martes, 24 de julio de 2012

ES UNA DULCE MÚSICA (II)



EVOLUCIÓN GENERAL DEL SONETO, EN LENGUA CASTELANA, DESDE SU ORIGEN HASTA EL MODERNISMO

Luis MADRIGAL


Ya he dicho en la entrada anterior que inicialmente, en la misma Sicilia, antes de que el soneto se extendiese a la Italia central, los tercetos podían obedecer a una estructura de rima variable. Y así lo prueban las más ilustres muestras, dentro de las que asimismo ya tuve el gusto de acompañar. Sin embargo, ha de decirse también que, desde el punto de vista de la Literatura española y de las naciones hermanas, es preciso observar la evolución del Soneto, dentro de la poesía rimada castellana, o ibérica, desde que esta estrofa se entroniza en España, tras las importaciones de Garcilaso de la Vega y Juan Boscán, y de Sá de Miranda, en Portugal. No obstante a todo ello hay que añadir  -antes incluso de centrar toda la atención en el soneto en lengua castellana-  que también la estrofa tuvo acogida en otras lenguas no latinas, como el inglés y hasta el mismo alemán, lenguas germánicas ambas, y también en francés, lengua latina pero menos que las demás de su tronco. Y no ya su evolución en estas lenguas, sino su propio origen desde un principio, marca diferencias que incluso han podido desvirtuar su propia contextura estrófica, si pretende transportarse al castellano. Y, a esto último, no puede atribuírsele el carácter de “variantes” o variaciones del soneto, sino que en realidad responde a otro concepto, tanto métrica como lingüísticamente hablando. Por ejemplo, en la composición del soneto en lengua alemana, introducido en aquel país por Rudolf Wekherlin y Ernst Schawabe, no solamente se utilizaron versos alejandrinos en lugar de endecasílabos, sino también el pentámetro yámbico, que es un tipo de verso de cinco pies, cada uno de ellos compuesto por dos sílabas, la primera no acentuada y sí la segunda.  En Inglaterra, el otro gran país lingüísticamente germánico, si bien es Thomas Wyatt quien, a través de las traducciones de Petrarca, introduce el soneto en las Islas británicas, la aparición del llamado soneto inglés, o “isabelino” -por haberse originado durante el reinado de Isabel I de Inglaterra-  termina siendo compuesto con arreglo al criterio de William Shakespeare, por lo que definitivamente se denomina “soneto shakesperiano”, y Shakespeare, al igual que lo hizo Allen Ginsberg, en Norteamérica, compuso gran parte de su obra con arreglo a la métrica yámbica. No es de extrañar, pues, que el soneto inglés no sea un verdadero soneto, sino que se compone de tres serventesios, de diferente o dispar rima, además, (ABAB, CDCD, EFEF) y un pareado final (GG). Nada tiene que ver, por tanto, con nuestra poesía latina iberoamericana. Y menos aún que este tipo de soneto, guarda relación alguna con nuestra poesía el llamado “soneto spenseriano”, que recibe tal nombre de Edmundo Spenser llamado “The Prince of Poets”, el Príncipe de los Poetas, aun siendo coetáneo de Shakespeare, durante asimismo el reinado de Isabel I, y cuya innovación consistió en componer sonetos sin rima, llamados por eso “blancos”. Por cuyo motivo, tampoco este tipo de soneto puede ser un verdadero soneto en nuestra poesía castellana.

Y algo similar ocurre en Francia, pese a ser éste un país muy relativamente latino. Tan sólo lo fue para maniobrar y lograr que su diplomacia terminara imponiendo que nuestra América, se llamase “latina”. Es decir, para que no se llamase española, que de eso se trataba, ni tampoco Iberoamérica, que es como debería llamarse, con toda propiedad. Por eso a mí, me duele tanto que nuestros hermanos de América (naturalmente del Centro y del Sur) digan que ellos son “latinoamericanos”. Es más, también lo dicen los propios españoles, aunque tan sólo los españoles que son ignorantes, papanatas o estúpidos, naturalmente. Pero, debo seguir con lo que pasa con el soneto en Francia, perdonen la digresión. En este altanero país, el primer sonetista del que se sabe algo, parece ser fue un señor llamado Climent Marot, nacido aproximadamente hacia 1496. A este soneto, se le llama soneto “marótico”, aunque en realidad sea el italiano (ABBA, ABBA, CCD, EED), pero que ya en Ronsard se transforma en el llamado “soneto françoiseses”, que cambia la rima del segundo terceto, de EED en EDE. El parnasianismo, movimiento literario francés del siglo XIX, precursor del simbolismo, que preconizaba la perfección en el estilo y postulaba el concepto de poesía pura, introdujo cuatro rimas, en lugar de dos, en los cuartetos (ABBA, CDDC) y también un pareado final, del mismo modo que en el soneto inglés. Otras veces, la variación consistió en escribir los tercetos antes que los cuartetos. A todo ello cooperó en no escasa medida Baudelaire, e incluso Verlaine y Mallarmé. Y, aunque en algunas cosas, esto influyera en Rubén Darío, padre de la Poesía moderna en lengua castellana, no lo hizo hasta el punto de tener en cuenta tales variaciones a la hora de componer nuestra propia Poesía, puesto que nada tiene que ver con ella.

