lunes, 26 de mayo de 2008

LOS TOROS, NO SON SUJETO DE DERECHO


Respeto mucho las opiniones contrarias, especialmente la de las personas que, por pura sensibilidad -como la de los japoneses, que se van de la Plaza al segundo toro, o antes si la sangre ya ha corrido- o las de quienes puedan alegar otros motivos o similares sentimientos. Pero estoy hasta la coronilla de tanto imbécil (generalmente progresista e “intelectual de izquierdas”) perfectamente capaz de propinar con saña una patada a su perro, o a su gato, y que sin embargo se muestra intransigente y se manifiesta en público, hecho una furia, contra las Corridas de Toros. Algunos, hasta se encadenan y gritan tonterías, o simples barbaridades, conforme a los más elementales tratados de Ética, cuando no precisamente constitutivas de delito por su parte, conforme a las reglas y principios del Derecho penal. Como esa de llamar con ira, en público y a gritos, nada menos que “asesinos” a los matadores de toros, o a los empresarios, o a los meros aficionados al noble arte de la Tauromaquia y a la especial belleza de la Fiesta, porque eso sí que constituye precisamente más delito, al imputar a otros la comisión de uno no cometido. Sí, hombres, sí, -y mujeres- voy a tratar de demostrárselo, aunque ni merezca la pena hacerlo. ”¡Asesinos…!” ¿Pero quién ha podido decirles a ustedes semejante disparate?. Asesino, es el homicida, en cuya voluntad y conducta concurre alguna circunstancia agravante, de lo que se deduce que, ni siquiera el que propicia la muerte a un semejante, en cualquier situación, puede ser tildado de tal, si no concurre ninguna de dichas circunstancias. Premeditación, alevosía, etc., Actualmente contiene las ocho que hoy en día son aplicables, el artículo 22 del vigente Código penal español. El de “la democracia”, sí, no faltaba más, sin que tampoco éste mismo Código, que se promulgó el 23 de Noviembre de 1995, tipifique como punible ninguna acción consistente en matar toros en las Plazas, antes al contrario, hasta administrativamente, se regula dicha actividad. ¿O acaso no han oído ustedes hablar del “Reglamento Taurino”?. No se trata de dar a nadie ninguna lección de Derecho penal, ni tampoco de ninguna clase de reglamentos, siempre, científicamente, menos contundentes, por pertenecer a una rama residual y muy secundaria del Derecho. Pero quizá sí -es conveniente hacerlo de una vez- de pura y simple Ética natural, cuya disciplina ha de insertarse de plano en el campo de la Filosofía. Y a ello iremos, pero antes, conviene también decir a estos personajes, asimismo muy “demócratas”, sin entrar por ello en ningún análisis jurídico, que, con el cambio de Código penal, resulta ahora mucho más fácil, en España, asesinar a un ser humano que a un toro, si bien esté penadísimo -aunque luego tampoco sea tanto- atentar contra la vida de diversas especies de lagartos, lagartijas u otros especies zoológicas tan interesantes. Tengo razones y argumentos para explicar, si alguien lo desea, ambos asertos. Pero, ¿no les basta a ustedes con proteger a los lagartos? ¿O con defender altísimos presupuestos, capaces de arruinar al contribuyente, para elaborar estudios sobre lo que comen las cabras en la Sierra de Madrid?. En cualquier caso, pierden el tiempo pretendiendo hacerlo también con el toro de lidia español, porque su noble y heróico destino está asociado, por naturaleza y esencia, a morir, también con la mayor dignidad y con bastantes posibilidades de defensa, en un Coso taurino.

En efecto, analiza y determina la Ética más elemental, y también el Derecho Natural, que los animales no son sujetos de derecho, como tampoco lo son ni pueden serlo de obligaciones. Esto es, los animales -todos ellos- son cosas, más precisa y específicamente cosas semovientes, las cuales, junto a las muebles y a las inmuebles, constituyen la totalidad del universo de las cosas corporales, determinadas y apropiables, que el Derecho reconoce como pertenecientes al “mundo exterior”. Les guste a ustedes o no. Porque deben saber que socialmente todos nos regimos por el Derecho, y éste lo considera así. Ciertamente el Derecho positivo, ha de apoyarse, como predicó un gran jurista, antes agnóstico y después gran creyente, en “esa roca inconmovible del Derecho Natural”. Este señor, se llamaba Federico de Castro y Bravo, y es bien conocido y recordado con admiración por todo jurista que pueda preciarse de serlo, hasta los que hayan estudiado en la UNED y por apuntes, aunque esto ya resulte más difícil. Viene a cuento la cita, y la remisión al Derecho Natural, porque como algunos de ustedes son tan ignorantes, seguramente habrán podido pensar alguna vez, y hasta lo habrán dicho, que precisamente “los derechos” de los animales, como ustedes acostumbran y gustan decir, están amparados por el Derecho Natural. Pero resulta que es exactamente lo contrario. Con arreglo al “ius naturae”, los animales -lo siento mucho- carecen absolutamente de todo derecho, esto es, no tienen ninguno. El Derecho, en general, no es más que una herramienta, consistente en un sistema imperativo de normas reguladoras de la conducta humana, para perseguir y lograr la virtud de la justicia. Y no se puede confundir el medio, que siempre será tosco e imperfecto, con el fin. Pero es que, en cuanto al fin, que es lo esencial, no existe, no hay, una justicia sub-humana. No lo digo yo, lo dice, precisamente, el Derecho Natural. Estoy seguro que todos los tratadistas, desde los más clásicos, así lo han afirmado, pero, en todo caso, yo lo he leído, entre otros, en el del Profesor Luño Peña, una verdadera eminencia en la especialidad. Así pues, lidiar y dar muerte a los toros, no es un “asesinato”. De eso, nada de nada. Y de los “derechos de los animales”, menos aún. Deben ustedes documentarse antes de hablar. Y sobre todo, antes de insultar, injuriar y hasta, si se tercia, agredir, o cuando menos propiciar el acto sumamente violento y desagradable de “encadenarse”, aunque ello suponga en realidad, más bien, hacer el idiota.

