeron en su vida sólo piensan en gestos. Una persona nacida sorda, en América o España, puede hablar lengua de señas y no conocer el español si no fue a la escuela. Agrego que todos los países tienen diferente lengua de señas, por lo que un uruguayo no puede hablar con un español, o sea que no se entienden.”

Desde entonces, vengo yo tratando de aclarar mis ideas  -o más bien mi falta de ellas-  al respecto. Porque, me pareció entonces y me parece ahora muy interesante considerar que la palabra (en el más amplio sentido), por medio de la cual habitualmente se expresa el pensamiento en la mayoría de los casos, no sólo es lexema y sintagma, sino también fonema, y sonido. Estas dos últimas cosas  se encuentran muy relacionadas pero son distintas. Y en lo que  no había reparado nunca es en que pudiera también expresarse el pensamiento por medio de gestos, pese a haberlo comprobado muchas veces. Es decir, que el pensamiento, no sólo es palabra, escrita o hablada, sino también tacto, movimiento y fono. Y según parece, o al menos según entendía mi amable comunicante, la señora Florio, un sordomudo tiene que pensar en gestos y señas, porque no puede pensar en otra cosa. No puede si no fue alfabetizado en la escuela, naturalmente, por que la palabra escrita puede estar perfectamente a su alcance, tanto como al de cualquier persona.



Lo importante, pues, es pensar, con independencia del instrumento utilizable para expresar el pensamiento, de modo tal que pueda establecerse una comunicación entre quien se expresa y el que recibe el contenido de lo expresado. No podría yo decir, ni me atrevo a ello, cual de esos instrumentos de expresión de lo que se piensa pueda ser más perfecto, completo, rico en matices, capaz de abordar las ideas más profundas; para poder transmitir, por ejemplo, en todos sus incisos, la “Filosofía de la Historia”, de Hegel, el “Discurso del Método”, de Descartes o la “República”, de Platón. ¿Y el pensamiento científico positivo, a través de la Matemática? O la Poesía. La construcción y transmisión de un poema. No me atrevo, ni me permito decir nada al respecto, pero pienso para mí que la palabra, o el número, el signo matemático, constituyen instrumentos de expresión insuperables.

Pero lo esencialmente capital es la cuestión que yo planteaba hace dos años, acerca de “con qué” se piensa; es decir, no sólo del instrumento de manifestación o exteriorización de lo que se piensa, sino del propio contenido de lo pensado, cuanto más complejo sea. En esta orientación, pues, (dejando al margen las causas psico-neurológicas  -pese a que esto sea mucho dejar-  y al margen también de la escritura, en cuanto sistema de representación gráfica por medio de signos trazados en un soporte), en la instrumentación o creación del pensamiento, más que en su modo de expresión, habrían de ser considerados, no sólo los aspectos léxicos, el lexema y la unidad mínima del mismo, raíz de la palabra  -el momema-  sino también los fónico-fonológicos de la lengua humana, de cualquiera de ellas, puesto que, según es sabido, tanto los semiólogos como los lingüistas consideran probado que la escritura es posterior al habla. Desde luego esto último resultaría ocioso hacerlo precisamente en el caso de los sordomudos de nacimiento. Y en cuanto a los gestos y señas, ya sabemos y hemos comprobado que puede manifestarse el pensamiento, al menos el más elemental, mediante ellos, pero ¿se puede o se podría pensar mediante gestos y señas, de un modo reflejo? Me parece que tampoco esto es posible.



Sin embargo, no se termina la cuestión con ello. No se termina porque ni tan siquiera comienza. Me parece continúa siendo un misterio el por qué el ser humano emitió aquel sonido, o si se quiere aquel simple ruido: “rgu”. Porque lo que fue sucediendo después es un mero proceso de perfección del lenguaje, del habla, hasta alcanzar la escritura. Pero, ¿y el pensar, el pensamiento? Ninguno de los aspectos a los que me refería, en torno a los cuales se construye el lenguaje, el idioma, el modo de hablar, tengo la impresión tengan nada que ver con la facultad de pensar en sí misma considerada. Es más, me parece que, al revés, tanto el habla como la escritura son un producto, un fruto del pensamiento. El primero de ellos, si se quiere. Ciertamente, los fonemas son unidades teóricas. Desde el punto de vista estructural pertenecen a la lengua, mientras que el sonido pertenece al habla. Los fonemas no son sonidos con entidad física  -se encuentran al margen de la acústica-  sino abstracciones mentales o formales de los que comporta el habla. Por otra parte, el fonema tampoco es el fono, porque este último es cualquiera de las posibles realizaciones acústicas de aquél, de tal modo que mientras la Fonología es una rama de la lingüística cuyo objeto de estudio son los fonemas, la Fonética tiene por objeto el estudio de los sonidos. Pero todo ello, todo, ha sido sucesivamente una conquista del pensamiento y éste, el pensar y el hacerlo de un modo crítico y, en consecuencia analítico, es la característica esencialmente propia y privativa del ser humano. Y de su misterio.

