lunes, 17 de marzo de 2014

LA SUBJETIVIDAD MÁS SUBJETIVA



EL LENGUAJE POÉTICO

Desde hace ya cierto tiempo, vengo pensando que la subjetividad, y mucho más que eso, la subjetividad subjetiva, sirva la redundancia, o desde dentro  -la “mismidad”, como diría Zubiri-  no puede expresarse mediante las palabras que constituyen el lenguaje. Al menos el lenguaje gramatical, convencionalmente agrupado en los diccionarios. Y por ello también, me viene pareciendo lícito el “inventar” nuevos términos lingüísticos, no con el propósito de que éstos sean acogidos en aquellos sagrados lugares de la palabra, sino tan sólo para poder expresar esa subjetividad más subjetiva, o si se prefiere, la identidad subjetiva más esencial al ser de cada cual. En realidad, cuando Ortega tuvo que verter en los entresijos del lenguaje algunas de las ideas más singulares y transcendentes de su pensamiento, se vio obligado a inventar palabras, porque ninguna de las existentes le servían para decir exactamente lo que quería decir. Y lo mismo, le sucedió a Heidegger, en relación con el famoso “dasein”, porque en la lengua alemana no existen dos verbos distintos, como en castellano lo son ser y existir. Y lo que Heidegger necesitaba decir no era que las cosas no son, ni pueden ser, y por lo tanto no existen, sino que únicamente “están ahí”. Tan sólo con esto, puede quedar bosquejada la cuestión a la que quiero referirme seguidamente.

Trasladando esta misma idea a lo que podría llamarse la expresión del sentimiento mediante la palabra, es decir, al lenguaje poético, un personaje, para mí tan negativo y nefasto como Fritz Mauthner, pese a haber influido, aunque en modo no tan negativo, en Ludwig Wittgenstein, consideró que “la Poesía es la existencia de los sentidos por medio de la palabra”, y en consecuencia, el lenguaje poético no puede prescindir de ésta última, sino que se encuentra fuertemente vinculado a ella. Pero, esto no quiere decir que el poeta pueda olvidar, y menos aún negar, la dimensión introspectiva del sentimiento, sin que, a pesar de ello, pueda encontrar la palabra precisa, y menos aún exacta, portadora del contenido semántico capaz de reflejar fielmente lo que siente. De ahí, tantas veces, la conocida expresión popular de “no hay palabras”, para expresar el sentimiento. En consecuencia, la Poesía, más que la expresión de lo que se siente, mediante la palabra, es, más bien al contrario, la imposibilidad de expresar con palabras lo que se siente, cuando esto es muy agudo o alcanza una longitud de onda especialmente íntima y, por ello, contundentemente verdadera. Y de ahí, por ello, la expresión del propio Heidegger  -que, tras abandonar la Filosofía, cultivó la Poesía-  cuando afirmaba: “El Decir de un poeta permanece en lo no dicho.”  Y no sólo permanece, creo yo, porque “permancer” es mantenerse sin mutación en un mismo lugar o estado, durante cierto tiempo, sino que incluso, ese decir, consiste esencialmente, de un modo paradójico, en lo que no se dice.

El discurso poético, por tanto, sobrepasa al lenguaje o, en otras palabras, el lenguaje es una herramienta insuficiente y muy tosca para expresar el sentimiento. Por ello, como también descubrió Heidegger, “cada poema habla desde la totalidad del Poema único y lo dice cada vez.” Pero lo dice sin decirlo, porque para el poeta, el silencio se identifica con la totalidad, no de lo que dice, sino de lo que resulta imposible decir.

Esta imposibilidad, en lo que atañe al lenguaje, se manifiesta de forma especialmente acusada en la lírica amorosa y también en la elegíaca, o dolorosa. Las mismas palabras, amor o dolor, no tienen o no pueden tener el mismo significado para unas personas que para otras, en unas situaciones que en otras. Aparentemente el significado de estas palabras es el mismo para todos, pero nadie puede saber si a lo que yo llamo “amor” o “dolor” es lo mismo que otro quiere expresar con estas palabras, porque de la misma forma en que yo no puedo experimentar el amor o el dolor de otro, nadie puede experimentar mi amor ni mi dolor.



Por todo ello, el lenguaje poético, al mismo tiempo que sumamente difícil de comprensión o de interpretación, resulta paradójico, mucho más que ningún otro tipo de lenguaje en el que, esencia y magnitudes, son perfectamente definibles y mensurables. El amor o el dolor, no. Ambos son, a veces, de perfiles y límites borrosos y siempre inmensurables. Mucho más que las aguas del mar o las nubes del cielo, del universo finito. Han de inscribirse dentro del bio-cosmos universal y eterno en el que se encierra el alma humana, y ello hace aún mucho más difícil la definición de lo que es o pueda ser el arte de la Poesía en este tipo de poemas. No, no vale aquel verso -dicen que inmortal-  de “poesía eres tú…”. Hace falta más. Mucho más.


Luis Madrigal