EL SONETO EN LAS LENGUAS LATINAS IBÉRICAS

El castellano Garcilaso de la Vega (Toledo, 1498, Niza, 1536) y el catalán Juan Boscán, o Joan Boscà i Almogàver (Barcelona, 1492- Perpiñán, 1542), son los importadores del Soneto desde Italia, donde se habían conocido y hecho muy amigos. Sin embargo, aparentemente, si no se considera un detalle fundamental, podría parecer paradójico que el primer poeta que elabora sonetos en castellano, no sea Garcilaso  -como tampoco hubiese podido hacerlo Boscán en lengua catalana-  sino Iñigo López de Mendoza, el Marqués de Santillana (Carrión de los Condes, Palencia, España, 19 de Agosto de 1398- Guadalajara, España, 25 de Marzo de 1458). El Marqués, fundamentalmente, es conocido en el campo de la Poesía, por sus “Serranillas”, siguiendo los rasgos de las pastorales francesas, además de los poemas alegórico-doctrinales, llamados “Dezires”, pero fue también el primero que adaptó la estrofa de origen italiano, componiendo hasta 42 Sonetos fechos al itálico modo. Dos más de los que después escribió Garcilaso, que compuso exactamente 40, al menos que hayan llegado a nosotros. Y no podemos saber (yo al menos no he logrado averiguarlo) cómo llegan las fuentes italianas a Don Iñigo, pero la explicación de que él fuese el primero en escribir sonetos, se debe a que cuando muere el Marqués de Santillana (en 1458), aún no han nacido, ni Boscán (1492), ni menos aún Garcilaso (1498). La explicación resulta rotundamente contundente. Lo que sí se sabe es que el Marqués de Santillana fue un incondicional admirador de Dante, hasta el punto de haber sido clasificado, en cuanto a su estilo, como integrante de la escuela alegórico-dantesca, y de Petrarca, cuyo humanismo lírico le entusiasmó. Y sin duda fue la lectura de los poemas de estas dos grandes figuras italianas de la lírica, lo que le movió a escribir sus sonetos, “al itálico modo”, en castellano, que era su propia lengua.

Para observar la evolución del Soneto castellano, en su estructura métrica y rítmica, es preciso, pues, partir de estos primeros sonetos, dejando al margen los que se escriben fuera de España, en otras lenguas no latinas e incluso, por las razones ya apuntadas, de los que se escriben en Francia.  Y, en buena lógica, habríamos de comenzar por los que compuso el Marqués de Santillana, antes de los que escribiera Garcilaso y siguiendo el rastro posterior, ir observando y analizando tal evolución, hasta llegar finalmente a formas y modos que, en mi humilde opinión, si no resultan esperpénticos, sí al menos se encuentran por completo al margen de lo que, en sus orígenes, representó y fue el Soneto. De los 42 sonetos que el Marqués de Santillana compuso, siguiendo el modo italiano (naturalmente no sería posible ahora reproducirlos todos), entiendo hay que considerar de un modo especial, tantos los primeros como los últimos. Y, en este sentido, el Soneto I, en el que el poeta quiere expresar su sentimiento de que, cuando los cuerpos superiores, que son las estrellas, se reflejan en las cosas más bajas de la naturaleza, “fasen la cosa muy más limpia e muy más neta”, dice el Marqués de Santillana:


SONETO I

Cuando yo veo la gentil criatura
qu´el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura,
el punto e hora que tanta belleza

me demostraon, e su hermosura,
ca sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
e plango e quéjome de su crudeza.