Luis Madrigal




lunes, 9 de febrero de 2015

MÁS DE MEDIA ESPAÑA BAJO LA NIEVE



Y EN MADRID NO CAE NI UN COPO

Resiste noble Villa el aire helado
sin tomar en su mano el duro hielo;
corren los días fríos bajo el velo
y la nieve aún no se ha posado.

Sobre arterias de asfalto iluminado,
bajo el tinte rosáceo del cielo
que las estatuas miran con recelo,
ni un solo copo cae, suave y callado.

Madrid, invierno duro, ayer sin gente,
hoy saturado, es único sin nieve
desde la noche al día, el sol naciente.

Por más que allá en la Sierra se renueve,
no baja aquí una chispa ni en la fuente,
ni en la más alta cima y aún ni llueve.

Sólo frío glacial, sin más se siente.


Luis Madrigal





En la foto de arriba, un árbol del Parque del Calero, en Ciudad Lineal,
alza sus brazos al cielo pidiendo la nieve

viernes, 6 de febrero de 2015

LOS LUMINOSOS DÍAS DE SOL



AL SUR DEL OTRO LADO DEL MUNDO

He visto, hace unos días, en un Blog amigo y muy querido, la fotografía que precede. La inserto hoy en el mío porque tengo la total seguridad de contar con el permiso necesario para ello. Ignoro su autor, aunque nada me sorprendería, de poder saberlo, que fuera de quien pienso. En todo caso, la fotografía, como puede apreciarse fácilmente, es de un día de pleno verano y, por tanto, nada puede tener que ver con esta nevada y congelada España, sino, no sólo con el otro lado del mundo  -Nueva York, está en frente de Vigo y se encuentra también sumergida en la nieve y el hielo-  sino del otro hemisferio, más allá del Trópico de Capricornio, del que suponía Cristóbal Colón fuera el Paraíso Terrenal, sin que se equivocase en nada. Muy en particular sospecho que es de la Argentina, y más en concreto de la Ciudad de Córdoba, la misma cuyo nacimiento le costó la vida al sevillano Jerónimo Luis de Cabrera, por haber fundado esta Ciudad unos kilómetros más abajo del límite otorgado por el V Virrey del Perú, Francisco Álvarez de Toledo, que previamente había nombrado a Cabrera Gobernador de Tucumán. Qué brutalidad la de aquellos soberbios Virreyes. Con la particularidad agravante de que Cabrera desobedeció el mandato virreinal para fundar una ciudad más al Sur, pero también en un paraje mucho más alegre y luminoso, donde la tierra era mucho más fértil y el clima más benigno y equilibrado que en Santiago del Estero, desde donde había partido la expedición, hasta alcanzar el espacio en que se alza la actual ciudad de Córdoba, el día 6 de Julio de 1573, fecha de su fundación, a orillas del Río Suquía.

La Ciudad argentina de Córdoba (Córdoba de la Nueva Andalucía, como la llamó su Fundador), recuerda a éste con una estatua esculpida en bronce que puede encontrarse fácilmente en infinidad de fuentes bibliográficas, pero para mí posee mucho más encanto esta que inserto ahora. En ella, se observan unos frondosos árboles en plena floración. Sin duda se trata del jacarandá, un árbol de la familia de las bignoniáceas, del mismo tronco del magnolio y emparentado con nuestra catalpa, pero únicamente típico y abundante en la América intertropical y subtropical. La Argentina, está llena, repleta, de jacarandás, sin duda para el disfrute de la vista de cuantos puedan mirarlos. También se observa en la fotografía un paseo de tierra, colindante con el asfalto de la vía publica de la que le separa una verja de hierro pintada de verde. Al pie del paseo, hay un banco de piedra, a la sombra de los jacarándás. ¡Quién pudiera estar sentado ahora mismo el él! No diré aunque me costase la vida, como a Cabrera. No hay que exagerar. Pero, cuánta sabiduría la de Colón.

