jueves, 23 de abril de 2009

PUESTO YA UN PIE EN EL ESTRIBO...


“Puesto ya un pie en el estribo…” Miguel de Cervantes, no murió un 23 de Abril, sino un 22 del mismo mes. Eso si, no de hoy, sino de 1616, es decir, hace ayer mismo, 393 años. Esto, más o menos, ya lo decía yo en este mismo y humilde Blog el pasado año 2008. Pueden verse, las entradas correspondientes a los días 22 y 23 de Abril de dicho pasado año. Pero, este, no pienso repetirme, sino buscar nuevos episodios, acerca del fallecimiento del gran escritor. Y lo primero que me apetece decir, y mucho, es que este año el “Premio Cervantes”, oficiosamente considerado como el Nobel de Literatura en lengua castellana, ha sido otorgado a un escritor catalán, Don Juan Marsé (Barcelona, 1933), del que mi escasa cultura literaria me impide conocer un solo párrafo y hasta una sóla línea, de las 24 obras suyas que he podido catalogar, pero, eso sí, celebro especialmente su triunfo y su premio, porque Marsé (sin duda, estamos ante un caso que supera al de Josep Plá (Palafrugell, 1897- Llofriu, curiosamente, esta vez sí, un 23 de Abril de 1981), no ha escrito jamás en catalán, sino siempre en castellano, según he podido saber, puesto que de lo contrario, muy probablemente, no habría podido ganar el Premio Cervantes. Me alegro, muy en especial, porque este señor ha dado muestra de su indudable inteligencia, al decir literalmente: “Soy catalán y escribo en castellano, y no veo nada anormal en ello”. Que Dios le conserve su prodigiosa vista y larga mirada, señor Marsé. Yo, tampoco veo nada anormal, entre otras cosa porque, de esta manera, a partir de hoy, podré leer, sin traductores, toda su obra.

A estas horas del día de hoy, 23 de Abril de 2009, Juan Marsé ya habrá cumplido con el rito de ser el iniciador de la XIII Lectura del Quijote que, desde hace otros tantos años, organiza el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y que comenzó ayer, 22 de Abril, para concluir mañana Viernes, 24 de Abril. Y, desde luego, tampoco habrá podido hacerlo “en catalán”, porque este glorioso clásico español no está escrito en esa pequeña lengua occitana, tan minúsculamente hablada en el mundo, y desde luego, en la Península Ibérica. Ni, por descontado, en la Argentina, Méjico, Chile, Cuba, Uruguay, Perú, Ecuador, Colombia, Paraguay, Venezuela, El Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá, Florida, Tejas, Nuevo Méjico, California, Nueva York… ¿Me dejo a alguien o a alguno más?. Si así fuera, mis más cumplidas disculpas. Bueno, sí, aún quedan Guinea Ecuatorial, Filipinas, República Dominicana, Nicaragua, Costa Rica, Bolivia y República Árabe Saharaui Democrática… Creo que ahora ya están todos los lugares en los que suena -con sus bellas variedades, naturalmente- la hermosa lengua en la que escribió Miguel de Cervantes.

Y, tras esto, me parece oportuno, para lo que suele denominarse “el gran público” -el gran público hispano, desde luego- aclarar que la frase con la que iniciaba yo hoy el texto de esta entrada (tristemente llamada “spot”), no pertenece, como alguien ha supuesto alguna vez, al Prólogo del Persiles, sino a la carta escrita por Cervantes, el día 19 de Abril de 1616, a su protector y mecenas el Conde de Lemos: “Aquellas coplas antiguas, que fueron en su tiempo celebradas, y que comienzan: ´Puesto ya un pie en el estribo´, quisiera yo no vinieran tan a pelo en esta mi epístola, porque casi con las mismas palabras la puedo comenzar diciendo: ´Puesto ya el pie en el estribo / Con las ansias de la muerte / Gran señor, ésta te escribo´ /. Ayer me dieron la Extremaunción, y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la ida sobre el deseo que tengo de vivir, y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies a vuesa Excelencia […]. Pero si está decretado que la haya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos, por lo menos sepa vuesa Excelencia este es mi deseo”. Esta es la carta de Cervantes al Conde de Lemos.

