sábado, 30 de julio de 2011

PREGUNTO AL VIENTO




SI TU PECHO EL INVIERNO HA HECHO SOMBRÍO


Siento sed y vacío de tu aliento,
de tu mirada triste, que me mata,
y a tu silencio mi alma se aclimata
como tierra reseca. Tan sediento.

Al aire, como casa sin cimiento,
tantas veces espero… Y nunca, ingrata
de mi anhelo, tras dura caminata,
recibo de tu mano el alimento.

Pregunto al viento si, cruel el frío,
de la nieve o la lluvia y su murmullo,
tu pecho ha hecho el invierno tan sombrío.

Si ha herido en tu rosal algún capullo,
cuando el calor me agobia en el estío.
Y, para asir tu hielo, al sol rehúyo.




Luis Madrigal
 
 
 
 
 
 
 
 
 

viernes, 29 de julio de 2011

OTRA VEZ EN TORNO A EL TIEMPO




EN HONOR A MAN


Hace algunos días, no demasiados, mi buen amigo murciano, Manuel Enrique Mira Sánchez, nuestro querido MAN, publicó en su Blog una breve reflexión sobre el tiempo. ¡Oh, querido MAN  -me dije-  el tiempo no es eso que cuentan o miden los relojes! Eso es, simplemente, su duración. La duración del tiempo. Porque, la existencia confirmada de una cosa que permanece en su ser, no es el ser que permanece. Fue Baruch Spinoza, un judío holandés oriundo de España, concretamente de Orense  -para que se sepa que, en “a terra da chispa”, no sólo se dan los afiladores- racionalista y heredero crítico del cartesianismo, quien, en su “Ethica”, identificó duración con permanencia. El tiempo, querido MAN, tú bien lo sabes, como lo sé yo, es un misterio, y los misterios no son alcanzables a la razón humana. No es posible entenderlos, de modo alguno. Podrán comprenderse, tal vez, algunas o ciertas clases o categorías de tiempo  -el tiempo interno o de la conciencia subjetiva, o incluso el tiempo objetivo o externo, que son aspectos relativos-   pero parece impenetrable el concepto de tiempo imaginario, ideal o absoluto. Y no digamos lo que los teólogos llaman tiempo sagrado, que no es precisamente el dedicado a las festividades o momentos determinados del calendario litúrgico -aspecto este más bien propio de sacristanes que de teólogos- sino esencialmente la consideración de ese misterio, que ya, como tal y en sí mismo, no podemos comprender, en relación nada menos que con Dios, que es el Misterio radical y absoluto.



 La permanencia en el ser puede darse de diversas formas, pero esencialmente de dos: La que resulta aplicable a todos y cada uno de los entes corpóreos, sujetos a generación y corrupción, que es una permanencia relativa, y la forma plenamente perfecta y absoluta de permanencia en el ser, a la que se llama eternidad. La primera, puede resultar explicable y, en este sentido, los matemáticos, y MAN lo es  -aunque más bien los físicos y especialmente los astrofísicos-  han explicado el tiempo mediante fórmulas y ecuaciones relativas a los movimientos regulares y mecánicos de los cuerpos celestes. Este es el objeto de estudio, material y formal, de la Astronomía. Pero, además de los astros, dentro del cosmos sideral, se halla el cosmos geobotánico, y en él existen los seres vivos, animales o vegetales y, en consecuencia, existen también los ritmos o tiempos biológicos. Y dentro de este mismo orden, se encuentra el ser humano, con lo que otra ciencia  -la Psicología-  trata también de definir y analizar el tiempo psíquico. Pero ninguna de estas definiciones y explicaciones, pueden explicar y hacer comprensible el tiempo absoluto, o eterno, que permanece incomprensible en su misteriosa dimensión. Por eso, querido MAN, dijo San Agustín, aquello que tú citabas: Todos podemos tener idea de lo que pueda ser el tiempo, o de cómo puede ser definido, pero, cuando se nos pregunta, no sabemos qué decir. Esto lo dijo, Agustín de Tagaste, en sus “Confesiones” (XI, 14, 17).




Pese a ello, la Filosofía se ha enfrentado siempre a la idea de tiempo, tratando de desentrañar su concepto. Y, en este plano, el estrictamente filosófico, creo yo, hay que apartarse por completo de las concepciones físicas y cosmológicas, ya sean subjetivistas o realistas, para centrarse en las metafísicas  y ontológicas, si se aspira, al menos, al intento de capturar una idea puramente filosófica del tiempo. Y han sido dos, fundamentalmente, las orientaciones de este carácter que han desarrollado una metafísica y una ontología del tiempo: La del parisino Henri-Louis Bergson, padre del llamado intuicionismo o vitalismo, y la del filósofo existencialista alemán Martin Heidegger, respectivamente.