Luis Madrigal





jueves, 5 de febrero de 2015

NIEVE DE AYER



CAÍDA SOBRE AQUEL GIGANTE


Llegó la nieve al fin y en la Montaña
inflama el aire y cubre densa el suelo,
expandiendo su aliento tras el velo
que oculta de arboledas la maraña.

Ya no la veo brillar. Canto la hazaña
de viejos copos, y de mi desvelo
en los días más claros. De mi anhelo

de verla y, entre agujas, la espadaña
blanca también, como su Cruz, brillante,
cual la luz que irradiaba de su entraña.

De blanco tapizando el arbotante,
el contrafuerte y la mediacaña
donde cruzaba el cielo aquel Gigante.


Luis Madrigal



miércoles, 4 de febrero de 2015

UN FENÓMENO INHUMANO



LA MASIFICACIÓN

Todo lo que se sabe de las ovejas lo ha dicho el hombre, los biólogos, zoólogos, veterinarios, ganaderos y pastores de rebaños trashumantes. Las ovejas, ovejas son, no pueden ser águilas, ni tigres de Bengala. Cada ser es lo que es, del mismo modo que la nada es lo que no es. De las ovejas podemos decir que es cierto todo cuanto de ellas ha dicho el hombre. ¿Pero, y del hombre? Porque, también todo lo que sabemos de él lo ha dicho únicamente el propio hombre. Es decir que el hombre soy yo y yo soy el que digo qué soy y cómo soy. Y aunque el que lo diga de mí sea otro hombre, sucede lo mismo, puesto que, si es un hombre, es exactamente igual a mí. Por tanto, en cualquier caso el sujeto que dice y lo dicho son el mismo y es casi lo mismo que estar en el patio de butacas y al mismo tiempo en el escenario. Y esto, no es posible, o no puede funcionar así, no hay ninguna garantía de que lo que el hombre ha dicho de sí mismo pueda ser realidad, porque de todos los seres de la creación, o de la naturaleza, con minúscula, del cosmos geobotánico  -para no ofender a nadie-  el hombre es el único que no puede ser sabido. Puede serlo, desde luego, y con algunas o muchas limitaciones, en su entidad somática, sus pulmones, su hígado y su páncreas, sus sistemas circulatorio u óseo, en suma toda su estructura corporal. Puede ser conocido por fuera, pero no tanto por dentro, donde resulta un misterio absoluto para sí mismo, tal vez porque no le gusta nada investigar dentro de sí mismo.

El caso de las ovejas, seguramente, resulta muy sencillo. Las ovejas, salen de su aprisco hacia los pastos y regresan a él hasta el día siguiente. No sabemos si piensan o no (hay animales que indudablemente piensan en un sentido lineal, aunque no reflejo, o reflexivo), pero lo más probable es que no lo hagan, o en todo caso no pueden dominar el mundo que les rodea, ni determinar su propia vida. Van una tras otra y repiten casi mecánicamente las mismas cosas que hacen las demás. Por eso se dice en ocasiones, de algunos humanos, que son como las ovejas, es decir unos borregos, sin pretender referirse con ello a esos animalitos tan tiernos, casi de peluche que son los corderos cuando tienen de uno a dos años, sino a todo hombre que se somete gregariamente a la voluntad ajena. O al capricho, la tiranía, la injusticia, la torpeza, el egoísmo o el mal gusto de otro. Y también al buen gusto o a la virtud misma de otro, por qué no, puesto que también existen “hombres buenos” si bien en la exacta medida en que lo son otros. Casi como las ovejas, haciendo lo mismo que hacen las de su propio rebaño.

