viernes, 31 de mayo de 2013

ESTÁ SALIENDO EL SOL




Los cristales, a la luz reciben
como alimento propio, cuando cruza
y esplendorosa luce en la mañana.
También de ella se nutren
al ocultarse el sol, tras la montaña
que besa el horizonte, y su reflejo
rojizo, con amor, quiere besar el alma.
Quiero ser un cristal, tan trasparente
que la luz cruce en mí, al nacer el alba;
cuando el sol, ya maduro, alcanza el cénit
y al caer de la tarde, cuando acaba
su camino de luz, y otro Horizonte
al mismo sol alumbra y le traspasa.


Luis Madrigal





jueves, 30 de mayo de 2013

LA JUNGLA DE ASFALTO




EN UNA CALLE DE MADRID

Caminaba. Oía pasos, entre ruidos y voces que le asfixiaban al pasar, y que  herían cuanto habitaba en la oscura morada en que las luces cegaban toda luz… Siempre era noche. Caminaba sorteando amorfos bultos que acumulaban sobre sí sudor y sangre, necia y miserable, de todos los colores y orígenes del mundo. En la infernal jungla, no se oían trinos, ni sonidos musicales. Sólo, junto al estruendo de estampida, el piar de los gorriones que, en su huida del aire contaminado y apestoso, saltaban inquietos sobre las ramas de los árboles, sin entender ni formar parte de cuanto se arrastraba, llevando consigo un amargo lastre, de impiedad e inmundicia. Algunas de aquellas pequeñas aves, inocentes, incapaces de sufrir el hediondo hospedaje sobre el que se amparaban de las miserias de los hombres, emprendían súbitamente el vuelo, hasta desaparecer entre una nube negra que embadurnaba groseramente el azul del cielo. De pronto, mientras se llevaba las manos a la cabeza, pudo oír un espeluznante chirrido, seguido de un horrible estruendo y de un agudo lamento. Una bicicleta, conducida por un hombre, que circulaba por la acera, tupida de peatones y caminantes, se había llevado por delante a un viejecito de barba blanca, que ya caminaba dolorosamente, sin duda por prescripción facultativa, sirviéndose de unas muletas… ¡Maldita chusma, irredenta y canalla…!, hubiese dicho Friedrich Engels a su íntimo amigo Karl Marx. ¡Malditos…! Dijo él, mientras siguió caminando con temor a que le ocurriese otro tanto… ¡Malditos!, volvió a balbucear con indignación y asco, los que dicen velar por la convivencia en orden y armonía, promover la creación de la ley y… hacer que se cumpla. Malditos todos ellos, dije yo también entonces, y vuelvo a decir ahora.

Luis Madrigal


miércoles, 29 de mayo de 2013



DEL ROSAL SE HA CAÍDO UNA ROSA

Con el frío y la lluvia, en un momento,
del rosal una rosa se ha caído.
Dejó en el suelo, al caer, mi pecho herido
y un suspiro hasta el Mar se llevó el viento.

Aquel anhelo yace, con mi acento,
entrecortado, triste y aterido
como el aliento que, sin ser, ha sido
una noche tras otra, y diez y ciento.

Ahora ya sólo es mar… Sobre una playa
tendido y olvidado a su ruin suerte,
aquel aliento muere, en la batalla

que siempre pierde el débil frente al fuerte.
Mas prefirió, al olvido y su muralla,
mil veces, y otras mil, hallar la muerte.


Luis Madrigal





martes, 28 de mayo de 2013




MAYO DE LLUVIA Y FRÍO


Luchan las rosas con el frío -ausentes-
por apuntar al cielo, que es su cumbre.
Junto al hogar, el leño hace la lumbre
y densos ríos pueden hacer fuentes.

Así, frívolos pasos, en conscientes
ha de trocar  -de tanta podredumbre-
el humano latir… La pesadumbre,
en aliento feliz… Lúcidas mentes,

a cuanto habita y pisa  en el camino,
impregnar del aroma de las rosas
y, al caer de la tarde, en su destino,

volar en paz y amor cual mariposas
sobre el azul del cielo cristalino,
sin llenar de miseria oscuras losas.


