miércoles, 11 de marzo de 2009

"LA" TELEFÓNICA


El principio raíz y base de sustentación de todo Estado de Derecho, ya se trate del primigenio Estado liberal, bien del Estado social de Derecho, resulta ser, en ambos casos, el principio de soberanía de la Ley, enunciado del modo más radical. Nada, no sólo ninguna norma positiva, sino ningún acto de gobierno y, por descontado ninguna persona, individual o colectiva -incluyendo en ello, en las momarquías parlamentarias, al titular de la Corona, El Rey, con independencia de otro princpio, el de su inmunidad en el orden penal- puede situarse por encima de la Ley, desde luego de "la Ley de leyes", la Constitución, pero también de cualquier otra posible norma con fuerza de obligar. Nadie por encima de la Ley. Este es el principio substancial y básico de todo regimen democrátivo, más aún que el del sistema de elección de los representantes del pueblo, en las elecciones legislativas, para el ejercicio de las funciones parlamentarias, en los órganos unicamerales o bicamerales, que han de elaborar las leyes. Aquel sagrado principio, mucho más que este segundo, fundamenta y sostiene, en toda teoría del Estado, o de las ideas políticas, al Estado de Derecho, en las Monarquías y en las Repúblicas, en los sistemas basados en el liberalismo, o en socialismo, es decir en la llamada social-democracia. Esto es así, y pueden consultar ustedes a quiénes de verdad saben de ello.

Sin embargo, actualmente, en España, donde a demasiadas gargantas, que no saben bien lo que dicen, se les puede ver hasta las cuerdas vocales, cuando hablan de "la democracia" y del "sistema de libertades" que los españoles "nos hemos dado" -yo desde luego no me he dado nada, tan sólo lo parezco todo, tal y como se entiende todo eso que "me han dado" unos cuantos individuos, con más ganas que yo de "echarse a la calle", de muy elemental mollera y, sobre todo, con unas ganas enormes de vivir, más o menos, del cuento- el principio de soberanía de la Ley, más bien, brilla por su ausencia en muy diversas ocasiones o circunstancias. Y no sólo en lo que directamente afecta al poder político, ejercido hoy por quiénes dicen ser los defensores de los humildes, de "los descamisados", como dijo aquel ilustre bocazas, o sea "mimmano", cuando lo único que defienden es a si mismos, a su excelente "modus vivendi", que nunca pudieron ni soñar, dadas sus más que elementales capacidades intelectuales y mentales, sino también, y en no escaso número, infinidad de entidades, más o menos públicas, que prestan servicios públicos o de utilidad general, suelen hacer del principio de soberanía de la Ley lo que les viene en gana, o pasárselo por cierto lugar que no explicito por razones de elemental buena educación, cosa también que a ellos les falta.

Pues bien, una de esas entidades que hace lo que le da la gana, y lo que quiere, dentro de la más absoluta impunidad, sin responsabilidad práctica posible alguna, por sus desmanes y perjuicios directamente causados a los ciudadanos que usan o consumen sus servicios, es la hoy llamada, escuetamente, TELEFONICA, en su día, de nombre bastante más largo: Compañía Telefónica Nacional de España. Todo eso. Ahora ya, debe de ser porque casi no hay España, se llama simplemente "la Telefónica", o, aún más breve y concisamente, al estilo de nuestros días, "Telefónica". Hoy, ya este ente de maldad intrínseca, máxima representación del despotismo, la indefensión absoluta de sus usuarios, con la consiguiente falta de toda responsabilidad económico-patrimonial, por sus incumplimientos contractuales, sus abusos y hasta podría decirse, si no robos, sí apropiaciones indebidas, o posiblemente estafas deliberadamente planeadas, en abierta infracción del artículo 1.911 del Código civil español, a parte del propio Código penal, por parte de sus representantes legales, se carateriza sistemáticamente por tres cosas, todas ellas padecidas por este pobre peatón, a cual más oprobiosa: 1) No cumplir lo que contractualemente le incumbe en el sentido más absoluto (incumplimiento propio); 2) Incumplir parcial o relativamente, en lo que se refiere al eficaz funcionamiento de las prestaciones a que está obligada (incumplimiento impropio, lo que en nuestro Derecho conduce directamente al resarcimiento de daños y perjuicios), y 3) por último -esto es ya más que indignante- facturar, por ejemplo en una casa de campo que tan sólo se ocupa en el verano, consumos que la citada Compañía manifiesta en su factura haberse efectuado en el invierno, esto es, consumos que no se han hecho. Yo sufrí, personalmente, en dos ocasiones, esta moldalidad de robo o estafa, por importes, nada desdeñables, de setenta y tantos y de ciento y pico euros. El procedimiento de reclamación -siempre a través de mecanismos telefónicos capaces de hacer perder la razón a la persona más serena y pausada- fue un auténtico calvario, pero al propio tiempo tan sólo de eficacia muy pacial. Logré la devolución de la cantidad menor indebidamente cobrada, pero nunca jamás de la de superior cuantía. Y mi única defensa o protesta posible fue la de causar baja en el contrato de suministro telefónico, con el subsiguiente perjuicio para mí mismo.

