jueves, 4 de agosto de 2011

UNA CASA EN EL CAMINO



¡Cuántas veces no habré pasado junto a esta casa...! Ignoro su historia más remota, pero, cuando yo la ví al pasar, por vez primera, era propiedad de unos señores alemanes, que trabajaban en Portugal y venían durante el verano hasta las Sierras de Ávila. Todavía llegué a conocer a uno de sus propietarios, el Sr. Müller, quien en cierta ocasión me dijo que era yo más alemán que los alemanes. Creo que  es uno de los mayores elogios que he recibido en mi vida. Her Müller, me facilitó su dirección de correo electrónico en Alemania, y yo le envié algunos mensajes. En aquellos primeros años de Internet es posible que no llegasen al destinatario, porque nunca recibí contestación, y bien que lo sentí y aún lo siento. La casa tenía un nombre curioso, que nunca pude traducir. Se llamaba "Casa Rocky-Tocky". Jamás pude saber lo que podría significar. Los señores alemanes, dejaron de venir, hace ya algunos años, y el verano pasado la Casa se vendió, precisamente a unos buenos amigos, aunque apenas si he llegado a tratarlos, que me parecen muy simpáticos. Tienen unas niñas encantadoras, que espero puedan ser muy felices en la vieja casa de los alemanes. Algo habrá quedado de ellos, impregnado en las paredes, o entre el musgo de las piedras de granito. Tal vez, las mismas raíces de su filosofía, de su música... De la gran nación alemana, a la que siempre he admirado tanto. Ser germanófilo, es una manera indirecta y lejana de ser español, porque los españoles fuimos alemanes durante cerca de tres siglos. ¡Deuchtland, Deuchtland...! ¡Oh, Sacra Hispania...!, como diría San Isidoro de Sevilla. Luis Madrigal.-