Luis Madrigal







lunes, 27 de mayo de 2013

UNA DULCE CANCIÓN




TAN BLANCA ERA TU PIEL


Tan blanca era tu piel,
que era la nieve.
Tan rubios tus cabellos,
que oro puro
parecían fulgir,
cuando los árboles
en tu Jardín movían,
al ocultarse el sol,
sus verdes hojas.

Nunca te pude ver.
Nunca mis ojos
en los tuyos hallaron el cobijo.
Mas, a través del Mar,
pese a su anchura,
me trajeron su luz,
y hacia ellos miro y, sin ver,
en ellos veo tan lejos
tu hermosura.


Luis Madrigal





sábado, 25 de mayo de 2013

UN CANTO A LA VIDA



HUYEN LAS SOMBRAS

Caía ya la tarde y el camino acumulaba luz tan vieja, que las más negras sombras huían a su paso; las esquinas cobraban serenidad y calma, hasta sosegar el alma, antes transida y angustiada en la oscuridad, entre la violencia y el odio. Levanté la mirada a lo más alto y percibí una descarga de paz, que me instaló indefectiblemente en un mundo distinto, nuevo, donde cesaban el ruido y la congoja. Se disipaba el pavor. Se esfumaba la asfixiante irracionalidad del egoísmo más animal y cuanto  -al andar el camino-  pesa aún más que el plomo, cual inútil tara y lastre de vacío, tan sólo lleno de estulticia, perversidad y abyectos deseos. Seguí caminando, con firmeza, con el ademán contundentemente cierto y seguro que otorga la convicción plena. Aquel sendero, súbitamente transformado en vía de luz, me conduciría al estado puro de mi propio ser, sin las cadenas de la esclavitud de la materia ni los gruesos exabruptos que apareja la existencia sin razón ni causa para existir. Sin la sonrisa bobalicona y estúpida de la necedad, ni del peor y más execrable mal gusto, que desciende a la más baja cota, hasta revolcarse en el fango. Sin la abulia del no ser. Sin el bostezo despierto de la mediocridad y del hastío… Dios, esa substancia infinitamente eterna, sin principio ni fin, causa de todas las causas, principio sin principio, Luz de todas las luces, no sólo es infinitamente grande y omnipotente sino que además es el bien, sólo el bien, el sumo bien y la bondad sin límite, y por encima de todo ello, esencialmente, un Padre dulce y amoroso. Y Él  -sólo Él-  tendrá compasión de mí y tenderá sobre mi miseria la larga mano de su infinita Misericordia. Dios eterno y permanente: Hoy, más que nunca, siento como mi alma grita dentro de mi más profunda morada, sin poderlo evitar: ¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, librame, Señor de todo mal! ¡Santo, Santo, Santo, Señor Dios  de los Ejércitos, llenos están el cielo y la tierra de tu gloria! ¡Bendito el que ha venido, y cada día viene en nombre del Señor…! ¡Alegría en el Cielo y… en la Tierra! Sobre todo, aquí abajo, en la Tierra, en este muladar que los hombres hemos hecho de ella, y que solamente Tú, Señor, puedes volver a crear de la nada sobre la que nos arrastramos.

Luis Madrigal





"SIYAHAMBA", es una canción zulú, procedente de Zaire, en el África,
interpretada por el Coro Chamberí Maristas, de Madrid.
Director: José Luis Pinilla



jueves, 23 de mayo de 2013

PADRE NUESTRO, ¿POR QUÉ ESTÁS EN EL CIELO? (y X)



