viernes, 22 de agosto de 2014

UN NOMBRE VIRTUOSO





PRUDENCIO


Hace ya algunos años, retiré de este mismo Blog, como quien cumple con un deber y al mismo tiempo causa una alegría a otra persona, el texto que hoy vuelvo a publicar, porque, al releerlo, entre una cierta sonrisa, me ha parecido que a estas alturas ya no puedo ofender ni maltratar a nadie. Le decía yo mismo entonces, a una buena amiga, que "Prudencio" es un nombre magnífico, sobre todo para hacer honor a él. Porque ya se sabe que, algunas personas, que se apellidan "Calvo", poseen una nutrida mata de pelo y, otras cuyo apellido es "Izquierdo", en lugar de ser más rojos que un pimiento, son lo que los propios rojos llaman "fascista", sin saber exactamente qué quieren decir, porque ya es casi universalmente sabido, a su vez, que esta gente tuerta del ojo derecho todo cuanto ve, lo mira con el de su propia siniestra tendencia. El caso es que, si alguien, además de llamarse "Prudencio", es verdaderamente prudente, nos hallaremos ante un hombre  -o una mujer-  virtuoso, porque la Prudencia, sin llegar a ser una virtud teologal, sí que es una de la cuatro virtudes cardinales, en unión de la Justicia, y además de la Fortaleza y la Templanza. Por eso, es muy importante ser prudente, aun no llamándose "Prudencio". En el orden estrictamente moral la Prudencia es aquella virtud en virtud de la cual  -cuando se posee- se ordena todas las acciones al bien, al debido fin, y para ello busca los medios convenientes de modo que la obra sea buena en vez de mala, y por tanto, agradable a Dios. En un orden más humano y temporal, aunque en íntima relación con la Justica  -que es la virtud de dar a cada uno lo suyo-  qué no decir también de los juris-prudentes, y que en la vieja Roma fueron los que cultivaron la prudentia iuris, el arte de saber elegir, antesala de los jurisconsultos, a quienes el Emperador Augusto otorgó el ius publice respondendi, o potestad de responder, ex autorictatae eius, a determinadas preguntas, precisamente por razón de ese arte, prudente y virtuoso, basado en la iustitia y en la utilitas, para dar solución a los problemas prácticos de la vida cotidiana. Esencialmente, ello ha dado lugar en nuestros días a la llamada Jurisprudencia moderna, que no es otra cosa sino la manera reiterada y constante de interpretar y aplicar la Ley, no por cualquier Juez, o "jueza" de tres al cuarto, como con suma barbarie hoy se dice  -y se hace, que eso es lo peor-  sino por el Tribunal Supremo, y tampoco por ese otro "tribunal", nido de malvendidos a las canalladas y a los canallas de la política más espuria, que en España llaman el Tribunal Constitucional. De esto último, mucho mejor ni hablar. Y la Jurisprudencia es, a su vez, nada menos que una fuente del Derecho, en defecto de la Ley. Sin embargo, pese a todo lo dicho, a mí desde luego no se me ocurriría nominar a nadie, -y nunca mejor utilizado este término con auténtica precisión-  imponiéndole el nombre indicado. No como se dice en esos bastardos y depravados concursos de la TV, en los que dicen "nominar" a cualquiera  de las mujeronas, rapazuelas o rufianes que en ellos concursan. Porque exactamente "nominar" no significa ser candidato a alguno de los "terribles suplicios" con los que se condena en tales repugnantes concursos, sino precisamente lo que ya he dicho, imponer nombre a una persona. No, no se me ocurriría, en nuestros días (y pido perdón por ello a quien haga falta), llamar "Prudencio" a ningún ser humano. Mucho menos aún, “Prudencia”, pese a tratarse de una virtud cardinal, a ninguna mujer, si ese fuese el caso. Naturalmente, a quienes guste llamarse así, por mí no hay inconveniente, antes al contrario, mi más cordial felicitación y que disfruten muchos años su nombre y, sobre todo, que hagan siempre honor a él.

Tampoco hay que olvidar el hecho de que Aurelius Prudentius Clemens (Calahorra, 348 D.C.), aunque algunos piensan que no nació en Calagurris, sino en Caesaraugusta, es el poeta hispano-latino tal vez más grande de esta época. Profesor de Retórica y también jurisconsulto, se dedicó a la Literatura los últimos años de su vida. Este gran hombre, poseía también una gran erudición tanto en el conocimiento profundo de la Sagrada Escritura, como en general en el ámbito de la cultura clásica, hasta el punto de estar considerado como uno de los mejores poetas cristianos de la Antigüedad.

Pero, ni éste glorioso poeta latino ni algunos otros, ya sean poetas, médicos o futbolistas del Real Madrid, como aquel "Pruden", que por cierto era a su vez las dos últimas cosas (¡qué tiempos aquellos, en los que los futbolistas, además, eran médicos!) son los mismos, sino "otros Prudencios", como eran "otros Pérez" aquellos con los que, a decir de Marañón, pretendió enlazar genealógicamente el famoso Secretario de Estado de Felipe II, para propiciar su hidalguía y limpieza de sangre, eludiendo así toda sospecha de descender de judíos conversos. No son los mismos "Prudencios", porque hay "Prudencios imprudentes", que aun no siendo descendientes de judíos, ni futbolistas, además de impertinentes y ridículamente necios, causan la impresión, no sólo de poseer un bajíismo nivel de instrucción, sino de no enterarse de lo que leen, al confundir, digamos  -en buen castellano, aunque ya algo añejo- "la velocidad con el tocino", formulando comentarios estúpidos, sin haber entendido nada de nada. Y estos "Prudencios", también tienen un Blog, como yo mismo, que desde luego, también como quizá el mío propio, son de los que le harían un gran bien a la Humanidad si desapareciesen para siempre. Tengo que insistir. Me permito recordar a todos estos “Prudencios” que su verdadero sitio y lugar no está en el mundo de los Blog, en lo que estos pueden significar un ámbito propio de la Literatura, -aunque de opaca procedencia, de extenso alcance-  sino en el de las llamadas "redes sociales", donde podrán soltar sus simplezas a placer. Y, como también -parece ser- se pueden llenar esos lugares de colorines y fotos de artistas de cine, no deben albergar el temor a no poder publicar las hechas en la playa y hasta posiblemente en compañía de su nuera o de su cuñada. A las cuñadas, a alguna Cuñada hay que tenerle siempre presente, por mucho que contraríe y moleste. Naturalmente, son sitios distintos. Por eso, creo yo, cada cual debe estar en su sitio. Como debió hacer aquel señor que se llamaba "Prudencio". Es un decir.


Luis Madrigal


En las imágenes de arriba, las Cuatro Virtudes Cardinales. De izquierda a derecha, Prudencia, Fortaleza, Justicia y Templanza

Más abajo, el Emperador Augusto, que otorgo el ius publice respondendi
a los iuris-prudentes. Jamás lo habría hecho a los
Jueces de lo Mercantil, al menos en España