Ca non fue tanta la del mal Tereo,
nin fizola de Aquila e de Potino,
falsos ministros de ti, Ptolomeo.

Así que lloro mi servicio indigno
e la mi loca fiebre, pues que veo
e me fallo cansado e peregrino.

 Iñigo López de Mendoza
Marqués de Santillana

En primer lugar, se observa que la medida de los todos los versos, pronunciados con las debidas licencias y conforme a la vocal tónica dominante, son rigurosamente endecasílabos. En segundo término, puede verse asimismo que las dos primeras sub-estrofas, en lugar de cuartetos, son serventesios y, por último -que es lo que llama poderosamente la atención- que la rima de los tercetos, si bien no observa una consonancia perfecta, obedece al esquema después clásico, con Garcilaso y más aún con Lope de Vega, a mi juicio de mayor perfección CDC DCD.

En otros dos sonetos que a continuación ofrezco, puede observarse un fenómeno similar. Si bien las dos primeras sub-estrofas ya no son serventesios sino cuartetos, el Marqués de Santillana establece tres rimas en lugar de dos, anticipándose por ello en más de cuatro siglos al parnasianismo, que llegó a utilizar cuatro, pero, en cuanto a la rima de los tercetos, ya originariamente se permanece en el ya indicado esquema propio del más puro clasicismo. Pueden observarse tales Sonetos, que son el II y el XV:

SONETO II

Lloró la hermana, manguer que enemiga
al rey don Sancho, e con grand sentido
procedió presto contra el mal Vellido,
Servando en acto la fraternal liga.

¡O dulce hermano!, pues yo, que tanto amiga
jamás te fue, ¿cómo podré celar
de te llorar, plañir e lamentar,
por bien qu´el seso contraste e desdiga?

¡O real casa, tanto perseguida
de la mala fortuna e molestada!
Non pienso Juno que más encendida

fue contra Tebas, nin tanto indignada.
¡Anthropos!, muerte me place e non vida,
si tal ventura ya non es cansada.

Iñigo López de Mendoza
Marqués de Santillana


SONETO XV

El tiempo es vuestro e si d´el usades
como conviene, non se fará poco;
non llamo sabio, mas a mi ver loco,
quien lo impidiere; ca si lo mirades,

los picos andan, pues ni son velades,
la tierra es muelle e la entrada presta,
nin ver el daño, si non reparades?

Ca si bien miro, yo veo a Simón,
magra la cara, desnudo e hambriento,
e noto el modo de su narración,

e veo a Ulises, varón fraudulento;
pues oís a creed a Lichaón,
ca chica cifra desface grand cuento.

Iñigo López de Mendoza
Marqués de Santillana


Conviene observar la diferencia, pues la hay y no pequeña, entres estos sonetos compuestos por el Marqués de Santillana, que nunca estuvo en Italia, y los que exactamente un siglo más tarde compone Garcilaso, que viene de allí y, en consecuencia, ha podido absorber las últimas matizaciones del estilo métrico de esta magna estrofa. Puede verse la diferencia, en otros tres sonetos del propio Gacilaso:


 

SONETO X

¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,
Dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.

¿Qién me dijera, cuando en las pasadas
Horas en tanto bien por vos me vía,
Que me habías de ser en algún día
Con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes
Todo el bien que por términos me distes,
Llevadme junto el mal que de dejastes.

Si no, sospecharé que me pusistes
En tantos bienes porque deseastes
Verme morir entre memorias tristes.

Garcilaso de la Vega


SONETO XI

Hermosas ninfas que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;

agora estéis labrando embravecidas,
o tejiendo las telas delicadas;
agora unas contra otras apartadas,
contándoos los amores y las vidas;

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando;

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá de espacio consolarme.

Garcilaso de la Vega

SONETO XIV

Como la tierra madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo
sabe que ha de doblarse el mal que siente,

y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que haciendo
lo que le pide hace, va corriendo
aplaca el llanto y dobla el accidente,

así a mi enfermo y loco pensamiento
que en su daño os me pide, yo querría
quitalle ese mortal mantenimiento.

Mas pídemelo y llora cada día
Tanto, que cuando quiere lo consiento,
Olvidando su suerte y aun la mía.

Garcilaso de la Vega


Más de medio siglo más tarde, Lope de Vega escribiría este soneto:


ESTO ES AMOR

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir del rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe.