X

AMÉN

Amén, Señor, es “así sea”.
Pero, “así sea”, sólo con palabras,
es un amén que suena... a "que no sea".
Las palabras... el viento se las lleva.
Habrán de ser mis hechos, las razones
de que amor pongo sobre las palabras
y, de palabras, hagan nacer flores
en duro pedregal, yermo y vacío.
Que, sin dar fruto, se secó la higuera
y “por sus frutos”  Tú has de conocernos,
Que no es decir “Señor”, lo que habilita
para entrar en la entraña de tu Reino.
Ni decirlo con métrica... tampoco;
ni tener fe, para mover montañas,
pues ya dijo Santiago, en esa carta,
que fe, sin obras, “es fe muerta”.
Yo quiero, vivir, Señor, quiero cantar…
Mas sobre todo, Señor, quisiera amarte,
llevando al que en la vida me acompaña.
El amor es amor, no son palabras,
aunque palabras diga para amarte.
Ni sólo Misas, o “genuflexiones”...
Ni aún con ellas, Señor, será bastante
ni, sin ellas, tampoco insuficiente.
“Nadie Te ha visto” y, si “Amor eres”,
tan solo amor podrá ser suficiente.
Que no es de aquí mi canto y mi lamento,
ni aquí quiero cantar ni lamentarme.
Donde quiero cantar, es en tu Reino
y, pues  -dices-  “padece violencia”,
por Él, en el amor, he de matarme.
Para que vivan otros, suicidarme
con amor, alumbrando su alegría.
Que alguna vez, al terminar el día,
más bien “a la caída de la tarde”,
sólo de amor habrás de examinarme.
Ni más crimen has de reprocharme,
ni por otro delito has de juzgarme...

Me despido, Señor... Ya que te canto,
resumo, al fin, mi canto brevemente.
Y en oración, mi canto ha tornarse,
(en la plegaria que Tú nos enseñaste).
Mas, si ha muerto ya el “hombre viejo”
y, si muerto, “el nuevo" ya ha nacido,
he de cantar, y canto, más que escribo,
un nuevo y renovado “Padre Nuestro”.
Nuestro, nuestro, Señor... ¡No solo mío!

        
PADRE NUESTRO:

Tantas veces, te dije Padre mío,
         que Padre nuestro, a Ti, mi voz hoy clama
         y, en mi voz, siento arder también la llama
         del fuego de mi pecho, ayer vacío.

         Aunque estás en el Cielo, aquí porfío
         el Reino que la Tierra te reclama:
         tu Justicia, Señor, que amor inflama,
         tu Vida y tu Verdad... ¡En Ti confío!

         Glorificado sea tu nombre santo
         si, cuando parta el pan, mi pulso es fuerte.
         ¡Perdóname!,... si te he ofendido tanto,

         como a otros yo perdono de igual suerte.
         Y, si librarnos no puedes del llanto,
         ¡líbranos ya, Señor, de eterna muerte!

         Te lo pido por nuestra santa Madre
         que, amorosa, nos besará en la frente.


         Luis Madrigal



A cuantos, además de hombres, tratan
de ser cristianos y, muy en especial,
a mí mismo







En la imagen de arriba,
“Adoración ante el Trono de Dios”
(Apocalipsis de Bamberg, Folio 10)


miércoles, 22 de mayo de 2013

PADRE NUESTRO, ¿POR QUÉ ESTÁS EN EL CIELO? (IX)










