viernes, 23 de diciembre de 2016

NAVIDAD VERDADERA, JUNTO AL FUEGO Y LA SANGRE





NAVIDAD PARA VOSOTROS



Los que adoráis al Niño en vuestro pecho,
sin más luz que la Fe en que  -aquel día-
en plena noche el Sol nació en el suelo,
a vosotros os digo:
Nada temáis de sombras que ahí acechan
cual fantasmas de ayer, que hicieron guardia
en siniestros abismos y al amparo
de rencores y odios...  De teorías
que jamás fueron ciertas ni veraces
y alejaron del ser su ser divino...
Nada temáis... Sois la esperanza
del eterno futuro, que no muere;
la alegría del Cuerpo asesinado
entre sangre a torrestes, que germina
la semilla de Dios... Volved el paso.
Volved a haceros niños. Nuevos pobres, 
junto al brasero de la mesa camilla
que crepita las venas de los muertos
para inyectar en ellas vuestra sangre. 
Y reid y cantad, porque la muerte
hoy claudica de sí... ¡Dios ha nacido!



Luis Madrigal



lunes, 19 de diciembre de 2016

SÓLO UN SARCASMO



SÓLO UNA HOJA


No, no es Navidad. Tan sólo es un sarcasmo. 
Sólo una hoja. Dos. De muérdago apagado y triste,
silencioso. Sin luces ni cristal, y sin cristales
que guiñen sus ojos ciegos en la noche
a los que, fuera de sí, caminan, con paso
mustio y ceniciento.
Cargado de temor alborotado que gime
y, sin saberlo, llora mientras ríe.
Risa sin ser, sin alma y, a porfía,
simple mueca de nada, que agiganta
el vacío que vuela y llena el aire
de más nada. De abulia que corre al precipicio
para morir, ya sin vida... Más que un cadáver,
maltrecho y polvoriento  -en infernal crepúsculo-
parece un eco eterno de infinito muerto
que arrastra en torrentera mil suspiros
de lo que nunca fue,
ni vio, entre espasmos moribundos,
los efluvios del ser que, el Alba de la Historia,
quizá  -aun cuando fuera así-
depositó, en el corpóreo barro preexistente,
su simiente de amor, para alcanzar la Vida.


Luis Madrigal





viernes, 16 de diciembre de 2016

HESICASMO EN LA CALLE






LOS NUEVOS EREMITAS


Decía Ortega, profundamente decepcionado por las más de cinco mil páginas de Augusto Compte, las no menos de dos mil quinientas de Spencer  -aunque con la excepción, y aun ella sumamente parcial de Durkheim-  que lo que se ha dado en llamar "Sociología", no era una ciencia sino una pseudociencia y finalmente que, entre las trescientas cincuenta páginas de Bergson  -en la que él llamaba obra de título "hidraúlico"-  sobre las dos fuentes de la moralidad y la religión, ni en una sóla de aquellas conseguía decir su autor sobre qué especulaba. Y que, por ello, la ineptitud de la sociología, llenando las cabezas de ideas confusas, había llegado a convertirse en una de las plagas de nuestro tiempo. ¡Qué no hubiese dicho el maestro de la "Politología" y de los politólogos, de haberse sabido en su tiempo que éstos  llegarían a existir!

En el pensamiento orteguiano, ello sucede porque son muy pocos los hombres  -él dijo los pueblos, pero tengo la impresión de que es lo mismo-  que gozan de la tranquilidad necesaria para recogerse en la reflexión. Casi todo el mundo está exclusivamente alterado, esto es, vive continuamente tan sólo en relación con los otros y nunca consigo mismo, de tal forma que pierde su atributo más esencial, el de la posibilidad de meditar, de buscarse dentro de sí, de ensimismarse, de saber de verdad qué es lo que cree, lo que de verdad desea y lo que de verdad detesta. Porque la alteración, le obnubila, le ciega y obliga a actuar mecánicamente en un frenético sonambulismo.

Eso es lo que  -verdaderamente también-  es el hombre de nuestros días. Un sonámbulo, que camina por la vida con las manos por delante, en una inmensa noche, para no tropezar con la primera esquina y romperse la cabeza en mil pedazos. Pero ese sonambulismo le lleva a precipicios mucho más peligrosos, hasta cavar la tumba de su propia degradación ontológica original. Ya casi no es un hombre. Se ha convertido en un individuo de otra especie. Más que evolucionar, está involucionando hacia los más oscuros ámbitos pasados de su propio ser.

Este nuevo sujeto humanoide, que anda -espiritualmente- dando saltos por las calles, mientras vocifera, golpeando su pecho y urgándose las axilas con sus pulgares, ha llegado a tal estado y situación no como consecuencia del evolucionismo de Darwin, sino, en sentido contrario, por causa de haberse olvidado y de haber abandonado por completo la vieja actitud y régimen vital de los ya antiquísimos eremitas. ¡Los eremitas  -los santos, por sabios, ermitaños-  se extinguieron como los dinosaurios! Quedan en pie, no faltaba más, los monasterios contemplativos, pero esto no es suficiente, porque, en medio de la selva de asfalto y cemento, va resultando cada día más necesario que esos ámbitos monásticos -en una sagrada modalidad quirúrgica de operación cesárea-  se extraigan de su propio seno para ser dulce y suavemente depositados sobre las calles y plazas de nuestras ciudades, brutalmente materialistas y paganas, fruto, más que de la ceguera existencial, de la simple estupidez colectiva y gregaria.