Eso no quiere decir, ni mucho menos que deba maltratarse, y más si es con crueldad, a los animales, porque eso sería, o es, faltar a los deberes éticos de probidad y caridad, que también se tienen con los animales y hasta con las cosas. Pero, yo no puedo admitir que al toro de lidia se le maltrate, ni que se sea cruel con el mismo. Vive como un príncipe en las dehesas y, al final, no recibe una descarga de electricidad, como sus congéneres mansos (supongo que ustedes serán todos vegetarianos) que nutren a la humanidad con las proteínas de su carne. El toro de lidia, también alimenta con la suya. Aquí, muy cerca de mi casa, en la Avenida Donostiarra, de Madrid, hay una Carnicería que casi exclusivamente vende carne de toro de lidia. Está muy cerca de la Plaza de Toros de Las Ventas del Espíritu Santo. Quizá el nombre, se deba a que hasta la divina Providencia, su propio Espíritu, se complace en algún lance cuando torea algún diestro capaz de citar, mandar y templar como exigen los cánones, o cuando se liga una tanda de verónicas “hechas de aire”. Para eso Dios, puso todo lo creado a disposición y servicio del hombre. Hay argumentos hasta teológicos. Ustedes, no pueden entenderlo. Y les advierto que a Granero, Joselito, Manolete y “El Yiyo”, entre otros, les mató un toro, que no siempre son los toreros los que matan.

Desde luego, yo soy español y, aunque casi no entiendo nada del arte taurino (últimamente, gracias a mi buen amigo Carlos Tobes ya he podido distinguir entre “la suerte natural” y “la contraria”) y, si ustedes quieren, tampoco soy un aficionado capaz de ver más de tres toros, me declaro abierto partidario de nuestra Fiesta, que es muy bella, muy hermosa y seguirá siendo “nacional”, aunque ahora ya no quieran algunos que la Nación se llame España. Pero, no sólo aquí. Nuestros antepasados dejaron muy viva la tradición de tal arte en muchos países de nuestra América: Méjico (¡Viva México lindo!, y viva la memoria de Luis Castro “El Soldado”, Silverio Pérez, Carlos Arruza… y hoy la valentía y arte de Eulalio López “El Zotoluco”); Venezuela (ahora mismo Luis Bolívar, que a pesar de tener apellido de traidor, es un gran torero y antes los hermanos Girón, César y Curro); Colombia (el gran César), Perú (Guillermo Rodríguez o Adolfo Rojas), Ecuador (con José Díaz, “Chaleco II” o Guillermo Albán)… Es verdad que, en esas tres grandes naciones del Sur, Argentina, Chile, Uruguay, y también en otras latitudes, no hay tradición taurina, y su sensibilidad les acerca más a los caballos. Pero, también aquí al lado, en el hermano Portugal, ha habido toreros excelentes, como aquel Manuel Dos Santos, o Rui Fernades y hoy día Vitor Mendes o “Pedrito de Portugal, aparte del gran rejoneador Joao Moura. E incluso más arriba, más al Norte, nada menos que en la “civilizada” y cultísima Francia, que no sólo cuenta con Sebastian Castela (de quien se dice ser el número Uno mundial, cosa que yo no aceptaré mientras esté en activo Enrique Ponce), sino con “Les Arenes” del antiguo Circo romano de Nimes, y con las Plazas de Arles, Bayona, Beziers o Toulusse y, hasta 1893, por quiebra de la empresa, con una gran Plaza de Toros en el mismísimo París, la de Rue Pergolese, donde torearon nada menos que Lagartijo, Frascuelo, Mazantini y Guerrita. ¿Qué les parece?

Desde luego, a mí me parece excelente noticia que siga habiendo Toros y festejos taurinos. Hasta tal punto me parece bien, que he decidido incorporar a este Blog -en el que ya se remite a la Historia, la Filosofía, la Pintura, la Música- también la Tauromaquía, a la que nuestro Francisco de Goya dedicó una de las muestras más exquisitas de su arte pictórico, anticipándose, como el primer aguafortista, en el anuncio de la modernidad, con su serie de grabados “La Tauromaquia”. En consecuencia, amigos de Méjico (perdón, México), Venezuela, Colombia, Perú y Ecuador (disculpas si omito a alguien), podréis disponer desde hoy, en los correspondientes enlaces de este Blog de, en principio, tres páginas o sitios excepcionales y, además de la mejor música taurina que puede escucharse. Aparte del “Gato montés”, de ayer, que también hoy incluyo, estas otras dos muestras, “España cañí” y “Paquito Chocolatero”, completan la Banda, para poder ir alternándolas sucesivamente, en función de las buenas faenas.. Amigos y amigas argentinos, chilenos, uruguayos y… demás, mis disculpas. Tendréis que absteneros. A los demás: ¡Suerte, maestros…. Va por ustedes! . Con mi más cordial saludo. Luis Madrigal.-