IX

LIBRANOS, SEÑOR, DE TODO MAL

¡Cuántos males, Señor...!
¡Cuántos me acechan!... Se ciernen sobre mí,
agitando en la noche mis temores.
¿De todos ellos Tú querrás librarme?
¿De esa horrible jaqueca que yo tengo,
casi siempre, y del dolor de espalda?
¿Hasta de esos, que son males menores
por mucho que molesten y quebranten?...
No te pido, Señor, me libres de esos,
ni aún de otros, que son mucho mayores.
Los sufro, sin dolor, aunque me duelan.
Con alguna aspirina y un ungüento
voy paliando los males de este cuerpo...
Los del alma, Señor, son los que cuentan
y  -en el alma-  también los corporales,
pues alma y cuerpo, que son la misma cosa,
yuxtapuestas no están, que están mezclados.
“¡No tengais miedo!”, decía aquel Vicario,
tu Sumo Sacerdote, aquí en la Tierra...
Pero él era hombre santo y Santo Padre;
tenía tu valor, cada mañana,
y lo entregaba a este mundo por la tarde.
Yo, sólo estoy aquí y él era en Roma;
vestía de blanco puro y yo de estambre.
Él, era fortaleza. Yo... soy miedo
y, a mi miedo, gritan todos los males.
La Caja de Pandora, si se abriera,
no podría albergar tantos contrarios.
Miedo a vivir, miedo a dejar de hacerlo;
miedo al riesgo, a la náusea y a la angustia;
miedo al placer y miedo al sufrimiento,
al dolor, a la dicha y al conflicto;
a estar aquí y allá, sin fundamento.
Miedo a la enfermedad, miedo a la muerte;
al ser, a la existencia y... a la nada.
Ya son tantos mis males, no podría
pedirte, mi Señor, que me libraras
de este o aquel, todos al mismo tiempo...
Y tan solo de un mal quiero me libres:
Pues, sea pronto, sea tarde  -o sea mañana-
de la muerte ni Tú puedes librarme
(porque quisiste ver la misma suerte),
si de muerte en la tierra no me libras...
¡líbrame, Señor,... de eterna muerte!


Luis Madrigal





martes, 21 de mayo de 2013

PADRE NUESTRO, ¿POR QUÉ ESTÁS EN EL CIELO? (VIII)




VIII

NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION

No nos dejes, Señor,
que en ella perecemos, y del riesgo
advierte con prudencia tu Escritura:
Si, temerarios, el peligro amamos,
en él, sin duda alguna, perecemos.
Mas, ¿cuál es el peligro, cuál el riesgo?
Tal vez, aún se dice y con razón,
que son la carne, el mundo y el demonio,
del alma los mortales enemigos.
Tú, hablaste de la carne y del espíritu;
el último “está pronto”, la otra “es débil”.
Pero, Señor, en esto de "la carne"
(¿no se podría ya decir de otra manera?)
tengo yo muchas dudas. Pues no todas
"las carnes" son iguales, ni ellas todas
colgarse pueden en el mismo "gancho".
Ninguna de ellas es especialmente...
menos "carne".
¿No será solo lo del Sexto...?
Extragos hizo eso, en su momento
y sacó tantas cosas de su quicio...
 ¿Tan solo carne es "eso"?

¿Acaso es menos carne “el dividendo”,
que el banquero idolatra y al que adora?
¿Cuál es "la ocasión", para el banquero?;
¿cuál es la "tentación" del poderoso
que en el poder se mira, con él sueña
y del poder hace esclavo a quien lo sufre?
¿Acaso es menos carne el egoísmo,
que solo para sí las cosas quiere?
La gula, la avaricia, el despotismo
de la soberbia, que humilad humilla.
La vanidad, que inflama alma en vacío;
la envidia que corroe el alma misma...
Que siete son los vicios de "la carne"
y no uno sólo... Amor concupiscente
no es amor  -quizá-  pues desde luego
el amor ha de ser benevolente.
Tú bien sabes de Amor, ya que lo eres;
lo creas, nos lo das y lo transciendes,
lo elevas de contrato a sacramento.
Que, el hombre y la mujer, nos dice Pablo,
han de ser dos, en uno, y la simiente
del fruto del amor, de la esperanza
de renovada fe... Y  -según Juan dice-
de luz, en la Luz que vino al mundo.
No me digas que algo tan "transparente",
como la pura luz que el sol imparte,
es ocasión de yerro y desvarío.
Eso, no es tentación. Es... "monumento"
de tu gloria, de tu gusto, de tu arte...
Que todo amor, Señor, es sacramento
y basta para ello, en un instante,
ser libre, consciente, sin dislate,
sin instinto de selva y ningún daño.
No sólo con “palabras de presente”...
Y canonista soy... Mas, sobre el canon,
está siempre el amor, si es transparente.
Apártame, Señor, de tentaciones
pero no del amor, si a nadie hiero,
que en el amor vivo, por él muero
y por él, y en él, Tú nos creaste.
A pesar de estar muertos, nos salvaste
por la Mujer y obra del Espíritu
y, en una cruz, a todos nos amaste.
Que, Tú eres Dios y yo... tan sólo un hombre,
y carne soy  -no solo soy espíritu-
pero tu propio Espíritu en mi carne.

