domingo, 15 de julio de 2012

ESTROFAS EN RIMA ASONANTE. ESTROFAS SIN RIMA. LA POESÍA LIBRE



ESTROFAS EN RIMA ASONANTE. EL VERSO LIBRE, SUELTO O BLANCO. LA POESÍA LIBRE


Luis MADRIGAL
 
Como es bien sabido y asimismo también se dijo aquí en su momento, es de hacer notar que, en general, rima es la igualdad o semejanza fonética que en todos o parte de los sonidos finales tienen dos o más palabras desde la vocal en que se oye el acento. Rima perfecta o consonante es la que posee una igualdad en todas las letras desde la última vocal acentuada, mientras que rima imperfecta o asonante es la igualdad de vocales desde la acentuada inclusive.

En la versificación castellana, las estrofas típicas de rima asonante, con independencia de cuantas otras atípicas quepa componer, en mi opinión son exclusivamente tres: El romance, el romancillo y la seguidilla.


El ROMANCE

El romance, en realidad no es una estrofa, puesto que consta de una serie indefinida de versos. No obstante, ellos han de ser octosílabos y rimar en asonante los pares, quedando libres, o sin rima alguna, los impares. También pueden componerse romances en heptasílabos, o combinarse éstos con los de ocho sílabas. El romance procede del antiguo verso épico castellano con asonancia monorrima y, por tanto tiene su origen en el verso largo, o de Arte mayor, partido en hemistiquios. Al lado del soneto, ha sido la forma métrica constantemente cultivada en nuestra Poesía en lengua española, hasta tal punto que puede afirmarse ha sido el vehículo natural de expresión poética popular y la forma más espontánea para los poetas españoles. No en vano surgieron los romances históricos, moriscos, amorosos y caballerescos, hasta alcanzar el Romancero Viejo y tras él, su recreación culta de los tiempos modernos, mediante la obra de los poetas de esta época. Porque el romance, ha sido usado por la mayoría de los poetas españoles de todas las épocas y de todos los estilos, hasta el punto de llegar a la escena para constituir la base del Teatro español, además de la poesía narrativa y de la poesía popular. Ello se tradujo o dio lugar a esa joya que el “Romancero español”, con sus romances anónimos, base también de la novela de caballerías. Un ejemplo de romance anónimo y novelesco puede ser el tan conocido y citado de Lanzarote:

Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino
que dueñas curaban dél
doncellas del su rocino.
Esa dueña quintañona
esa le escanciaba el vino.


Pero, además de este tipo de romance, surge el romance culto del siglo de oro, que tiene una forma más elaborada, pese a que, en ocasiones, ni las imágenes ni el lenguaje sean tan esbeltos y graciosos. Por ejemplo, cuando Lope de Vega embarca en la Invencible, “su amada”  - de no haber dicho quién podría ser ella, habría que haber hecho cálculos para saber de quién podría tratarse, pero lo dice, era “Belisa”-  tiene que quedarse en España,  lógicamente. Y entonces, Lope escribe este romance:


De pechos sobre una torre
que la mar combate y cerca
mirando las fuertes naves
que se van a la Inglaterra
las aguas crece Belisa
llorando lágrimas tiernas.


Con el Romanticismo y el interés en la leyenda medieval, el romance cobra nuevo esplendor. El Duque de Rivas, pese a haber sido Presidente del Gobierno español, incrementó la belleza y valor del romance, pero quien lo cultiva con especial sonoridad y brillantez es José Zorrilla. El autor de “Don Juan Tenorio”, introduce la novedad de entremezclarlo o combinarlo con otras estrofas. Un ejemplo inmortal podría ser este, tan conocido, de “Corriendo van por la vega”:

Corriendo van por la vega
a las puertas de Granada
hasta cuarenta gomeles
y el capitán que los manda.

Al entrar en la ciudad,
parando su yegua blanca,
le dijo éste a una mujer
que entre sus brazos estaba:

«Enjuga el llanto, cristiana
no me atormentes así,
que tengo yo, mi sultana,
un nuevo Edén para ti….