Bergson, construyó una metafísica de la duración, opuesta a la concepción de la ciencia físico-natural. Según Bergson, en las leyes físicas que regulan el movimiento, el tiempo se convierte en un parámetro enlazado con el espacio, llegando hasta confundirse con el mismo. Efectivamente, además de la teoría de la relatividad de Albert Einstein, en los tiempos coetáneos, Stephen Hawking (que es nada menos que el sucesor de Isaac Newton en la Cátedra Lucasian de Cambridge), ha hablado de la “unidad espacio-tiempo”. Pero, a Bergson, ese tiempo, se le antoja adulterado y ficticio. El verdadero tiempo está en el tiempo vivido, en el tiempo de la conciencia; la duración real es pura fluencia cuantitativa, opuesta a la estaticidad cuantificada del espacio. En consecuencia, el tiempo real es verdadero, porque la duración no se piensa, sino que se vive, se intuye. Si, por pura casualidad, alguien está leyendo ahora esto, o llega alguna vez a leerlo, cosa que dudo mucho, ignoro si podrá quedar convencido por Bergson. Personalmente, a mí no me convence nada, sino que, más bien, mucho más que metafísica, me parece un mero producto literario. No en vano, Bergson, que era un excelente escritor, ganó el Premio Nobel… de Literatura, en 1927. Y dicen, además, que recibió la marcada influencia de un sublime poeta, Antonio Machado. Una vez más, antes que un francés, “hace camino” un español.
 
 
 

Decididamente, en cuanto a la percepción y determinación humanas de la consistencia del tiempo, soy un decidido y entusiasta partidario de Heidegger. Su análisis, me convence plenamente y me parece de suma certeza y transcendencia real. Lamentablemente para mí, no he conseguido llegar a leer a Heidegger en alemán, que sería lo deseable, sino meramente traducido, aunque espero que bien. Tengo casi siempre, sobre mi mesilla de noche, su obra fundamental al respecto; “Sein und Zeit” (“Ser y Tiempo”) y no sin subrayados precisamente, sino -como diría Ortega a su amigo el filólogo y humanista alemán Ernst Robert Curtius-  con tantos lápices, de tantos colores, que parece “un pájaro del Brasil”. El tiempo es, para Heidegger, la raíz ontológica esencial, siendo uno de los “existenciales”, un elemento casi sagrado, porque de él depende nada menos que el propio ser. Esto es, la esencia, de un modo paradójico, existencialmente -y no hay contradicción alguna- depende del tiempo. La esencia última, el último ser que cada hombre puede o es capaz de alcanzar. Un ejemplo, que escuché al Padre Oliver, un filósofo, y uno de los más fecundos y nítidos divulgadores de Heidegger, en la Universidad Complutense de Madrid, hace ya algunos años, podrá sin duda iluminar esta idea del tiempo, en relación con el ser, muchísimo mejor que cualesquiera otros conceptos. Proponía en aquella ocasión el conferenciante, imaginar a un niño, de una inteligencia natural superior y especialmente dotado además para el estudio de la Medicina. El niño, es hijo de un médico excelente, un “pozo de ciencia” y de experiencia clínica notabilísima, que ha curado y salvado la vida a infinidad de personas, con cuadros severísimos. El padre del niño, además de excelente médico, dispone de una inmensa fortuna, y es dueño de una red de Hospitales con todas las máquinas y últimos inventos, clínicos y quirúrgicos. El padre, es también íntimo amigo de portentosos colegas, los mejores clínicos y cirujanos del mundo, y al llegar al uso de razón, el niño siente igualmente una gran afición y amor a la Medicina, por lo que decide firmemente ser médico. Pues bien, ¿qué le falta a ese niño para convertirse también en un gran médico? ¿Nadie lo adivina? Si es así, es porque nadie está leyendo esto que yo ahora escribo, porque, en otro caso, la respuesta sería muy fácil: ¡Sólo, únicamente, exclusivamente, para ser tan excelente, o aún mejor médico que su padre, a ese niño solamente le falta… ¡tiempo! No llegará a ser un gran médico por ninguna de las restantes circunstancias; reuniendo todas ellas, naturalmente incluida su voluntad, podría no llegar a serlo, como fácilmente puede deducirse, si no media y transcurre el tiempo.



