viernes, 14 de febrero de 2014

LA MUERTE DE UN ÁRBOL



MORÍA UN ÁRBOL AL CAER LA TARDE


Caía de un balcón la clavellina
a la que el rubio sol roja teñía
para posarse en la mirada fría
de un árbol que expiraba en la colina.

No era un robusto roble, ni una encina,
ni un esbelto ciprés, el que moría.
Era un árbol muy débil… Sonreía
a la tarde, de luz ya mortecina.

Bajo tan secas ramas, su cimiento,
postrado sin vigor bajo aquel suelo
buscaba en su recuerdo polvoriento,

olvidando su suerte, sin consuelo
ni una brizna de amor, ni un solo aliento…
Mas veía, con fe, arriba el cielo.


Luis Madrigal