O este otro, no menos famoso también de Zorrilla, aunque, como puede observarse, (y lo mismo hace en la última estrofa del ejemplo anterior) se separa radicalmente de la rima en asonante, así como de dejar sueltos los versos impares, que también riman en consonante. Es decir, responde al ritmo y finalidad del romance, si bien lo hace íntegramente en cuartetas, que, como ya sabemos, son serventesios de Arte menor:

Dueña de la negra toca,
la del morado monjil,
por un beso de tu boca
diera a Granada Boabdil.

Diera la lanza mejor
del Zenete más bizarro,
y con su fresco verdor
toda una orilla del Darro.

Diera la fiesta de toros
y, si fueran en sus manos,
con la zambra de los moros
el valor de los cristianos…


EL ROMANCILLO

Es un romance de menos de ochos sílabas, generalmente suele ser de seis, siete o cinco. Puede servir de ejemplo este de Luis de Góngora:

Lloraba la niña
y tenía razón
la prolija ausencia
de su ingrato amor.
Dejóla tan niña
que apenas creo yo
que tenía los años
que ha que la dejó.
Llorando la ausencia
del galán traidor
la halla la Luna
y la deja el Sol
añadiendo siempre
pasión a pasión
memoria a memoria
dolor a dolor:
Llorad, corazón,
que tenéis razón.




Siempre he creído que lo que se llama “poesía moderna”, no existe en lengua castellana al menos hasta Rubén Darío. O si se prefiere, que la Poesía en lengua castellana, ha de ser considerada, antes y después de Rubén Darío. Y, sin perjuicio de aceptar el influjo sobre el poeta nicaragüense de Verlaine, me parece a mí que ha sido a un poeta hispano-americano a quien cabe la gloria de haber conducido a la Poesía, en todas las lenguas cultas, hacia la modernidad. Pues bien, en la poesía moderna  -aceptando por ella la que se compone a partir de Rubén Darío-  el romance histórico español adquiere una exquisita calidad. Y no sólo en Rubén. También Antonio Machado lo utiliza con sobriedad y sus romances narrativos están repletos de nitidez y fuerza expresiva. Lo utiliza Juan Ramón Jiménez, elevándolo a la cota lírica más elevada y, por último, Federico García Lorca elabora el romance como quien elabora el vino en una bodega, hasta obtener la más fina destilación de la imagen, el toque mágico del misterio, orlado por la filigrana de la palabra. Merece la pena recordar el que sigue:

El veinticinco de Junio
le dijeron al Amargo
ya puedes cortar si gustas
las adelfas de tu patio.
Pinta un cruz en la puerta
y pon tu nombre debajo
porque cicutas y ortigas
nacerán en tu costado
y agujas de cal mojada
te morderán los zapatos.

Será de noche en lo oscuro
donde los bueyes del agua
en los montes imantados
beben los juncos soñando.
Pide luces y campanas
aprende a cruzar las manos
porque dentro de dos meses
yacerás amortajado.

El veinticinco de Junio
abrió sus ojos Amargo
y el veinticinco de agosto
se tendió para cerrarlos.
Hombres bajaban la calle
para ver al Emplazado
que fijaba sobre el muro
su soledad sin descanso.
Y la sábana impecable
con duro acento romano
daba equilibrio a la muerte
con las rectas de sus paños.


Federico García Lorca



LA SEGUIDILLA

La Seguidilla es una estrofa de carácter totalmente popular, que no obstante han cultivado poetas importantes. Es una estrofa casi siempre escrita para ser cantada. Consta de cuatro versos de Arte menor, dos heptasílabos y dos pentasílabos que, naturalmente, riman en asonante, el primero con el tercero y el segundo con el cuarto, aunque también puedan producirse excepciones a esta regla:

¡Ay río de Sevilla
qué bien pareces
lleno de velas blancas
y ramos verdes!

