sábado, 4 de abril de 2009

HISTORIA DE UN AMOR... SIN HISTORIA


Hay amores, la mayoría, que tienen historia, buena o mala, incluso indiferente o aburrida, como si en vez de amor hubiesen sido tan sólo tedio, abulia o amaneramiento. Y hay amores, tan intensos como el que más, aunque tan intangibles como esos conceptos tan etéreos, tan abstractos, pero tan "quimicamente puros", que lo son de la manera más intrínseca y misteriosa. Amores imposibles e intangibles. Amores que no "existen", siendo. Incluso comienzan, haciendo honor a su propia naturaleza intrínseca, antes de comenzar, que es el modo más sublime del ser... Y siendo, tal vez, la más pura esencia del amor. Por desgracia, estos últimos también terminan, también se acaban. Y, cuando se acaban, cuando ya no queda de ellos ni tan siquiera la hermosa utopía de que, no ya nunca se realizarán, sino que ni siquiera son realizables -esto es, que ni siquiera alcanzan ese misterioso ámbito en el que la utopia consiste y reside- entonces el "vacío lleno", por ser más absoluto y pleno que cualquier "lleno vacio", nos impulsa a la tristeza más radical, más desoladora de cuantas puedan existir, porque "celebramos" entonces el padecimiento también más rotundo, el de padecer lo que no ha sido de modo relativo, habiendo sido de modo absoluto. Sin embargo, si por un momento, aunque sea breve, fijamos nuestro horizonte más allá del propio tiempo y ,su longitud y latitud, en un meridiano y un paralelo también invisibles, que transcenderán a la propia Historia del tiempo, si eso logramos hacer, nuestra alma puede esponjarse hasta agrandarse a todo lo ancho que es el mundo, y las coordenadas geodésicas, que encerraron el Planeta dentro de una nuez, se ensancharán, en incesante expansión, hasta ver cara a cara con los ojos del espíritu, lo que nunca llegaron ni pudieron ver los ojos de la carne... Y, de nuestro pequeño corazón humano, brotará no una gota de sangre, como hoy, con dolor, se desprende de él, sino el aliento más vivo, más real, de cuántos hayamos podido exhalar nunca y, sobre todo, el amor infinito e imperecedero... Eterno. Felicidades a cuántos puedan, o tengan ocasión alguna vez de gozar ese amor y, hoy, entre ellos, a mí mismo. Luis Madrigal.-

Música Culta (VIII) Girolamo FRESCOBALDI (1615)