martes, 13 de abril de 2010

Música Culta (XXVIII) Jean Baptiste LULLY (1632 - 1687)



Jean Baptiste Lully

Florencia (Italia), 1632  -  París (Francia), 1687

Compositor, Violinista y Director de Orquesta


Músico que cubre un amplio período, no sólo de la Música, francesa y europea, sino de la política, la intriga y en cierto modo el despotismo de las monarquías absolutas. Nacido italiano, bajo el nombre de Giovanni Battista Lulli, llegó a Francia a la edad de 11 años y, a los 29 consiguió casarse con la hija de un influyente músico francés, Michel Lambert, que además era un alto funcionario de la Corte. Sus intrigas y su astucia le permitieron , no sólo llegar a Director de la "Academie Royale de Musique", sino a Superintendente Real de la Música y hasta a Secterario del propio Rey, Luis XIV, el Rey Sol, con lo que ejerció una poderosa influencia en toda Francia, dentro y fuera de la música. En el campo musical, su nota más característica, aparte la composición de piezas religiosas, se llevó a cabo en la Ópera, en la que influyó notablemente, abandonando los recitativos y cambiándolos por acompañamientos artísticos. Con Couperin y Rameau, constituye el barroco francés, si bien, aun cuando yo carezca de toda capacitación y autoridad para juzgarlo, su música resulta de muy inferior atractivo emocional, para mi gusto personal, a la de estos últimos, e igualmente, debido a su influencia política, mantuvo bajo su autoridad a músicos contempotráneos de mucha mayor entidad, como Marc-Antoine Charpentier, Campra o el propio Clérambault, pese a haber introducido también modificaciones y novedades al gusto francés. En su tiempo, no se dirgía la orquesta con una batuta, sino con bastón, una pesada barra de hierro, que se golpeaba sobre el suelo. En uno de estos frenéticos movimientos, Lully, se golpeó un pié con el bastón, la herida se agangrenó y murió de ello. Con toda seguridad, no fueron muchos los que lloraron en Francia su muerte.




INGENUA PERPLEJIDAD





¿POR QUÉ SERÁ?




Si el cielo, no es el mar,
¿por qué parecen, en el horizonte,
uno y otro el mismo,
inyectadas sus venas,
en sinérgico y solidario apoyo,
y en un cromatismo que acrisola
y depura su imagen,
vistiéndola del mismo manto?





Si el hielo no es la nieve
y de cristal parece,
sin copos de algodón,
¿por qué los dos cortan la sangre
hasta parar el movimiento
y, en las noches de cielos rasos,
hacen tiritar a la Luna,
que se asoma aterida a su balcón de plata,
sobre el mar gélido, herido por el frío?




 
Si el fuego y el calor,
no son lo mismo,
¿por qué, en el estío dormido,
suena, con nervioso y frenético estrépito,
una campana, de inquietos y angustiosos tañidos,
que llaman y congregan al esfuerzo
y hermanan el músculo con el agua,
para refrescar salvíficamente
al prado y al árbol,
librándolos de los estertores de la muerte?


Luis Madrigal