Lope de Vega


A veces a la estrofa de cuatro versos se le añaden (yo no creo que pueda decirse un “estrambote”, dado el carácter de éste, como ya argumentaré), pero sí algunos versos más, generalmente un terceto (un terceto de verdad, y no falso), como en el modelo que sigue:


Por el mar Negro un barco
va a Rumanía
por caminos sin agua
va tu agonía.
Verte y no verte
yo, lejos, navegando
tú por la muerte.

Rafael Alberti





ESTROFAS SIN RIMA

EL VERSO LIBRE, LLAMADO “BLANCO”, “SUELTO” o “LIBRE TRADICIONAL”. LA ESTROFA SÁFICA. LA POESÍA LIBRE


Tengo que confesar un grave defecto personal (entre los muchos que tengo), que no acabo de superar y que, ciertamente, hasta me avergüenza a mí mismo, porque la verdad es que no puede ser para tanto. El defecto, que confieso, para poder ser perdonado, es el de sentir casi verdadera repugnancia, puro asco, cuando leo por ahí (en Internet abunda esta expresión), que alguien dice escribir o elaborar “verso blanco”. Hasta he podido leer no hace mucho “poesía blanca”.  Bueno, cuando menos, creo que en este punto hay que poner un cierto orden, para que como mínimo podamos, si no entendernos, al menos saber de qué estamos hablando.

Con propiedad, o en sentido riguroso, el verso blanco es aquel que no está sujeto a rima, ni consonante ni asonante, pero sí al número de sílabas y a la acentuación, al acento rítmico. Estar sujeto al número de sílabas, tampoco quiere decir que los versos sean todos de la misma medida, porque la estrofa puede ser polimétrica, o no ser algún verso de la misma medida de la de los demás. También se le llama verso suelto (puesto que al no rimar con otros versos, no está “atado” a ninguno) y, por último libre tradicional, porque es el que recoge la tradición métrica desde tiempo ya inmemorial, y no precisamente en la era “moderna”.

Hasta, no hace mucho, llegué a leer que una señora estaba ya cansada de escribir “poesía blanca”, lo que colmó mi indignación. Mujer la solución es bien fácil, escríbala usted rimada, y ya verá cómo le gusta mucho más, y no se cansa nunca.

Para que tantos “poetas” y “poetisas” como últimamente proliferan en Internet, puedan irse enterando de lo que, en realidad, es verso blanco (que por cierto ha sido muy usado con rigor en la poesía de nuestros días), propongo este modelo, en el que el primer verso es endecasílabo y todos los demás alejandrinos. Ninguno rima con otro, en ningún tipo de rima. Ahora, eso sí, todos tienen su medida y su acento rítmico, siendo muy fácil, y al mismo tiempo crucial, reparar en cada verso la cesura que lo divide en sus correspondientes hemistiquios. Esto, y sólo esto, puede ser verso blanco. Lo demás, es pura basura. Creo yo. Es verdad que, aún se puede llegar a más, a mayor libertad de forma, pero con esto seguiré a continuación, para terminar ya. De momento el ejemplo paradigmático que propongo, en cuanto al verso blanco y cuyo autor no es un cualquiera es este:

Tardará mucho en nacer / si es que nace                 (11 silabas)
un andaluz tan claro, / tan rico de aventura.            (14 sílabas)
Yo canto su elegancia / con palabras que gimen      (14 sílabas)
y recuerdo una brisa / triste por los olivos.               (14 sílabas)

Federico García Lorca





LA ESTROFA SÁFICA

Es una estrofa polimétrica, de cuatro versos, que tampoco riman de modo alguno, pero en la que los tres primeros son endecasílabos y el cuarto y último pentasílabo. Los versos endecasílabos, se llaman “sáficos”, y el último pentasílabo, “adónico”. Debe su nombre a la célebre poetisa griega Safo de Lesbos, que según se dice fue su creadora y con ella se extendió después en la Grecia clásica. En realidad, para que pueda considerarse verdaderamente una estrofa de este carácter, es preciso que sus versos alcancen una acentuación especial: Los endecasílabos, o versos sáficos, han de llevar el acento dominante en las sílabas cuarta y octava, sin que se requiera ninguna acentuación en el verso adónico. En este sentido puede ser paradigmática la compuesta por el poeta español, riojano, Esteban Manuel de Villegas, que nació en el año 1589, y escribió esta excelente estrofa sáfica:


Dulce veno de la verde selva
Huésped eterno del abríl florido
Vital aliento de la madre Venus
Céfiro blando.