Ayer, y muy posiblemenet anteayer -¿y cuántas otras posibles veces más?- a los usuarios de ADSL, desde luego a mí con toda seguridad y, sin duda a muchas más personas, a juzgar por el anuncio telefónico estandar colocado "robóticamente" al efecto en el número 902.357.000, de asistencia a los clientes de servicio de banda ancha, que confesaba abiertamente "haber detectado una avería en los servidores, que afectaba al funcionamiento del correo electrónico y, sobre la que se estaba trabajando a fin de repararla lo antes posible". Algo así. También añadía el robótico mensaje que tan solo debía esperarse contestación si la llamada resultaba ser relativa a otra cuestión o incidencia. Bien, la primera, segunda y tercera vez, todo ello en el transcurso de más de 24 horas, me abstuve de solicitar ninguna otra aclaración, observando civilizadamente las instrucciones del anuncio. Pero, ya al día siguiente, tras haber padecido notables alteraciones y perjuicos en el uso del correo electrónico, consistentes en que, o bien un mensaje de entrada se repitió diez o doce veces, mientra por mi parte era imposible emitir ninguno, tras todo eso, tuve que "infringir" las instrucciones, preguntando al operador de turno que hasta cuando iba a durar la avería y cual debería ser la reparación correspondiente, por los daños y perjucios causados. Fui remitido al número 1004, donde otro "robot", inquirió de mí (¡que molesto y degradante es tratar de hablar con robots!) que, brevemente, manifestase, la causa de mi llamada.. Me sentí ridículo al trener que vocalizar: "fun-cio-na-mien-to co-rre-o elec-tró-nico". Parece ser que "el noble bruto" se enteró y remitiome a otro teléfono parecido al de asistencia al cliente para banda ancha, el 902.357.022, donde, a su vez, volvieron a decirme, también robóticamente, exactamente lo mismo que ya me habían dicho en el 902.357.000. Como volviese a "infringir" por mi parte las instrucciones relativas a insistir sólamente en caso de incidencia distinta, nuevamente fui remitisdo al 1004, y de este, otra vez al 902.357.022, con lo que se cerraba el circuito de un modo perfecto e invulnerable. Esto fue asi. Me recordó aquel chiste, que se contaba en la época franquista, del señor que llega al INP (Instituto Nacional de Previsión), por cierto no creado por Franco, sino por Eduardo Dato, en 1928, para formular una consulta y es "paseado" por todo el edificio, hasta conducirle, tras recorrer varias plantas, a una puerta que conducía directamente a la calle... Esto es igual, sólo que es verdad. Y, a mi modesto juicio, ello infringe de plano el Código civil y roza, más que ligeramente, el penal. Y, no me extrañaría que estas cosas sucedan única y exclusivamente para que la Compañía Telefónica Nacional de la ex-España, obtenga unos beneficios netos anuales de miles de millones de euros. Y, si fuera así, que lo sospecho, la persona o personas físicas, diseñadoras de todas estas trampas, deberían ser procesadas inmediatamente. También tiene mucho que decir el Gobierno de la Nación, que no hace absolutamente nada para cortar de raíz semejantes prácticas delictivas, perpetradas en masa, y eso que se trata de un Gobierno socialista, defensor de los pobres, de los humildes, de "los descamisados de mimmano"... Desde luego, pueden hacer cosas peores, mil veces peores, y presuntamente hoy podemos "celebrar" con júbilo aquel otro 11 de Marzo, de hace exactamente ahora cinco años... Descansen en paz. Luis Madrigal.-