Cuando Gabriel Tarde (el sociólogo francés que afirmó ser únicamente sociales los actos imitativos) escribió en 1890, su obra cumbre, “Les lois de la imitation”, no se refería precisamente a las ovejas, sino al hombre. Naturalmente al hombre que vive en sociedad, dentro de ese ámbito imprescindible para hacer su vida, o al menos para satisfacer sus necesidades materiales de forma más cómoda y abundante. Pero, al propio tiempo, se refería al obrar por imitación tan sólo en lo que atañe a los actos más superficiales y externos de los seres humanos, como vestir de cierto modo, fumar de determinada manera, o emplear unos u otros modos de cortesía, como el saludo; o de etiqueta y ceremonial, como el comer en uno u otro tipo de restaurante y de una u otra manera. En definitiva, más o menos, a no utilizar la pala del pescado para rascarse la espalda, como hizo aquel ministro del PSOE que se nombró Catedrático de Universidad a sí mismo. Gabriel Tarde, supera la dirección bio-analógica de la Sociología de Hans Freyer, consistente en descubrir la realidad social como sistema mecánico de fuerzas o impulsos, distinguiendo entre los actos humanos, propiamente personales, de los actos sociales, de tal manera que únicamente son de este último carácter aquellos que no son elegidos o “inventados” por nosotros, sino los actos imitados. Lo social es únicamente lo imitado. “La societé c´est l´imitation”.

Puede ser que la sociedad sea y haya sido siempre así. Pero, ¿y el hombre? Porque, éste necesita vivir en la sociedad, pero la sociedad no es el hombre. Yo vivo en la sociedad, pero no soy la sociedad. Yo, tan sólo soy un hombre. Y volviendo al principio de esta misma reflexión, todo lo que sabemos del hombre  -de todo hombre de ayer y de hoy-  nos lo ha dicho el propio hombre y, por la razón ya indicada, ello no constituye garantía alguna de certeza. Nos dijeron, cuando el sistema solar era un paradigma, que la tierra era el centro del universo y el centro de la tierra era el hombre. Falso. Si hoy, ahora mismo, pudiese aparecer en cualquier foro intelectual o académico de Madrid o de Nueva York un hombre, no digamos ya un australopiteco  -porque éste casi todavía se encontraba en los árboles-  sino un hombre del Paleolítico, todos podrían reconocerle como a un hombre, pero no a la inversa. A él le fulminaría, mucho más que podría haberlo hecho el rayo que le permitió descubrir el fuego, la simple visión de lo que le circundaba, hasta tal punto que se negaría a reconocer que los circundantes eran de su misma raza. Y sin embargo serían sus nietos. Unos nietos de varios millones de años transcurridos. Y el hombre de dentro de un millón de años, o de tan sólo de medio millón, o quizá tal vez de menos de cincuenta mil años, ¿nos reconocería a nosotros como sus abuelos; podríamos no asustarnos nosotros de su ser? Fue Heidegger (“Sein und Zeit”), quien descubrió el gran misterio del hombre, pero tan sólo en cuanto a que no es posible saber qué es, y en consecuencia resulta indefinible, porque siempre se está haciendo, nunca está acabado, tan sólo se acaba cuando se le termina el tiempo y, como dice con gran agudeza Oliver Montserrat, “cuando está acabado, ya no está”. Nadie sabe, pues, qué es el hombre, nadie podría definirlo, pero lo que sí cabe afirmar es que, ya en este momento, entre nosotros, en la Humanidad, hay alguien que será hombre de una manera cualitativa y esencialmente distinta a lo que hoy somos nosotros, pese a que tampoco entonces pueda ser definido, y pese a ser tan hombre como el del Paleolítico y como nosotros mismos.

Pero esto no será fruto de la imitación, es decir, de la masificación, lanar y nauseabunda, sino de la reflexión individual y sobre todo de apartar la mirada de las cosas del exterior para concentrarla dentro. Nunca supo más el hombre de todo lo que está fuera de él, como tan poco, es decir, nada, de lo que está dentro, de sí mismo. Porque eso que llamamos “yo”, no es lo que sabemos de nosotros, sino que es más, mucho más  -infinitamente más-  lo que no sabemos, y muy posiblemente en el interior de cada hombre, en lo más hondo de su espíritu, se encuentran muchas más verdades de las descubiertas y sabidas acerca de lo que está fuera de él. Volviendo a la Sociología, no a la de las encuestas, sino a la Filosofía social, fue Ortega quien descubrió la necesidad de la masa en la sociedad, pero tan sólo cuando acepta su papel de masa. Cuando se rebela  frente a la minoría egregia que la fermenta y la convierte en una verdadera sociedad, entonces se invertebra y destruye a sí misma. A esto, desde ya hace algún tiempo algunos lo llaman “clasismo” o “elitismo”, como si la pirámide, para poder ser pirámide, no necesitase tener base y cúspide, o las aves tener alas para poder volar.     

Luis Madrigal