Lope de Vega

Sin duda, parece que la técnica y el estilo han cambiado mucho, pero los cuartetos siguen siendo cuartetos, y no serventesios, y, en especial, los tercetos siguen rimándose como mayoritariamente lo hiciera Garcilaso. Y más o0 menos por la misma época, Francisco de Quevedo, compuso este otro inmortal soneto, tenido por muchos como el soneto amoroso más sublime de todos:

 

AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;

mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo


Bien. ¿Aún no está claro? Observemos otros dos sonetos más, uno de Tirso de Molina, el otro de Pedro Calderón de la Barca:


 

SALE EL SOL

Sale el sol por el cielo luminoso
las nubes pardas de oro perfilando,
y con su luz los montes matizando
ilustra el campo su zafir hermoso.

Veloz pasa su curso muy furioso
y cuando la quietud solicitando
halla otro mundo que voceando
al sol le pide su esplendor hermoso,

a la campaña salgo defendido
de fuertes rayos de mi estoque ardiente
a quien se rinde el bárbaro vencido.

Y cuando del descanso solamente
busco un instante, torpe mi sentido
me acomete el amor eternamente.

Tirso de Molina



 

A LAS FLORES

Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos horas fueron.

Pedro Calderón de la Barca

Tengo la impresión de que, a lo largo del siglo de oro, la inmensa mayoría de los más ilustres sonetistas riman esta gran estrofa del modo siguiente: ABBA ABBA CDC DCD. Me parece inútil sostener lo contrario. Es cierto, no obstante, que en pleno siglo XVI la escuela renacentista del soneto clásico se desdobla, fruto de una polémica o discrepancia, entre la escuela salmantina  -encabezada por Fray Luis de León, y al que siguen poetas tan importantes como Francisco Sánchez de las Brozas (El Brocense); Juan de Almeida; Francisco de la Torre o Fray Pedro Malón de Chaide, entre otros-  y la sevillana, cuyo representante por excelencia es Fernando de Herrera, el soneto sufre un crisis de modulación, pero tal crisis culminará ofreciendo unos excelentes resultados que lo convertirán  en una pieza de lenguaje preciosista y al mismo tiempo de un hondo contenido. La escuela salmantina de Fray Luis, atribuía al Soneto una mayor importancia y dimensión conceptual, o de fondo  -aunque también en cierto modo violentada por latinismos y por el cultismo filosófico-  frente al preciosismo de la forma externa. Por el contrario la escuela sevillana de Herrera, prestaba mayor atención a la forma externa haciéndola prevalecer incluso sobre el pensamiento. En otras palabras, para los salmantinos el Soneto había de contener hondas verdades filosófico-morales, aunque no sonase tanto, mientras que para los sevillanos lo importante era que sonase mucho y bien, aunque no dijese tantas cosas en cuanto al fondo. La crisis entre ambas tendencias  se agudiza más si cabe, tras el barroco, con el advenimiento del conceptismo, que ratifica la hegemonía del concepto, del pensamiento sobre la forma, pero que desemboca en el culteranismo, de inversa valoración y que alcanza su máximo esplendor con Góngora, maestro de los culteranos, en el que el soneto se convierte en una joya verbal. En el siglo XVII surge el neoclasicismo, que hace del Soneto una estrofa casi de hielo, casi glacial, por la solemnidad a la que tienden los poetas de esta época, pero el romanticismo lo deshiela y lo hace vibrante, dentro de la vehemencia de los poetas románticos. Pero, en todos estas épocas, los distintos movimientos literarios que se suceden conservan el clasicismo del Soneto, dentro de un estricto rigor formal. Habrá que esperar al modernismo, y con él, en lo que atañe al modernismo literario en lengua castellana, a la figura cumbre que, aparte de la Poesía en general, más va a influir en el Soneto, Rubén Darío, introduciendo en su construcción nuevos metros, en particular el ternario dactílico, siguiendo la huella de su admirado Paul Verlaine ("De la musique avant toute chose") y, en lo que se refiere a los metros tradicionales españoles, el endecasílabo y el octosílabo, su sustitución por el eneasílabo, el dodecasílabo y sobre todos por los alejandrinos. Y esta será la primera variación más acusada que va a experimentar el Soneto, hasta continuar su evolución con los poetas españoles que más influencia recibieron de Rubén, sobre toros ellos Juan Ramón Jiménez y, en principio también Antonio Machado. Pero todo esto, habrá que dejarlo ya para otro día.