Por eso, dice Heidegger lo que, para mí, es una de las verdades transcendentes más absolutas que se han podido decir en Filosofía. Dice que, “existir, es estar en el tiempo para ser”. Se impone una aclaración importante. Como es lógico, Heidegger escribe en alemán, que es su propia lengua. Y en la Lengua alemana, a diferencia de lo que sucede en castellano, no hay dos verbos distintos, “ser” y “estar”, sino que ambos tienen que enunciarse bajo una forma única: sein. “Sein”, significa, tanto ser como estar. Mucho menos “existir”, palabra que no puede encontrarse en alemán. Esto es, en alemán, “existir”, no existe, aunque exista “existencia” (existenz). Y por ello, Heidegger tiene que hacer “encaje de bolillos”, para construir y expresar su profundo pensamiento y, cuando quiere poner sobre la mesa el “existir”, no utiliza el Sein, sino el Dasein. Es el famoso “dasein” de Heidegger, que más que “existir”, significa “estar ahí”, como “están ahí” las cosas, los objetos corporales del mundo exterior, que, en sentido filosófico, no existen, porque no pueden “existir”, al no necesitar nada del tiempo para llegar a ser más de lo que ya son, en un momento dado, aunque transcurran millones de unidades, sean las que fueren, de tiempo. Sólo, únicamente, exclusivamente, puede “existir” el hombre, el ser humano, porque sólo él puede llegar a ser. Y por eso  -se encuentre o no siendo protagonista del ejemplo anteriormente propuesto, o ya haya de partir de cero, sin padres preclaros y poderosos, sino siendo hijo de un pobre carpintero, o de un “terronero”-   no se “para”, sino que se “dis-para”, se lanza hacia el ser, con el ingrediente casi sagrado del tiempo. Cuando el tiempo se acaba y, como dice Heidegger, “suenan las campanas de la muerte”, lo que “yo” no haya sido, ya nadie lo podrá ser nunca por mí. Si hubiese podido llegar a ser cien, o mil  -de esto o de aquello-  y tan sólo he llegado a ser diez, o veinte, de otra cosa o especie, o de calidad bien distinta, me habré quedado “enano”, habiendo sido “programado”, o potenciado, para llegar a ser un “gigante”. Tan sólo “existe” el hombre. Las cosas, “están ahí” (dasein), pero no pueden existir. ¿Y Dios? De Dios  -dice Heidegger- no sabemos nada. Y añade: “Pero si algo podemos saber, es que no existe”. Se ha tachado siempre a Heidegger, sobre todo en la “católica” España, de incrédulo y de ateo. Sin duda alguna, porque nadie, o muy pocos, entre tantos “talibanes” y “meapilas”, se han parado un solo segundo a pensar, que Dios no puede “existir”, porque Él “es el que es…”. Y lo es eternamente. Luis Madrigal.-
 
 
 
El Tiempo. Abstracción de Wassily Kandinsky
 
 
 
 
A mi querido amigo
Manuel Enrique Mira Sánchez, MAN, ante
el clamor de  su espíritu de que, en un solo momento, pueda
caber toda una vida. Y con el mayor afecto.




En la imagen de arriba, la alegoría "El Triunfo de Venús", de Agnolo Bronzino, en la que supuesta y pretenciosamente, Venús, acompaña por Cupido y por el Tiempo, parece librarse de este, conservando su belleza.
Este cuadro, es un presagio del estilo barroco
y de la ulterior "pintura galante" francesa. 
 
 
 
 
 
 

jueves, 28 de julio de 2011

NO SE OYE EL MAR...




DESDE LA FRONDA QUE HABITA
EN LA MONTAÑA


¿Acaso ya no llega el viento
hasta la playa profunda y misteriosa,
o, son las olas, con su ronco murmullo,
las que ocultan las notas en que entono mi canto?

¡Qué agudo es el silencio, cuando clava,
como hiriente cuchillo en viva carne,
su opaco y mudo eco sin aliento!
Cuando, ahogando al suspiro, asfixia el llanto...

Si el mar te llama, vete... Mas escucha,
al menos desde lejos, un latido;
riega el agua del mar con una lágrima...
Que, al pisar sobre arena, firme el paso,
tu corazón se ensanche y acaricie
la fronda que se pierde en la montaña
y que tu mente acoja un pensamiento...
Que, en otro corazón, vive tu alma.



Luis Madrigal










miércoles, 27 de julio de 2011

¿DÓNDE HABITAN LOS SUEÑOS...?




DÍMELO TÚ...


Dímelo tú...
Dime dónde los sueños habitan
en lo más hondo del bosque,
de madreselvas y rosales,
que se expande hasta el Mar
y ofrenda su perfume
hasta tocar el techo de las nubes.
Cubierto de acanto,
sus hojas suspiran al llegar al cielo
y besar sus nimbos encendidos...
Dime que ayer,
mientras recorrías el mundo,
pisando sobre un lecho de plata,
encontraste una esmeralda
que, como el canto de las aves,
llenó tu corazón.
Dime que el lucero que vive allá lejos,
junto a la Cruz del Sur,
brilla hoy con más fulgor
y, en las noches de Invierno,
cual luminaria eterna y poderosa,
alumbra siempre tu caminar,
entre veredas y sendas
blancas como la nieve.



Luis Madrigal







lunes, 25 de julio de 2011

¡SANTIAGO, SALVA A ESPAÑA...!