Pero también, mucho después, casi cuatro siglos más tarde, alguien que sabía escribir como los ángeles (pese a no existir en aquellos tiempos Internet, para poder ser “poeta”) y que dominaba la lengua, el griego clásico (que era precisamente la lengua de Safo), tal vez, como ninguna otra lengua, compuso esta maravillosa estrofa sáfica, con todos los “sacramentos” presentes en ella:

Bosque de piedras que arran la historia
a las entrañas de la tierra madre,
remanso de quietud, yo te bendigo,
mi Salamanca.

Del coran en las honduras guardo
tu alma robusta; cuando yo muera,
guarda, dorada Salamanca mía,
tú mi recuerdo.

Y cuando el sol al acostarse encienda
el oro secular que te recama,
con tu lenguaje, de lo eterno heraldo,
di tú que he sido.

Miguel de Unamuno



LA POESÍA TOTALMENTE LIBRE

Al margen por completo de todas las estrofas que he venido exponiendo, con o sin rima, puede existir, y de hecho existen, y no siempre para mal, excelentes ejemplos de poesía totalmente libre. Es decir, absolutamente desligada de cualquier forma, totalmente libre, tanto de rima como de ritmo y de métrica. Como ya he dicho la poesía, es también el contenido, no sólo el continente; el fondo y no únicamente la forma. Pero, ¿acaso este tipo de poesía, no es ya, más o menos exactamente, la prosa poética? Yo creo que sí. Y que, por tanto, este género, o más bien especie, de Poesía, es igual escribirla “como si se tratara de verso” (porque verso no puede ser, ahora que ya he argumentado lo que me parece necesariamente hay que entender por “verso”) a escribirla como se escribe un texto en prosa. Me parece que es lo mismo. Y voy a tratar de demostrarlo. Lo haré con un texto de un gran poeta, un Premio Nobel de Literatura, Vicente Aleixandre. El texto, escrito en forma de verso, como él lo escribió, es el siguiente:

Al poeta

Para ti que conoces como la piedra canta
y cuya delicada pupila sabe ya del peso de una montaña sobre
[un ojo dulce
y como el resonante clamor de los bosques se aduerme suave
[un día en nuestras venas,
para ti poeta que sentiste en tu aliento
la embestida brutal de las aves celestes,
y en cuyas palabras tan pronto vuelan las poderosas alas de las 
[águilas,
oye este libro que a tus manos envío
con ademán de selva,
pero donde de repente una gota fresquísima de rocío brilla sobre 
[una rosa
o se ve salir el deseo del mundo
la tristeza que como párpado doloroso
cierra el poniente y oculta el sol como una lágrima obscurecida.

Vicente Aleixandre


Y ahora, vamos a escribir exactamente lo mismo, con insignificantes modificaciones en los signos de puntuación, como se escribiría un texto en prosa. Ni tan siquiera estableceré ninguna diferencia de color:

Al poeta

Para ti, que conoces como la piedra canta y cuya delicada pupila sabe ya del peso de una montaña sobre un ojo dulce y, como el resonante clamor de los bosques, se aduerme suave un día en nuestras venas; para ti poeta, que sentiste en tu aliento la embestida brutal de las aves celestes, y en cuyas palabras tan pronto vuelan las poderosas alas de las águilas, oye este libro que a tus manos envío con ademán de selva, pero donde, de repente, una gota fresquísima de rocío brilla sobre una rosa, o se ve salir el deseo del mundo, la tristeza que como párpado doloroso cierra el poniente y oculta el sol como una lágrima obscurecida.

Vicente Aleixandre

¿Alguien puede encontrar alguna diferencia? Desde luego, yo no soy capaz de observarla. En todo caso, me gusta mucho más de la segunda manera en que está escrito. Mi afectuoso saludo, amigos.


***