miércoles, 11 de febrero de 2015

OTRA VEZ EN TORNO A LA PALABRA



¿TAMBIÉN SE PIENSA CON SONIDOS Y GESTOS?

Hace ya casi dos años, concretamente el Lunes, 17 de Junio de 2013, publicaba yo mismo en este Blog el artículo  -no me atrevo a llamarlo “ensayo”, aunque quizá podría-  que titulé “SE PIENSA CON PALABRAS”. Y a él me remito en todo, con las correcciones que procedan, por descontado. Este texto, también fue publicado, no recuerdo si antes o después, en la revista literaria argentina FLAI, y produjo el comentario de la escritora uruguaya Doña Olga Lucía Florio, sordomuda de nacimiento, cosa que yo ignoraba entonces. Esta señora, me comunicaba en aquella fecha, literalmente, lo siguiente:

         “Muchas gracias por el aporte. Es muy difícil pensar en otro idioma. Yo estudié varios años de inglés y francés pero pienso en español. Y ahora estudio lengua de señas uruguayas, que es otro idioma aunque piensen lo contrario. Me dijeron que hay que tratar de pensar en señas y no en palabras, ya que las personas que nunca oyeron en su vida sólo piensan en gestos. Una persona nacida sorda, en América o España, puede hablar lengua de señas y no conocer el español si no fue a la escuela. Agrego que todos los países tienen diferente lengua de señas, por lo que un uruguayo no puede hablar con un español, o sea que no se entienden.”

Desde entonces, vengo yo tratando de aclarar mis ideas  -o más bien mi falta de ellas-  al respecto. Porque, me pareció entonces y me parece ahora muy interesante considerar que la palabra (en el más amplio sentido), por medio de la cual habitualmente se expresa el pensamiento en la mayoría de los casos, no sólo es lexema y sintagma, sino también fonema, y sonido. Estas dos últimas cosas  se encuentran muy relacionadas pero son distintas. Y en lo que  no había reparado nunca es en que pudiera también expresarse el pensamiento por medio de gestos, pese a haberlo comprobado muchas veces. Es decir, que el pensamiento, no sólo es palabra, escrita o hablada, sino también tacto, movimiento y fono. Y según parece, o al menos según entendía mi amable comunicante, la señora Florio, un sordomudo tiene que pensar en gestos y señas, porque no puede pensar en otra cosa. No puede si no fue alfabetizado en la escuela, naturalmente, por que la palabra escrita puede estar perfectamente a su alcance, tanto como al de cualquier persona.



Lo importante, pues, es pensar, con independencia del instrumento utilizable para expresar el pensamiento, de modo tal que pueda establecerse una comunicación entre quien se expresa y el que recibe el contenido de lo expresado. No podría yo decir, ni me atrevo a ello, cual de esos instrumentos de expresión de lo que se piensa pueda ser más perfecto, completo, rico en matices, capaz de abordar las ideas más profundas; para poder transmitir, por ejemplo, en todos sus incisos, la “Filosofía de la Historia”, de Hegel, el “Discurso del Método”, de Descartes o la “República”, de Platón. ¿Y el pensamiento científico positivo, a través de la Matemática? O la Poesía. La construcción y transmisión de un poema. No me atrevo, ni me permito decir nada al respecto, pero pienso para mí que la palabra, o el número, el signo matemático, constituyen instrumentos de expresión insuperables.

Pero lo esencialmente capital es la cuestión que yo planteaba hace dos años, acerca de “con qué” se piensa; es decir, no sólo del instrumento de manifestación o exteriorización de lo que se piensa, sino del propio contenido de lo pensado, cuanto más complejo sea. En esta orientación, pues, (dejando al margen las causas psico-neurológicas  -pese a que esto sea mucho dejar-  y al margen también de la escritura, en cuanto sistema de representación gráfica por medio de signos trazados en un soporte), en la instrumentación o creación del pensamiento, más que en su modo de expresión, habrían de ser considerados, no sólo los aspectos léxicos, el lexema y la unidad mínima del mismo, raíz de la palabra  -el momema-  sino también los fónico-fonológicos de la lengua humana, de cualquiera de ellas, puesto que, según es sabido, tanto los semiólogos como los lingüistas consideran probado que la escritura es posterior al habla. Desde luego esto último resultaría ocioso hacerlo precisamente en el caso de los sordomudos de nacimiento. Y en cuanto a los gestos y señas, ya sabemos y hemos comprobado que puede manifestarse el pensamiento, al menos el más elemental, mediante ellos, pero ¿se puede o se podría pensar mediante gestos y señas, de un modo reflejo? Me parece que tampoco esto es posible.



Sin embargo, no se termina la cuestión con ello. No se termina porque ni tan siquiera comienza. Me parece continúa siendo un misterio el por qué el ser humano emitió aquel sonido, o si se quiere aquel simple ruido: “rgu”. Porque lo que fue sucediendo después es un mero proceso de perfección del lenguaje, del habla, hasta alcanzar la escritura. Pero, ¿y el pensar, el pensamiento? Ninguno de los aspectos a los que me refería, en torno a los cuales se construye el lenguaje, el idioma, el modo de hablar, tengo la impresión tengan nada que ver con la facultad de pensar en sí misma considerada. Es más, me parece que, al revés, tanto el habla como la escritura son un producto, un fruto del pensamiento. El primero de ellos, si se quiere. Ciertamente, los fonemas son unidades teóricas. Desde el punto de vista estructural pertenecen a la lengua, mientras que el sonido pertenece al habla. Los fonemas no son sonidos con entidad física  -se encuentran al margen de la acústica-  sino abstracciones mentales o formales de los que comporta el habla. Por otra parte, el fonema tampoco es el fono, porque este último es cualquiera de las posibles realizaciones acústicas de aquél, de tal modo que mientras la Fonología es una rama de la lingüística cuyo objeto de estudio son los fonemas, la Fonética tiene por objeto el estudio de los sonidos. Pero todo ello, todo, ha sido sucesivamente una conquista del pensamiento y éste, el pensar y el hacerlo de un modo crítico y, en consecuencia analítico, es la característica esencialmente propia y privativa del ser humano. Y de su misterio.

Luis Madrigal