... A PORTUGAL Y A NUESTRA AMÉRICA



Celebra en el día de hoy la Iglesia Católica la Festividad de Santiago Apóstol, o bien de Santiago el Zebedeo, en lengua aramea Yaakov Bar-Zebdr, llamado también Santiago el Mayor, para distinguirlo del otro Apóstol de Jesús, llamado también Santiago, el Menor, o Santiago de Alfeo. Este Santiago nuestro  -Sant Yago-  Patrón de España, de hondas raíces en Portugal y en prácticamente toda Iberoamérica  -también en toda Europa- nació en Betsaida (Galilea), y era cinco años mayor que Jesús de Nazaret, puesto que vino el mundo, en el año 5 a.C. Fueron sus padres, Zebedeo y Salomé, y era hermano de Juan, el discípulado amado, el Evangelista. Dicen que Jesús, llamó a estos dos hermanos "boarnegués", es decir, "hijos del trueno". El Evangelio de la Misa de hoy, tomado de los Hechos de los Apóstoles (Hc 12, 2) nos cuenta cómo su madre, Salomé, se postró ante Jesús para pedirle que sus dos hijos se sentasen, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Esto produjo una especie de "agravio comparativo", entre los demás discípulos del Señor, que se indignaron ante semejante pretensión. ¡Hay que ver lo pedigüeñas que son las madres!. Pero Jesús, reunió a los Doce y les dijo: En mi Reino, las cosas no funcionan así, como funcionaban, digamos (por poner un ejemplo que yo conozco muy bien y muy de cerca), como funcionaban en España, en la RENFE, sobre todo en la época de la Primera Barbarie del PSOE, y estoy seguro que en todas las demás. Aquí en mi Reino, les dijo Jesús, si alguno de vosotros quiere ser el primero, tendrá que ser el ultimo de todos y el servidor de todos... Porque, Yo no he vendio al mundo  -añadió- a ser servido, sino a servir. Antes, había preguntado a los dos hermanos si acaso podrían beber ellos el Cáliz que Él habría de beber. ¡Podemos...!, contestaron  con resuelta energía ambos. Y, precisamente, el primero de todos los discípulos de Jesús en beber ese cáliz, fue Santiago, nuestro Apostol, nuestro Padre en la Fe. El Evagelizador de España, seguramente  -se dice-   también de Portugal y, a través de las dos naciones ibéricas, de casi toda la América, fundamentalmente la del Sur, pero también la del Centro, y hasta la del Norte.

El hecho, históricamente probado, de que Santiago el Zebedeo sufriese el martirio en Jerusalém, hacia el año 44, degollado a filo de espada por orden de Herodes Agripa I, rey de Judea  -como hoy nos recuerda la lectura de los Hechos de los Apóstoles-  ha incrementado siempre, no ya la duda, sino sembrado un mar de confusión, extendiendo la leyenda sobre Santiago mucho más allá de lo perfectamente explicable. Porque, ¿cómo podría haber predicado el Apóstol de España, a orillas del Iberus, en Cesaraugusta, recibiendo la visita de Nuestra Señora en carne mortal, esto es, mucho antes de su gloriosa Asunción a los Cielos, si ya había sido martirizado en Palestina? Hubo un tiempo en que, para resolver el dilema, se decía que, después de muerto por Herodes Agripa, sus discípulos habían llevado los despojos, a través del Mediterráneo, desde Palestina hasta Galicia, bordeando las entonces despobladas costas de Portugal, y de ahí el arraigo del Apóstol en la nación lusitana. Pero, además de la Tradición  -que para la apologética cristiana constituye fuente de Revelación, al igual que la Escritura-  las modernas investigaciones historiográficas permiten establecer otras hipótesis, perfectamenete racionales, acreditadas con la autoridad de la erudición. Puede verse, entre otras, la obra de un gran historiador español, repúblicano y exilado en la Argentina, pero de un hondo rigor científico, Claudio Sánchez Albornoz, en "Compostellanum 16" (1971). Es cierto que se produce un silencio de más de seis siglos, pero se ha documentado arqueológicamente la existencia previa de un cementerio de origen celta, reutilizado posteriormente por los primitivos cristianos, que alberga la posibilidad de haber acogido los restos del Apóstol, con independencia del lugar exacto en el que, el ermitaño Pelayo (o Paio), viese aquellas luces merodear sobre un monte deshabitado. Y ya no puede considerarse meramente conjetural e inverosímil, que en aquel monte, o bosque, el Liberun Donum, pudiesen encontrar, por mandato del Obispo de Iria Flavia, Teodomiro, que ordenó la búsqueda, una tumba en la que se encontraba un cuerpo degollado con la cabeza bajo el brazo. Y como aquellas luces parecían simular el reflejo de alguna estrella, se llamo a aquel lugar "Campus Stellae" (Campo de la Estrella), origen etimológico de la palbra Compostela. Y no sólo es eso, sino también que en la tumba encontrada hallaron una inscripción que sirvió para identificar los restos mortales del Apóstol, lo que motivó el informe del Obispo Teodomiro al Rey Alfonso II de Asturias, y de la naciente España.

¿Cómo, entonces, si Santiago padeció el martirio en Jerusalém, en el año 44 de nuestra era, pudo ser enterrado en España, en Compostela, sin duda alguna antes del año 813? La historiografía ofrece una explicación muy sencilla. Santiago, estuvo en España dos veces. La primera, vivo, tras haberle sido encomendada por el Colegio apostólico la predicación del Evangelio en las remotas tierra del mundo entonces conocido, el "Finis Terrae". En aquella ocasión, alcanzó las costas de Galicia  -la Gallaecia romana-  hasta la desembocadura del Río Ulla. Sin embargo, no tuvo mucho éxito en su predicación, por lo que decidió regresar a Jerusalém, y fue entonces cuando y donde, sin perjuicio de la leyenda del Pilar -"Bendita sea la hora en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza"la tradición le sitúa junto a sus discípulos (los Siete Varones Apostólicos, posteriormente ordenados obispos por San Pedro en Roma), dado que pudo regresar por ese camino, al decidir volver a Jerusalem, en el año 44, donde fue torturado y decapitado por Herodes Agripa. Al prohibir éste, además que fuerse enterrado, los discípulos del mayor de los Zebedeo, una noche, dentro del mayor secreto, trasladaron su cuerpo hasta la orilla del mar, donde encontraron una barca preparada para navegar. Así llegaron nuevamente a Galicia, remontando de nuevo el Río Ulla hasta el puerto romano, en la costa gallega, de Iria Flavia, que era entonces la capital de la Gallaecia. Allí enterraron su cuerpo, en un cementerio, o compostum -término del que también se ha querido hacer derivar etimológicamente el de Compostela- en el bosque cercano de Liberum Donum, donde levantaron un altar sobre el arca de mármol.