¿El mundo?... Ahí está, en la ventana
de ese televisor, desde el que miro.
No salgo de mi cueva, y lo que veo
(¡que cosas veo, Señor, cómo está el mundo!)
casi siempre me aburre, no me tienta,
y si me tienta, "cierro la ventana".
Que el mundo no soy yo, yo no soy mundo,
solo soy "yo"  -sin ser-  ya que mañana,
de la vida siguiendo la corriente,
con el tiempo, y en forma soberana,
el "yo" que soy, será "Yo" transcendente.
En Ti... estoy yo, Señor. Ahí... está el mundo.

¡El demonio!... Curioso personaje...
Si es preciso, escribo con mayúscula
Satán, Luzbel, "Perico", Belzebú,
Pero Botero o Mefistófeles
(que todos esos nombres son castizos).
Pero... ¿qué es “el demonio”, Señor?... ¿No soy
yo mismo, cuando de Ti me aparto y
me separo?... Mas, si en Ti permanezco,
el enemigo es nada. Que, contigo,
en mí no cabe ya ningún demonio.
No quiero que tu Iglesia me excomulgue,
pues es también la mía, y obedezco...
Mas... ¡líbrame, Señor, de mi egoísmo!,
que del "Demonio"  librarme... sé yo mismo.


Luis Madrigal




lunes, 20 de mayo de 2013

PADRE NUESTRO, ¿POR QUÉ ESTÁS EN EL CIELO? (VII)




VII

PERDONA NUESTRAS OFENSAS...
¿CÓMO PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN?

¿Igual? Siendo así,
perdóname, Señor, cuando te ofendo;
perdona, por favor, pero no olvides,
que cuando yo "perdono" a quien me ofende
perdonar siempre quiero, mas no olvido.
Y, si has de perdonar de igual manera,
del mismo modo con que yo perdono,
justo habrá de ser  -puesto es recíproco-
que no pida de Ti perdón distinto.
Mas, si como perdono me perdonas,
sin que al perdonarme ofensa olvides,
¿qué podrá ser de mí, si así perdonas?
¡Que podrá, así, ser de mí, Dios mío...!
Quizá también, Señor, a veces pasa
que olvido al ofensor y hasta la ofensa,
la desprecio, la ignoro, lo razono,
me tiene sin cuidado, en apariencia,
pero, si a recordar vuelvo... ¡no perdono!
Del perdón, he hecho yo pasivo juego:
Si perdono  -pues grande es-  no olvido
y si  -cómodo-  olvido, no perdono.
Perdonar, es cristiano... Olvidar, "tonto",
que Tú dijiste fuéramos hermanos,
pero nunca jamás dijiste “primos”.
¡No sabes cómo soy, cómo las gasto...
a mí, el que me la hace, me la paga!...
Soy muy listo... no soy ningún “pardillo”,
soy un lince, a mí no “me la da” nadie.
¿Perdonar, yo?... ¡No me da la gana...!
Mas, Señor, soy así... Tú, bien lo sabes.
Pedir no puedo, por ello, me perdones
como perdono yo, que no perdono,
sino como perdonas Tú:
Setenta veces siete...
Gracias, Señor, pues sólo de este modo,
podré tener de Ti visión un día.
Mas te prometo  -insisto, te lo juro,-
ya que es difícil deje de ofenderte,
perdonar, de verdad, si alguien me hiere.
Perdonar... es amar. El más sublime
amor de cuantos haya. Amar al que me
ama, no es gran cosa. Tú lo dijiste.
Mas, a aquel que me maldice,
me persigue, me aruina y hasta me odia,
no sea mi impiedad la que le ofrezca,
sino el amor de tu Misericordia
y con ella el perdón que Tú me ofreces.
Perdón siempre, Señor  -a mí y a todos-
y más a mí, si a todos yo perdono.
Gracias, Señor, que tantas veces me amas,
Gracias te doy, pues me has amado tanto.


Luis Madrigal