domingo, 17 de mayo de 2009

EN ALTA MAR



CANCIÓN DESESPERADA DE UN NAÚFRAGO


I

¿De dónde llegará el calor
-a quién esperas-
que, como el sol, te guarde y te dé vida?
¿Acaso es en ti mayor la herida
que la que sangra en mí, sin sangre;
el fuego que me quema, sin que arda;
la angustia de la nada, que es la espera?
Tú, dices esperar, pero te duermes
entre el dolor que vives y el que añoras...
¡Dolor al fin...!
¡Cuántos dolores
te rodean y muerden en el alma...!
¡Cuándo, por fin, podrás hallar la calma
que alce hasta el cielo amor... Fuerza y coraje...!
¿Cuándo, por fin, sin miedo y sin ropaje
podrás volar, saciar tu anhelo;
perder de vista el suelo, tan lóbrego y tan bajo;
desde tan alto, ver brillar el suelo...
Sobre ancho cielo, desoír lo que hay abajo.


II

Vives siempre comigo... Estás dormida,
entre la bruma que azota la galerna.
Pero tu sueño, es mío... En él me duermo,
soñando mientras velo... No lo sabes,
y sentirlo no puedes, ni tu olvido
podrá olvidar mi sueño.
Si camino, entre frondosa selva,
no hallo ni un sendero dulce, que no conduzca al mar,
ancho y bravío...
Y bajo el Puente, de aquel Río que fluye,
tan paciente y azul,
ya no hay corriente que pueda yo mirar,
ni ver sus ondas; beber su agua, tan dulce
y, en la noche, cuando en el cielo brillan las estrellas,
contemplar su reflejo, que el agua hace misterio,
mientras escribe una canción de amor.



Luis Madrigal