Cuando, tras  siglos de silencio, Alfonso II, enterado del hallazgo, en el año 813, ordena construir un santuario encima del cementerio (compositum), los guereros cristianos, que luchaban contra la expansión de Al-Andalus, reciben una fuerte infusión de valor. Y así, posiblemente, surge otra leyenda, la de la aparición del Apóstol Santiago, sobre un caballo blanco, luchando en la Batalla de Clavijo, junto a las huestes cristianas de Ramiro I de Asturias, que eran notablemente inferiores a las del ejercito musulmán de Abderramán II de Córdoba.



Fachada principal de la
Catedral de Santiago de Compostela (España)



Escultura del Santiago "Matamoros"
(Imagen en Carrión de los Condes, Palencia)


Efectivamente, el día 23 de Mayo del año 844, en el Campo de la Matanza, en las cercanías de Clavijo (La Rioja) se libró la Batalla de Clavijo. Aquella batalla había tenido su origen en la negativa de Ramiro I a seguir pagando a los Emires de Córdoba el "Tributo de las Cien Doncellas", destinadas a los harenes musulmanes. El Harén musulmán, a los ojos de los cristianos, no podía tener entonces otra consideración sino la de un grupo de hembras para convivir con un macho único en la época de la procreación, como ocurre entre los ciervos. Ramiro I, no transigió más. Y cuentan las crónicas que el Rey tuvo un sueño la noche anterior a la Batalla, en el que se le aparecía el Apóstol Santiago, prometiendo su presencia en la lucha al día siguiente y la victoria en la misma. Posiblemente el sueño fue real y el Rey lo relató a sus fieles. A partir de él pudo surgir la leyenda. Entre los españoles de siempre se hizo un juego de lógica del absurdo, la tradicional pregunta que se hace a los niños: ¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?. El caballo blanco de Santiago, ha sido todo un símbolo y el "Santiago y cierra España", el lema de la Caballería española. Unas cosas sí, aunque quiza otras no, pueden ser tan sólo leyenda. Pero lo que es cierto y real es que los timbales que sonaron en la Batalla de Clavijo, se conservan en la Catedral de León. Yo, los he visto y oído muchas veces. Es un son ronco, aguerrido, dispuesto a la lucha, que armoniza con el lema del Arma de Caballería, porque "cerrar", en esos términos militares, significa "trabar combate". Y, como tal expresión, sonó, por vez primera, no en la Batalla de Clavijo, sino en la de Las Navas de Tolosa, que prácticamente acabó con la dominación islámica en España. En realidad, hay que intercalar una coma: "Cierra, España". Es el mismo "Cierra, España" al que alude Don Miguel de Cervantes en su inmortal obra. Esto es, "Lucha, España". Entra en combate. Salva tus valores y tu gloriosa historia, tu espiritualidad y la fe que llevaste a través del Mar a otros pueblos hermanos. Allí, en ese Continente, enfrente del inmenso Mar, se encuentra numerosas veces duplicado el nombre de Santiago. Además de las 8 de España, y... ¡ de las 29 de Portugal! (incluidas 2 en Cabo Verde), tienen el mismo nombre: Una Ciudad, en La Argentina (Santiago del Estero); Una, en Chile, su Capital, Santiago de Chile; Tres, en Bolivia; Dos, en Brasil; Una, en Colombia; Dos, en Cuba; Tres, en Ecuador; Cuatro, en El Salvador; Una, en los Estados Unidos (USA)  -Santiago de Lomas-; Tres en Filipinas; Tres en Guatemala; Una, en Guinea Ecuatorial; Una, en Honduras, Siete, en Méjico; Una, en Nicaragua; Una, en Panamá, Una, en Paraguay; Una, en Puerto Rico; Una, en Uruguay, y Dos en Venezuela.

A todas estas Ciudades abrazo yo hoy, humildemente, pero lleno de fervor y de Hispanidad. Porque, España  -lo diré una vez más-  más que europea es hispánica. Tiende sus ojos al otro lado del Mar, para encontrar allí lo que verdaderamente es suyo propio. Aunque, ciertamente, también es europea, quizá más que ninguna otra nación de Europa, si por europeismo ha de entenderse el espíritu y la raíz de la Europa cristiana; de la Europa que, a partir del s. XI, peregrina multitudinariamente a Compostela, para encontrar allí también sus más profundas y primitivas raíces, y mucho más aún desde que, entre los s. XII y XIII se escribiera el "Codex Calixtino", primera guía del peregrino, al otorgar el Papa Calixto II a la Iglesia Compostelana el "Jubileo del Año Santo", que Alejandro III declaró perpetuo. Con ello, Santiago de Compostela, es la Ciudad Santa, junto a Jerusalém y Roma. Y por ello, Señor Santiago:

¡Salva hoy a España, hundida en su cota más degradante y oscura; al Hermano Portugal; a todas las Naciones hermanas de América. Pero, también a esta vieja y corrompida Europa. Salvanos del nihilismo, de la vaciedad, de la naúsea, de la codicia y voracidad; del egoísmo de los más ricos, de la intolerancia y dominación de los déspotas; de la injusticia y de la ruina, económica y moral. De la mediocridad y el aburrimiento; del odio y el rencor de los peores. De esa peste negra, peor que la bubónica medieval, de la sexualidad desenfrenada y sin coto, de instinto infra-animal y pésimo gusto. Sálvanos a todos, Señor Santiago. Sobre todo, a mí mismo. Amén. Luis Madrigal.-




domingo, 24 de julio de 2011

¡QUÉ LÁSTIMA...! NO GANÓ NINGÚN FRANCÉS



GANÓ UN AUSTRALIANO




Cadel Evans,
vencedor del Tour de France 2011


En París, la Ciudad más bella del mundo  -todo hay que decirlo-  ha terminado el Tour de France 2011. Lamentablemente, no ha podido, otro año más  -y ya van muchos-  ganarlo ningún ciclista francés. ¡Cuánto lo siento...! Deberían comenzar pronto los franceses a silbar a alguien. Al señor Presidente de la Federación Francesa de Ciclismo, por ejemplo, o al mismísimo Presidente de la República. Eso, lo hacen muy bien. Felicidades a Australia y al primer australiano que gana un Tour. Ha tardado en conseguirlo, pero lo ha merecido. Lo malo, para él, es que tiene ya 34 años de edad y, muy posiblemente, además del primero, será el último que gane. Creía que no sabía yo nada de ciclismo, pero parece ser que algo sabía, si se tiene en cuenta mi entrada de ayer. Animado por el éxito en los pronósticos, me atrevo a decir que el proximo año, el Tour "de la France" volverá a ganarlo un español. ¡Ya pueden ir silbando los franceses!





viernes, 22 de julio de 2011

¡QUE CORRE EL CONTADOR...!



Aún recuerdo aquellos lejanos tiempos en los que, si alguien cerraba una puerta propiciando al hacerlo un golpe brusco y ruidoso  -un "portazo"-  los demás le corregían, bajo apercibimiento de un terrible mal, con directa repercusión en la factura del consumo eléctrico:

                      - ¡Oye... que corre el contador...!

El contador de energía eléctrica o, más familiarmente, el "contador de la luz". Aquellos contadores de color negro, atornillados a la pared, dentro de los cuales giraba una especie de disco, signo evidente de que se estaba efectuando algún consumo.



Si el contador se encontraba situado justamente al lado de la puerta de acceso a la Vivienda, desde la calle, como sucedía en mi cada de León, durante mi infancia, entonces resultaba sumamente peligroso dar "un portazo". Sin conexión de ningún aparato eléctrico en aquel momento, ni tan siquiera una simple bombilla, aquel maldito disco comenzaba a girar como si, de repente, se hubiese vuelto loco, amenazando con la ruina económica familiar. Por eso, aquel grito, sonaba como un interdicto, aunque, una vez dado el portazo, ya no había remedio. El disco se ponía frenéticamente en movimiento. En realidad, en aquellos tiempos de pobreza, tras la Guerra civil española, mil veces peores que esto que ahora llaman "la crisis", los deprimidos y exiguos bolsillos de los españoles, solían en alguna ocasión defenderse de aquella ruina del contador, al propiciar portazos, utilizando un genial artificio, puro invento español, nada de tecnología alemana. Se introducía, aprovechando una ligera ranura, en el ensamblaje de algunas de las piezas de aquellos viejos contadores, una especie de fina lengüeta de plástico (entonces se decía de "plexiglas") que justamente iba a encontrarse con el disco, chocando con él y deteniendo en seco su movimiento. La lengüeta, a su vez, estaba dotada de una cuerda, que caía hasta poder ser alcanzaba cómodamente con la mano. Si aparecía de improviso algún Inspector de la Compañía eléctrica, antes de abrir, se tiraba de la cuerda, y listo. Allí, no había pasado nada. Más limpio, imposible.

