domingo, 7 de diciembre de 2008

PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR



Este es el lema del Segundo Domingo de Adviento, en el que ya se ha encendido la segunda de las cuatro luces que forman la Corona, según expusimos en nuestra entrada anterior, correspondiente al Primer Domingo de este tiempo litúrgico de espera, publicada en este humilde Blog el pasado día 30 de Noviembre. Hoy, en este Segundo Domingo, el lema litúrgico es el que sirve de título a esta estrada: "Preparad el Camino del Señor". Y el gran protagonista de hoy es Juan el Bautista, que vivía en medio del desierto, austeramente vestido con una piel de camello y un rudo cinturón y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Claro, en aquellos tiempos, los hombres aún no habían descubierto que la langosta, los percebes, las quisquillas, las nécoras -por no decir el jamón de "para negra"- u otros sublimes manjares de hoy, eran comestibles, y seguro que, por otra parte, en el Río Jordán, no había de estas especies, ni elegantes y caros Restaurantes que las sirvieran. Pero, fundamentalmente, por lo que Juan era austero, era porque esperaba a Otro que venía detrás de él, pero que era mucho más grande que él, hasta el punto de no ser digno de desatar las correas de sus sandalias. Juan, tenía una proporción exacta de las situaciones, así como del espacio y del tiempo. El ya conocía bien al que habría de llegar. Se conocían ambos desde el vientre de sus respectivas madres, pero no se habían visto nunca. Y por eso, Juan que entre tanto bautizaba con agua a orillas del Jordán, lo hacía para preparar el camino de quien venía ya, inmediatamente. Juan bautizaba con agua, pero decía que a Aquel a quien esperaba bautizaría con Espíritu Santo. Nosotros, hoy, los que pretendemos ser cristianos en el siglo XXI, no podemos, desde luego, ser más que Juan, pero tampoco menos. También, hemos de preparar el Camino del Señor, que siempre es el mismo al que esperaba Juan, porque Él no cambia. En nuestros días, son muchas las cosas, las situaciones, que nos inspiran temor. Y no ya eso, sino auténtico miedo y angustia: La muerte, la enfermedad, la pobreza, la soledad, la impotencia ante la imposibilidad de no ser capaces de resolver tantos problemas y miserias como particularmente nos afectan. Pero, si hemos de observar la conducta de Juan, tenemos, en primer lugar, que vivir en el Desierto, en este gran desierto del mundo, tan inmensamente poblado de millones de seres, que sufren, se angustian, padecen enfermedades, hambre, soledad y tristeza. Y, como Juan, también hemos de preparar el Camino por el que ha de venir y discurrir el Señor. Preparar ese camino, en primer lugar, no es tanto "hacer Novenas" o incluso rezar, separados o juntos -los que creemos en Él- sino incluso "hacer de nuevo ese Camino", entre las piedras y los más abruptos parajes del cuerpo y del alma humanos. Ya lo dijo Antonio Machado, ese gran poeta, para mí el más grande de todos, entre otras cosas, concernientes al arte poético, por ser republicano: "Se hace camino, al andar". Preparar el camino, es pues, antes de nada, "hacerlo", construirlo, es decir, comenzar a andar, a caminar por el desierto, peregrinando desde la nada hacia el ser. Hacia el único Ser que es, por antonomasia, para que por derivación de Él podamos ser todos. Y para hacer el Camino, para caminar por el Desierto, es imprescindible, a su vez, salir de nosotros mismos, para poder encontrar a otros, a quienes no son "yo". A quiénes tienen hambre, etán enfermos, solos, angutiados o tristes... A los que están lejos de mí, pero a los que quiero llevar mi compañía -en el espíritu- incluso a lo ancho del inmenso Mar, porque de esta forma ya no pueden sentirse solos, ni alejados... Preparar el Camino del Señor, no es rezar, solos o en compañía, ni tampoco "el Rosario", en el autobús. Esto último, incluso puede ser una falta de respeto al libre pensamiento y a las libres creencias de quienes con nosotros conviven en la sociedad civil, en la Ciudad terrena. Porque, nosotros, no somos de aquí, nuestra Ciudad es la Ciudad de Dios, que anhelaba San Agustín. Preparar el Camino del Señor, no es tampoco, tan sólo, buscar con urgencia soluciones y posibilidades para alimentar a los cuerpos habrientos, o para curar a los enfermos, sino quizá más aún es establecer y desperdigar a nuestro alrededor la comprensión, la tolerancia, la generosidad y muy en especial la ternura y la dulzura del amor. Preparar el Camino del Señor, es poner alegría allí donde haya tristeza; luz donde reine la oscuridad; el calor del fuego, allí donde se haga cruda e inclemente la noche y el frío. Sobre todo, la noche y el frío del alma. Eso, es preparar el Camino del Señor... Casi todo lo demás, con ser necesario, en la medida de un medio indispensable, si por desgracia sólo es eso, no es más que una serie protocolaria de "pamplinas", deformadas y deformantes costumbres medievales y... actitudes propias de "beatos", para acallar la mala conciencia. ¡Señor, danos tu gracia, frente a nuestro egoísmo, porque tan sólo con ella podremos alcanzar la generosa solidaridad de poder preparar tu Camino!. Luis Madrigal.-

Arriba, la Corona de Adviento, con la segunda vela encendida, sobre la imágen de Juan el Bautista, el Precursor, pintado por El Greco.

Seguidamente, "Ut queant laxis", Himno gregoriano a San Juan Bautista.