jueves, 15 de octubre de 2009

LA ÚLTIMA MORADA


Hoy, como todos los 15 de Octubre, se conmemora la fiesta de Santa Teresa de Ávila, y antes de que acabe el día, quiero rendirle mi más sentido homenaje y el ruego de su impetración. A aquella mujer que se llamó a sí misma Teresa "de Jesús", simplemente, pudiendo haberse llamado Teresa de Cepeda Dávila y Ahumada. No fue ella una mujer vulgar y, menos aún, una monja corriente y moliente, como, quizá esas que se casan con Dios porque "ni Dios quiere casarse con ellas", según el dicho bárbaro, tan español y, seguramente tan incierto e injusto, como casi todos los "dichos". Teresa no era, ciertamente, demasiado guapa, por no decir abiertamente que era más bien feita. Nos lo dice el cuadro que pintó de ella Fray Juan de la Miseria (¡qué nombre se ponían aquellos carmelitas descalzos!), cuando ya había cumplido, eso sí, los 60 años. Pero es igual, Teresa se casó con Dios porque así lo quiso, apasionada y libremente y, toda su vida, desde que se empeñó en seguirle de cerca hasta alcanzar la última y más íntima morada, fue una intensa persecución en busca del Ser amado. Pero, no lo hizo, de ninguna manera, como esas "beatas" de hoy, que tanto han venido torciendo la cabeza, inclinadas sobre sus reclinatorios de terciopelo, sino que se enfrentó a su propia naturaleza humana, para desde ella, seguir en continuo ascenso, morada tras morada, en busca del eterno y radical Amor. Ello no consituyó obstáculo alguno para que disfrutara a lo lindo con los Libros de Caballería y con los de Romances, hasta que los prohibió la temeraria Inquisición, lo que a Teresa disgustó notablemente, protestando de ello. Ella escribió lo que escribió, en prosa y en verso, alcanzando una alta cota de sensibilidad poética, por rigurosa orden y encargo de su confesor. Es decir, hizo al revés que Santo Tomás de Aquino, que dicen quiso quemar la Summa después de escrita, por considerarla un objeto de vanidad y soberbia. Quizá no tanto, desde luego, pero, pese a todos los pesares y a cuanto pueda decirse en contra, no estoy yo muy convencido de que la Teología -esa "ciencia" que toma nada menos que a Dios, como objeto tanto material como formal de conocimiento- pueda ser en verdad una ciencia. Me parece, tengo la impresión, de que a Dios no puede conocerlo ningún humano, por la vía de su pura razón, porque de lo contrario no podría ser Dios. Teresa lo supo enseguida y, por ello, más que a explicarle, se dedicó a buscarle, haciendo de su alma un "Castillo Interior". Eso no le impidió encontrarle en todas partes, además de "entre los pucheros", sino especialmente entre las risas y la verdadera alegría y sosiego del alma. Dicen que, durante dieciocho años, el Señor desapareció de sus sentidos y de su espíritu; que tuvo que pasar por ello una "larga noche", la larga noche del alma que no encuentra al Ser supremo que busca y necesita. Pero Teresa fue una mujer "existencialista", en la más profunda y rigurosa dimensión de este concepto filosófico, según proclamó un gran existencialista, dicen que ateo, aunque yo no lo creo, Martin Heidegger, cuando dijo que "existir es estar en el tiempo para ser". Teresa de Ávila, estuvo en el tiempo, en el suyo, para eso, para ser", y ello le condujo, arrastrándose en carne mortal por los caminos de Castilla, de Ávila a Alba de Tormes, hasta llamar con los nudillos a las puertas mismas de la Trinidad divina... A ella, no le faltó, como a casi todos nos falta el tiempo para ser, una u otra cosas, las que sean, virtuoso violinista o futbolista del Real Madrid... A ella, le sobró tiempo y esa demasía fue un terrible calvario, al sentirse como una especie de "zombi", como una muerta en vida. Y por eso "moría porque no moría". No era una frasecita para "sonar bonito", era una viva y angustiosa realidad. Teresa, sin proponérselo, es hoy Doctora de la Iglesia, porque lo que escribió fué lo que le dictó al oído su propio Fundador, y además sin saber Latín, ni Filosofía, ni casi nada, pese a ser, para su tiempo, una mujer ilustrada o más o menos cultivada en la lectura de lo que entonces podía leerse. Era, hasta presumidilla. Cuando Fray Juan de la Miseria pintó el famoso cuadro que hoy se conserva, el mismo que arriba se reproduce para ilustrar esta entrada, no se sintió precisamente halagada, sino que manifestó, cara a cara, a su pintor: "Qué fea y legañosa me habéis pintado, Fray Juan". Eso se llama, ser una tía simpática y con "buen rollo", como hoy se diría. A Teresa, sin duda, le hubiese gustado también ser humanamente más guapa, en lo que al cuerpo se refiere, pero debió tener muy claro, o hasta tener el presentimiento de que, a su muerte, aquél sería "descuartizado", a fuer de recabar reliquias medievales, entre la simple hechicería de las gentes, más o menos las mismas -hechicería y gentes- de hoy, de ahora mismo. Por eso, si alguien va a Alba de Tormes, en la noble Salamanca, no vaya allí buscando a Teresa. Aparte de que casi no quedó ni un rastro de su cuerpo. Se dice que desde los dedos hasta el propio corazón, todo fue objeto de relicarios, y el propio General Franco andaba de un lado a otro con un brazo entero, el famoso "Brazo de Santa Teresa". Pero, dedos o brazos aparte, Teresa no está allí, porque al fin consiguió morirse y ese día, al alcanzar la última morada -o ya antes quizá, en algún momento- se hizo traslucida y vaporosa, como el humo de las nubes o como el viento que hiere las torres y los campos de su Ávila natal. Enhorabuena a todos los abulenses. Hoy es el día de "su" Santa, pero también de la gran Santa de España, la que dió su nombre a otra Teresa, aquella Teresita de Lisieux y, por ende, esta última a la tercera Teresa, la de Calcuta, aquella albanesa que quiso vivir entre los leprosos, en lugar de entre las señoritas irlandesas, y cuyo recuerdo sin duda late permanentemente en la memoria de toda la Humanidad. Desde luego, es importante eso de llamarse Teresa. Luis Madrigal.-

Seguidamente, la composición músical"Alma Redemptoris Mater", de Tomás Luis de Vitoria, también abulense, y bautizado en la misma pila bautismal que Teresa.