En mi humilde casa, jamás aprobaron ni utilizaron mis padres aquel procedimiento, porque, sobre todo mi padre, tenía un alto concepto de la ley y sentía hacia ella un hondo respeto, que supo inculcarme y que tanto le agradezco. Quizá mi madre, sí "colaboró" en alguna ocasión con ciertos "ingenieros" que dominaban a la perfección este tipo de invento. Pero, en otra casa, que yo frecuentaba con asiduidad, unos estudiantes de Veterinaria  -Mariano, se llamaba uno de ellos, el que había sido allí el promotor y "director técnico" en el uso de la lengüeta para contadores-  habían diseñado y quintaesenciado aquel magnífico invento. Como solían estudiar de noche y hasta altas horas de la madrugada, bien la materia de estudio girase en torno al carbunco bacteridiano, al sintomático, o a la peste porcina...¡hala...! Una vez que mal-cenaban  -y más bien poco-  y tomaban después lo que entonces optimistamente se llamaba "café", que no era otra cosa sino pura achicoria teñida, pues eso... a introducir la lengüeta en el contador, deteniendo su cruel movimiento. Pero, me contaron que, en cierta ocasión, se les había olvidado tirar de la cuerda, para sacar la lengüeta, y como todos tenían mucho sueño, tras haber velado toda la noche con el carbunco y la peste porcina, se quedaron dormidos hasta cerca del medio día. Allá, por esa hora, llegó el "Cobrador de la luz", es decir el empleado de la Compañía electrica que portaba los recibos, para que estos fuesen satisfechos en el domicilio, y contempló con sus propios ojos el procedimiento defraudatorio, informando puntualmente a la Compañía sobre el particular. Los estudiantes, salieron pitando hacia sus respectivos pueblos, casi todos de la Provincia de Salamanca, sin olvidar llevarse en sus maletas de madera el excelente embutido y jamón de Guijuelo, o de Alba de Tormes, que les enviaban sus madres, a fin de que no se muriesen de hambre. Pero, la dueña de la casa en la que se albergaban, hubo de afrontar un serio problema. ¡Menos mal que, en aquellos tiempos, en el Código penal no se había tipificado aún figura delictiva alguna que pudiese acoger en su ámbito aquel sublime invento. Y no pasó nada. Porque es bien sabido que todo hecho, para que pueda ser delito, ha de ser típico, además de antisocial y contrario a la ley. A lo sumo, quizá alguna ligera sanción económica. Muy ligera desde luego, porque en otro caso nadie hubiera podido pagarla. En aquella España del General Franco, la España de la Dictadura, el pueblo llano, y el menos llano también, apenas si tenían nada. La inflación no solo era de precios, sino fundamentalemente de productos. No había nada, o casi nada, salvo necesidades de todo y, sobre todo, hambre. Aprovecho esta oportunidad para, desde lo más hondo de mi corazón, dar las gracias a nuestro querido Hermano Portugal y a nuestra querida Hermana, la República Argentina, que fueron los únicos en todo el mundo que no nos abandonaron, cuando la ONU nos apartó del Planeta, como a unos apestados, y nos socorrieron en la medida de sus posibilidades  -Portugal lo que pudo, Argentina amplia y generosamente (gracias, General Perón, gracias mamá Evita)- y estuvieron moralmente a nuestro lado, frente a aquel  copo diplomático internacional.

En aquella España pobre, ciertamente, se podía "robar", o defraudar en estas pequeñas cosas. Tal vez, porque el mismo Santo Tomás de Aquino, justifica en el orden moral el hurto famélico. O quizá porque los Ministros y los políticos de entonces, incluso el propio Dictador, aunque dicen y puede que sea cierto, no tanto sus familiares más cercanos, no robaban lo que ahora roban los de "la Democracia". Los Ministros y los Diputados; los Alcaldes y los Concejales; los Sindicatos y los Jerifaltes sindicalistas. Esto último, sí que es robar y defraudar. Como dijo don Juan Guerra, el hermano de "Minmano", "tó pál pueblo". Pero se equivocaba, el pueblo eran él y "Sunmano". Ahora, ya no se utilizan las "lengüetas de plexiglas" atadas con una cuerda. Ahora, se roba a lo grande y los Ministros, ya no se enriquecen con el estraperlo, sino que se llevan el dinero crudo, en billetes de banco, como hizo el "Ingeniero" Roldán, metiéndolo en sacas de Correos con una pala. Siempre se dijo que, en las dictaduras, estas cosas tan feas nunca llegan a saberse, y es posible que fuese cierto. En cambio, ahora con "la democracia", se saben todas, puntualmente y con todo lujo de detalles, pero es lo mismo que si no se supiese nada. Para eso están los Tribunales de Justicia, especialmente el Tribunal Constitucional, escrupulosamente controlado por los políticos que ganan las elecciones, en listas cerradas, y que "elije" el pueblo. Para evitar que verdaderamente puedan saberse.

Estaba yo ayer pensando en estas cosas, cuando a alguien cerca de mí  -era una tarde de viento-  se le escapó una puerta y sonó un estruendoso portazo. De manera inconsciente, vino a mi mente el recuerdo de la infancia:

                     - ¡Que corre el contador...!

Me sorprendí a mí mismo al escucharme estas palabras, e inmediatamente escuché otras:

                     - Efectivamente, corre. Y hoy... va a ganar.

