miércoles, 20 de agosto de 2014

NO ES EL ESTILO, ES EL SENTIMIENTO



SOM UN SENTIMENT

Pude observar anteayer en las gradas del Nou Camp, el grandioso estadio del Club de Fútbol Barcelona, una pancarta que inmediatamente llamó mi atención. Lo de menos, para mí, en esta ocasión, era el fútbol y el partido que se disputaba entre el club catalán  -que, según su propia tarjeta de presentación es mucho más que un club-  y el León F.C., de Méjico, último campeón de la Liga azteca y, según pude oír, de muy brillante participación en la Libertadores, que congrega a la flor y nata futbolística de lo que Francia tanto pugnó, hasta conseguirlo, que se llamase “América Latina”. Insisto: Lo menos relevante era el fútbol y el partido. Lo que me hizo meditar fue la pancarta. “Som un sentiment”, decía la misma. Esta afirmación, ni era agresiva ni a nadie podía herir, ni mucho menos era tan ridícula como, en otra ocasión, en el mismo escenario deportivo, aquella de contenido como mínimo irreverente, si no sacrílego, “Dios existe y es brasileño”, alusiva a aquel futbolista tan feo pero de excelentes aptitudes futbolísticas, que se llamó y creo aún se llama o llaman “Ronaldinho”. En esta ocasión, no. El contenido de la pancarta proclamaba algo de suma nobleza, porque el sentimiento, por amor a algo, o de algo de lo que está repleto el corazón, en uno de los más nobles impulsos. El amor, a diferencia del odio, que siempre es perverso, es también siempre la más alta cota del espíritu que podemos albergar los humanos, porque eso ya es huir de la materia, objeto substantivo y formal -como ciencia- de la Física, y al mismo tiempo, sin ninguna contradicción, substancia torpe y muy alejada de la verdad más radical de todas las verdades, por mucho presuman de ello los que no aceptan  -porque no quieren-  otras realidades radicales, muy superiores a la materia. Por eso llamó mi atención aquella pancarta y desde luego, también mi adhesión. El sentimiento -mucho más que el estilo, como pretendía Buffon- “es el hombre”. Yo, también soy un sentimiento, pensé. O no seré nada, pienso ahora.

Es muy posible, por no decir seguro, que lo que proclamaba la referida pancarta del Camp Nou fuese algo extra-deportivo, y no tanto porque el F.C. Barcelona, como asegura asimismo el rótulo que muestran sus graderíos cuando se encuentran desnudos de espectadores, sea “mes que un Club”, sino porque tanto la pancarta como el rótulo de las gradas no son la causa sino el efecto de lo que proclaman. Aún así, personalmente yo me adhiero con respeto y hasta con cariño al sentimiento proclamado, sin perjuicio de cuantas puntualizaciones, también a mi juicio, resultan objetivamente pertinentes. No digo esto ahora, más que mediado el mes de Agosto, como pretexto  -nunca mejor dicho-  de lo que intuyo voy a decir, si Dios quiere, en este mismo humilde Blog, el próximo 11 de Septiembre, “Día de Cataluña”. Creo que en absoluto resultan incompatibles y menos todavía contradictorios, el “pre-texto” -este mismo que ahora escribo- y el texto que haya de surgir de mi más honesto parecer subjetivo el referido y ya casi inmediato “Día”. También esta confusa jornada es puro sentimiento para los catalanes y para algunas otras personas, entre las que me incluyo, de sentires y sobre todo de criterios objetivamente austracistas, aunque ya estén muy pasados de época, tras el transcurso de más de tres siglos. Prefiero también decir esto, en sentido positivo, más que en el negativo y visceralmente antiborbónico que me cubre de pies a cabeza. Y dentro de lo que ampliamente, según creo, me permite la libertad de expresión, no me refiero en particular a nadie, es decir a ninguno, sino a todo y a todos los que hemos padecido los españoles, sin excepción alguna y, por lo que parece, tenemos la desventura de seguir sufriendo. Máxime considerando los extravagantes matices concurrentes en esta hora, tanto de esencial inconsecuencia institucional como de pésimo mal gusto socio-cultural y hasta moral.

Pero lo más importante, en lo que atañe al sentimiento que ayer flotaba en el Nou Camp, ondeando al aire, debo confesar sinceramente, no sólo mi adhesión a la pancarta de referencia, sino también mi comprensión y, si no ofendo a nadie, hasta mi compasión, en el sentido también más noble de este último término. Creo entender ese sentimiento como particularmente yo también entiendo las situaciones lacerantes, frente a las cuales resulta imposible hacer nada, pero de cuya impotencia surge también el espíritu más recio de rebeldía, de las personas y de los pueblos.


Luis Madrigal