lunes, 2 de enero de 2012

UN PUENTE Y UN ARROYO




VIERON CORRER EL AGUA


Se oculta el sol y brilla claro el cielo,
sobre el agua que el techo azul refleja.
Cual hilo que devana la madeja,
hacia el Río, un Arroyo, arrastra el suelo.

No miraré ya más mi desconsuelo
ni el silencio, en mi nada, ni la queja;
ni el dulce fruto que tejió la abeja,
aunque, en vez del calor, me cubra el hielo.

Buscad en vuestro cauce, aguas, el Río
-ese trozo de cielo que camina-
que en él se hará verdad mi amor tardío.

Dulce agua de ayer, hoy de mi ruina,
no arrastres su mirada en mi extravío.
Vuelve a mi pobre ser, aun con la espina.



Luis Madrigal