Recordé entonces que efectivamente, se disputaba la 18ª Etapa del "Tour de France", entre Pinerolo, en suelo italiano, y la cumbre del gigantesco Galivier. Me acomodé plácidamente en un sofá, que es siempre el mejor sitio, si no para practicar ningún deporte, sí para verlos todos, mucho mejor que "in situ". ¡No podía correr el contador... ya no hay contadores! Pero, corría "el" Contador, nuestro ciclista patrio, de Pinto, Provincia y Comunidad Autónoma de Madrid. Un vecino, prácticamente, un madrileño, al igual que mis cuatro hijos y también mis ya cuatro nietecitos. Y me dije, tengo que ver ganar a Alberto, porque hoy es su día. Ha ganado consecutivamente los tres últimos "Toures" de Francia, y este año ha perdido tiempo, pero hoy lo recuperará con creces. Pero, no. El Contador, no corrió apenas. Se encontraba más bien cerca de Valdemoro que de Pinto. Sin duda, porque debió ponerle, entre los radios de su bicicleta, una "lengüeta de plexiglas" algún francés, de los muchos que le silbaron en la presentación y de los que, durante toda la Carrera han estado pidiendo que se retirase: "Que corra, pero que no gane", suplicaban al fin. En Francia, todos los ciclistas extranjeros que ganan el Tour, se dopan. Todos. Los únicos que no se dopan son los ciclistas franceses. Debe ser por eso por lo que hace siglos que no gana un francés, ni en Francia ni fuera de ella. Alberto, aunque ayer no corrió, ni ganó, venía de vencer en el último Giro de Italia y eso pesa, porque "el doblete", Tour y Giro en el mismo año, no es nada fácil. Hoy mismo  -acabo de apagar el televisor, pero con un buen sabor de boca-  tampoco ha gando, en la 19ª Etapa, entre Modane Valfréjus y Alpe-d´Huez, ese bellísimo paraíso de los Alpes franceses. Los Alpes, aunque sean franceses, no los hicieron los franceses, gracias a Dios. Son obra suya, del Supremo hacedor, no de los franceses. ¡No ha ganado Alberto, no, pero vaya si ha corrido! Hoy, se ha encontrado no más cerca de Pinto, sino en medio de su propio pueblo, porque así lo proclama una pancarta al iniciarse la subida a Alpe-d´Huez. Y si no ha ganado  -como dicen los periodistas deportivos-  "en la mítica cumbre", ha sido porque, según mi desautorizado criterio (no entiendo nada de ciclismo) lo ha impedido otro español, Samuel Sánchez, que tampoco es un cualquiera sino el actual Campeón Olímpico de Ciclismo. "Samu", no quiero pensar que por correr en un equipo extranjero, aunque posiblemente no financiado por la ETA, (eso no quiero pensarlo, porque Samuel es asturiano, nacido en Oviedo), en lugar de dejar al franchute chupón, que se pegó a su rueda, cuando ambos marchaban cerca de 30 segundos después de Alberto, que había hecho un esfuerzo titánico desde el km. 90 de carrera, lo ha subido hasta casi la cumbre y, al final, ni Alberto, ni el propio Samuel, han podido evitar que el franchute, fresco, como casi todos ellos, se les colase para ganar la Etapa. Este ciclista "chupón" francés, al parecer, se llama Pierre Rolland, y no llegará muy lejos en lo sucesivo, una vez sabida su "estrategia". Bueno. A pesar de todo, enhorabuena, felicidades, queridos enemigos franceses. Estáis tardando mucho en que pueda hablarse de vosotros, incluso dentro de la misma Francia, pero algo es algo, aunque no hay que olvidarse que si hoy ha ganado un francés ha sido gracias a un español. A otro español. Sin embargo, este año tampoco va a ganar vuestro "Tour" ningún francés, porque el hasta hoy lider, Thomas Voeckler (quizá ha llegado tan lejos por tener nombre alemán), y por eso me resulta a mi simpático, se encuentra ya el 4º de la General, a +2 minutos, 10 segundos del actual lider, el luxemburgués Andy Schleck, un tipo que junto con su hermanísimo mayor, Frank, podría ser un espagueti, en lugar de ser ciclista. Me caen bastante mal estos hermanitos, porque me parecen bastante chulos. Por eso, pese a que ahora es el 3º, a tan sólo + 57 segundos, y que resulta a mi juicio de estilo demasiado antiestético, prefiero que gane este "Tour" un australiano, Cadel Evans, pese a ser también bastante "chupón" y correr siempre a la contra y agazapado. Pero, en las dos últimas jornadas ha sido valiente y ha dado la cara. Por ello, no tengo ninguna duda de que en la etapa de mañana, Grenoble-Grenoble, de 42,5 kms, en su especialidad contra el reloj, se vestirá de amarillo. Y así hasta París. Sobre todo, que no gane ningún francés, aunque este año no haya corrido demasiado el Contador. Pero volverá, volverá, no sólo a correr, como ya lo ha hecho hoy, sino a ganarLos españoles, como nuestros hermanos argentinos, somos muy dados a elevar a alguien a los altares, para después dejarlo caer de golpe, al primer fallo. Lo digo por lo de Messi, tras la Copa de América de Futbol. ¡Qué pueblos los nuestros...! No siempre se puede ganar. Pero tanto Leonel Messi como Alberto Contador, en sus respectivos deportes, en este momento, son los mejores del mundo. Tenemos que ir cambiando nuestro temperamento, para convertirlo en un verdadero carácter. Luis Madrigal.-



Alberto Contador, tres veces vencedor del Tour de France
y el mejor ciclista del mundo en este momento



Alberto, hace flamear la Bandera de España
en los Champs Elysées, de París,
con ocasión de una de sus tres victorias



Alberto Contador, vencedor del último y reciente
Giro de Italia



Alberto, luciendo la maglia rosa
en uno de los dos Giros de Italia en los que venció. En la ocasión en el Equipo Astana