martes, 1 de abril de 2008

TARDÍO, PERO CUERDO

Aprovecho, porque me dá la gana, para “editorializar” aquí, aunque tarde, debido a infinidad de lamentables circunstancias, el siguiente asunto, a fin de que sirva de general conocimiento: Nada de Richard Gere, o algo así. Este señor, simplemente, era FELIPE. Don Felipe Pardo.Y era leonés. Ya casi al final de su dura carrera ferroviaria, prestó servicios en el INVENTARIO DE BIENES INMUEBLES DE RENFE. Mi gratitud personal y mi afecto le acompañarán siempre. Porque yo dirigí aquel trabajo, derrochando muchas cosas que a ustedes les faltaban y estoy seguro de que le siguen faltando, entre ellas mi originalidad, audacia y talento. Disculpen la modestia. Pero ustedes, carecían y desde luego carecen por completo de tales virtudes, a juzgar por la talla y categoría intelectual del actual personaje principal, que por cierto, y aprovecho también para decirlo, no nació en León, sino en Valladolid... ¡Menos mal!. Pero, Felipe, no era ningún “artista” de cine. como fue inquerido, o postulado, o simplemente preguntado del modo más estúpido, desde una de aquellas estúpidas publicaciones, regida por parásitos desocupados, que consumían cuatricromía y papel couchet, a costa del sufrido presupuesto y erario público. Si los necios hubiesen podido volar, se hubiese nublado el sol todos aquellos amargos días. ¿Por qué no continúaron ustedes su habitual línea “editorial”, consistente en desplegar el Botafumeiro de Compostela sobre la insifinificante figura de tanto personaje gris y mediocre, generalmente proviniente del PSOE -Calle de Ferraz- con barba, semianalfabeto, ateo, libertario e iconoclasta, en lugar de traer a su ridículo panfleto la imagen de una buena persona, de un trabajador de verdad, ferroviario auténtico y honrado? ¡Vayánse ustedes a la mierda!... Con carácter retroactivo. Supongo que continuarán con sus entrevistas en torno a los acostumbrados “Directores”, “Gerentes” y “Caporales” de vía estrecha, cuyas necedades publicaban y seguramente publicarán a todo color, pero, en su día, debieron dejar en paz a la gente normal.
 
Quizá esto fuera mucho pedir, o pedir algo imposible, porque aquella “revista” -generalmente “no vista” y menos aún leída por nadie que se encontrase en su sano juicio- estaba regida, dirigida, o más bien simplemente “figuroneada” por aquel personaje con ojos inyectados de urea, que sin duda no debió pasar de los estudios primarios, tan sólo merced a sus antiguos servicios, prestados a la causa de la revolución de los peores, a la que Don José Ortega y Gasset llamó rebelión de las masas, y pese a su más que presunto y apocalíptico analfabetismo. Y parece ser que actualmente dicho sujeto se ocupa del más alto asesoramiento. Que aún se mantenga este individuo, analfabeto en el “pesebre de oro”, como antes “figuroneó” en los títulos de crédito del panfleto de referencia, además de irritante, constituye el más absoluto descrédito, tan sólo comparable con el exabrupto de la continuidad, como “Director” de Personal, de aquel Maquinista que enseñaba los secretos propios de su arte a aquella mujerona de Cataluña, de eco vacuno, sonrisa bobalicona, bajo coeficiente mental y especial mala leche. Ella y sus dos adláteres principales, el pseudocatalán catalanizado, de vergonzante nombre, y el genuino, de arcados remos y nariz judía.
 
El Excmo. Sr. Conde de la Gomera -otro inútil integral, benficiado por el “Primer Error Aznar”, el de “pasar página”- desperdició la oportunidad de dar una patada en el trasero a los mamarrachos que infectaron la Entidad, la “Compañía”, como ellos gustaban decir reiteradamente, cuando a causa del citado Error se le otorgó la bicoca de presidirla. Y se perdió la ocasión de arrojar a algún esterclorero a la peor basura de toda índole y especie, intelectual y moral., porque el Señor Conde se limitó a hacer algo parecido, o lo mismo, puesto que tampoco él sabía hacer otra cosa, es decir, no sabía hacer nada. Igual que ellos. ¡Qué lástima…! Y qué bien les hubiese sentado una buena patada en el culo y... ¡a la puta calle!. La limpieza, ante todo. ¡Y ahora, habrán vuelto…! ¡Qué horror!. Luis Madrigal.-