El Prólogo a su obra póstuma “Los Trabajos de Persiles y Segismunda”, redactado de un tirón el 20 de Abril de 1616, y cuya obra apareció en Madrid en 1617, contiene estas otras palabras: “Mi vida se va acabando y al paso de las efemérides de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida […]. Adiós gracias, adiós donaires; adiós regocijados amigos: que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida”. Sirvan estas dos pequeñas joyas de nuestro castellano, como ejemplo de la maravillosa prosa cervantina, y sirvan también para situar todos sus textos en su verdadero lugar. Con Miguel de Cervantes, aparte de tantas injusticias cometidas en vida, desde el Propio Felipe II hasta otras muchas pequeñas gentes, se ha cebado la Historia en crasos errores. Ya he comentado, en las aludidas entradas de este mismo Blog, el pasado año, el relativo a la verdadera fecha de su muerte -tal vez en el intento de hacerla coincidir con la de William Shakespeare y con la del Inca Garcilaso de la Vega, el gran escritor peruano Gómez Suárez de Figueroa (Cuzco, Virreinato del Perú, 1539-Córdoba, España, 23 de Abril de 1616). Y ya dije el pasado año que la muerte de estos tres escritores se produce en tres fechas distintas, si bien, en lo que se refiere a las de Cervantes y Gómez Suárez de Figueroa, la diferencia es tan sólo de un día, y no caben discrepancias en cuanto al tipo de calendario, porque ambas han de computarse conforme al Calendario Gregoriano, establecido en España en 1582, y no así en lo relativo a la muerte de Shakespeare, porque, en Inglaterra, continuaba en vigor el Calendario Juliano, con lo que, el 23 de Abril, equivalía al 3 de Mayo, eso sí, ambos del año 1616. El error, en este último caso, no se debió a ningún español, sino al inglés John Bowle, primer comentarista del Quijote, y su difusión a Victor Hugo, que, en relación con la muerte de Shakespeare, escribió: “Tenía ese día cincuenta y dos años justos, pues había nacido el 23 de Abril de 1564. Este mismo día, 23 de Abril de 1616, murió Cervantes, genio de la misma altura”. Ciertamente, las discrepancias se fueron manteniendo desde 1749, hasta que Astrana Marín, en 1936, impugnó la interpretación dada a la partida de defunción de Cervantes. La fecha del 23 de Abril, es la de la inhumación, tras velar el cadáver la noche del 22 al 23.
Sin duda tal error, es lo de menos, porque, en cuanto a injusticias, siempre mucho más graves que los errores, muchas se cometieron en vida del genial escritor, desde la de su exilio a Italia, sospechoso de un equívoco delito de honor; su exclusión de la pléyade de intelectuales de su época (“ingenio lego”, llegó a llamarlo Lópe de Vega, no satisfecho de haberlo “expulsado” del Teatro, sin duda por los propios méritos de Lópe, muy superior en el género; su cautiverio en Argel; el intento de robo del Quijote y la burla del falso, de Avellaneda… Y, por último, el desplante final de Felipe II, tras el que hubo de correr hasta Lisboa, pese a ser un héroe de Lepanto bajo las banderas de su propio hermano, Don Juan de Austria. ¡Pobre Cervantes! Pero él, estaba persuadido de haber alcanzado una obra maestra, única, que superaba con creces su fracaso en el Teatro y la falta de talento en la Poesía, como él mismo llegó a reconocer: “…la gracia que no quiso darme el Cielo”. Pero, el propio Cielo le otorgó la gloria. Luis Madrigal.-
Arriba "Agonía de Cervantes", de Eduardo Cano de la Peña, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla