jueves, 8 de abril de 2010

TRILOGÍA EXISTENCIAL



I

HA DE PUDRIRSE EL GRANO

¿Ya no suspira el cielo?
¿Se fue la lluvia
a empapar otras tierras
resecas, calcinadas, donde el grano
ha de pudrirse,
para multiplicar su aliento?
Así será.
¡Bendito el llanto,
si del cielo desciende
y las llanuras, cual mares emergentes,
acogen la semilla que, mañana,
será una espiga rubia.
Su fruto, en el molino,
al deshacerse y convertirse en polvo,
nutrirá el músculo que duerme
y, su energía,
transformada de nuevo en calor y vida,
como el viento,
salvará barreras y trincheras
para avanzar en triunfo
hasta alcanzar la esencia.





II

¿SE HA ESCONDIDO EL CAMINO ?

Corre sereno Abril.
No llueve, ni una hoguera alienta en la noche
para alumbrar caminos,
donde aún no ha nacido el trébol.
Tampoco las estrellas
rutilan sobre su sendero luminoso
en las constelaciones que las guardan celosas,
y aun las esconden del suelo,
arrebatando a los ojos que las miraron
una sinfonía armoniosa,
asimétricamente calidoscópica,
cuando el viento del Sur
las empuja con delicado embeleso.
Aquella, tan luminosa,
siempre presta a orientar pasos
y hacer guiños, cómplices de la aventura,
se ha ocultado... ¿Tal vez para siempre?
Y ya el camino se ha hecho incierto;
ya nadie conoce la ruta, ni el destino
al que arribar, anhelante y sumiso.
Acaso, para alcanzar un pedazo de pan
que nutra los cuerpos, tan frágiles...
Acaso, unas gotas de aceite y vinagre,
para curar lacerantes heridas...
Y siempre, como los viejos soldados,
el amoroso asiento a la lumbre,
en la concordia y la paz del espíritu.


 

III


VERDAD QUE SE ESTRELLA Y EVAPORA

Aquel recodo que serpea,
cuando, bravo y audaz discurre el río,
es incógnita y clave transparente,
si tan sólo una gota de albedrío,
en busca de lo cierto,
lleva su cauce avulso a la ribera
y, en tierra firme, grita la verdad que arrastra,
entre guijarros y musgos.
Salpicará al batir sobre las rocas,
amalgamadas por el óxido
y cubiertas de líquenes,
la verdad que absorvió del vientre de la tierra.
Mas, por rotunda y concluyente,
se dispersa, al chocar con el pedernal,
en mil verdades, tan diminutas y estériles
que se disipan y evaporan al aire, seco e hiriente.


Luis Madrigal