jueves, 11 de diciembre de 2008

CLARO DE LUNA


La luna -lo que se ve de ella, y seguramente, con mayor motivo, también lo que no se ve- es el cuerpo celeste más enigmático de cuantos haya. Quizá por ello, se le ha tenido siempre como uno de los símbolos más románticos del amor. A esa pálida luz, tal vez se han pronunciado las palabras más dulces y tiernas de cuantas los seres humanos se han dicho a lo largo de la historia de la Humanidad. Habría que ser Shakespeare, Rostand o José Zorrilla para poder encontrarlas. O Dante, mientras vivió Beatriz, o quizá Petrarca, cuando vivía Laura. Musicalmente, tampoco se escapa de ello el gran dios de la Música, aquel que podría haber dicho lo que de sí mismo dijo el petulante Rey de Francia, Luis XIV, llamado el "Rey Sol", a quien se atribuye -dicen ahora los historiadores que no fue asi- la célebre y omnipotete, además de ridícula, expresión: "L´État, c´est moi". ¡El Estado, soy yo!. Venga ya, hombre, menos lobos...! Porque si este señor tan ridículo hubiese sido "el Sol", Felipe II, de España, por supuesto, hubiera sido el sistema solar en pleno, o dos o tres constelaciones juntas. Pero, en fin, el caso es que, en la Música, también alguien hubiese podido decir: "La Música, soy yo". Pero, a pesar de su mal genio, no lo dijo. El que no lo dijo, como ya hemos apuntado, se llamaba como yo -pobre de mí- sólo que en alemán, Ludwig, aunque todo el mundo le conozca abreviadamente por Beethoven, quitándole el van, que pese a su reminiscencia holandesa, equivale sin duda al aristocrático von alemán. Y, cuando se habla del amor y de la luna, en Música, y fuera de ella incluso, casi todo el mundo recurre a la famosísima Sonata nº 14, falsa o erróneamente llamada "Claro de luna" (así llamó otro francés mediocre a una de sus obras, Claude Achille Debussy). Pero, no Beethoven. Él la llamó "Quasi una fantasia", muy probablemente -aparte de la inclinación de las nomenclaturas musicales hacia la hermosa lengua italiana- porque esa Sonata fue dedicada a quien se ha dicho fue el gran amor invisible e inmortal de Beethoven: La Condesa italiana Giulietta Guicciardi, a quien en 1827 el gran músico escribía aquella carta que nunca envió, y en la que el compositor se dirigía a aquella dama como "Mi amada inmortal". También se ha puesto en duda tal hecho, así como el verdadero contenido de las cartas halladas tras la muerte de Beethoven. Pero, esto, es quizá lo que menos importa, porque hasta se ha llegado a decir -estoy convencido de que con absoluto error, o falsedad, después de haber escuchado ahora, una vez más, esta Sonata- que Beethoven era misógino, y que la mujer de la que estaba enamorado era un ideal, alguien imposible de ver físicamente, que sólo existía en su mente. Y, de ahí que cortejara a damas que sabía de antemano le iban a rechazar. Nada más inicerto, o más falso. Porque lo cierto es que cuando Giulietta Guicciardi, que había rechazado a Beethoven para casarse con un conde, descubre la carta a la "Amada Inmortal", y descubre que era para ella, sus angustias y remordimientos durarían durante toda su vida. Lo que a mi me parece verdaderamente romántico y soñador es la propia Sonata en sí misma. Es tan triste, pero tan dulce, que inunda de paz. Es el placer dentro del sufrimiento; la alegría dentro de la tristeza. Hasta casi invita a la muerte, a la muerte de los sentidos corporales, pero para que sólo pueda vivir el alma. Para que pueda disfrutar de la oscuridad que baña la luna tenuemente, pero al mismo tiempo hasta penetrar en los entresijos más hondos y recónditos del alma enamorada. Yo, lamento enormemente no disponer ahora mismo de ninguna fotografía de la luna, en cualquiera de sus fases, pero, por tal motivo, casi prefiero ilustrar esta entrada con otra del Sol, aunque sea ya en su ocaso, cuando ninguna esperanza cabe de que ilumine nuestro camino. Luis Madrigal.-

Arriba, fotografía de la poetisa argentina Alicia María Abatilli, que, además de los más sensibles poemas, es capaz, de encerrar en su cámara fotografías de exquisita sensibilidad y arte plástico. Seguidamenete, una vez más, la romántica Sonata "Quasi una fantasia", indebidamente llamada "Claro de luna", del genial Ludwig van Beethoven.



Moonlight Sonata - Beethoven