Gracias a Dios, que parece no estar nunca  -y algunos dicen que no existe- pero que jamás abandona a los hombres, hoy mismo, ahora mismo, en este mismo momento en que las masas irredentas "celebran" esa falsa Navidad, que nunca existió hasta hace relativamente muy poco tiempo, florece en silencio y en paz un nuevo eremitismo. Comienzan a caminar nuevos eremitas, peregrinos de sí mismos, como aquel "Peregrino ruso", tan anónimo como su propia historia y como el que la relató, que caminaba nutriéndose de duros mendrugos, en busca de la paz, pero bebiendo el agua pura de las fuentes de la Filocalia, la mística y accesis de la Iglesia Oriental; del hesicasmo, en busca de la paz interior en la quietud, la soledad y el silencio; de la patrística oriental, los textos compilados por Orígenes de nuestros hermanos en la fe de Cristo Jesús, San Basilio Magno y San Gregorio Nacianzeno: "Jesús mío, ten misericordia de mí", clamaba sin cesar aquel hombre, de nombre desconocido, acompasando su respiración a la emisión de estas palabras.

Y así, o más o menos del mismo modo, viven hoy algunas personas  -no sé si son pocas o tal vez muchas-  que ya no se cobijan en cuevas, ni se cubren con harapos. Que se duchan todos los días, y hasta tienen calefacción en el crudo invierno, o aire acondicionado en el sofocante verano. Que subsisten y hacen frente a sus más perentorias necesidades, en general, con alguna humilde pensión o con modestos recursos. Que salen con más o menos frecuencia a la calle y hablan con los demás. Que están más o menos al corriente de lo que pasa en el mundo. Pero que no viven en el mundo, sino dentro de ellos mismos. Que no ambicionan nada. Ni cosas ni, mucho menos aún, dominar o esclavizar a nadie, sino tender la mano a todos y depositar, en todas partes, el aroma del amor.

Esto no quiere decir que los nuevos eremitas, como los viejos templarios, dejen de ser -si así se quiere expresar- mitad monjes, mitad soldados, prestos en todo momento a la lucha contra las ordas canallas y miserables; contra el imperio del mal, la mentira y crueldad del populismo marxista-leninista; la corrupción intelectual y moral de las masas, siempre en rebelión constante contra las egregias minorías que han de fermentarlas; contra los canallas que, para ganar dinero, alimentan y pervierten a esas mismas masas con el cultivo de la ignorancia, el analfabestismo, la banalidad y las malas maneras, deliberada y reciprocamente propuestas y aceptadas como bandera de modernidad. De la podredumbre y la basura expelida y expandida por la Televisión y el llamado periodismo rosa, o el tan burdo e insubstancial "deportivo" de la Radio. Y por tantos y tantos etcéteras como hoy asolan y lentamente asfixian y destruyen la sociedad, de la que los llamados sociólogos  -como en los tiempos de Ortega-  ni dicen nada ni saben nada. Tan sólo hacen encuestas.

Feliz Navidad verdadera a todos, incluso a los que la celebran sin invitar al Cumpleaños del que los cumple. Pero eso sí, tengamos todos en cuenta que el Hijo de David sólo vendrá cuando no tengamos dinero en nuestros bolsillos.


Luis Madrigal



martes, 29 de noviembre de 2016

MUERE LA BESTIA






MUERE LA BESTIA

He de decir con toda sinceridad que, por lo oído desde lejos, más que por lo visto desde cerca, siempre me imagine al Dictador cubano expirando entre fuertes resoplidos, horribles muecas en los estertores de su diabólico fin existencial, olor a azufre, tridentes entre llamas, patas y cuernos de cabra, pentagramas con Baphomet, ojos de dragón y cruces satánicas. Y sin embargo, parece ser, ha muerto dulcemente en su cama, como ya anunciase la Virgen María, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, a San Antonio María Claret, entre los años 1851 y 1857.

Según la tradición, el Padre Claret, Arzobispo de Cuba, estaba recorriendo las zonas montañosas de Santiago cuando se le presentó la Virgen de la Caridad para predecirle el futuro de la Isla, profecía que luego el prelado transmitió a sus feligreses y miembros de su congregación, la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, popularmente conocidos como Claretianos. La revelación de la Virgen “hablaba de un joven muy osado que subiría por esas mismas montañas con las armas en la mano, y después de unos años bajaría triunfante con una espesa barba, acompañado de otros hombres también barbudos y con largos cabellos”. Esos jóvenes, traerían colgadas de sus cuellos, “medallas de la Caridad del Cobre y crucifijos que en poco tiempo dejarían de usar, para luego negar con vergüenza sus creencias”.

La profecía agrega que el joven líder “sería aclamado por todos a causa de numerosas reformas de beneficio popular, se iría apoderando poco a poco de todo el poder, sumiendo al pueblo cubano bajo una férrea dictadura que duraría 40 años, en los cuales Cuba sufriría numerosas calamidades y penurias. Finalmente, ese hombre moriría en la cama”.

Tras su fallecimiento  -continúa la profecía-  “se produciría un corto período de inestabilidad y enfrentamientos, en los que incluso llegarían a producirse algunos derramamientos de sangre, aunque luego la nación cubana  -la Perla de la Corona de España-  volvería a levantarse poco a poco hasta llegar a ocupar un destacado lugar en el ámbito internacional”.

El 22 febrero de 1857, San Antonio María Claret partió de regreso a España al ser nombrado confesor de la Reina Isabel II. Fue despedido por una multitud en el puerto de Santiago de Cuba.


***

Hasta aquí la leyenda. Pero no toda leyenda necesariamente ha de ser falsa en lo que atañe a su contenido, y mucho menos cuando ese contenido puede ser encuadrado dentro de lo que, entre los géneros bíblicos, representa y significa el género profético. El profetismo, en primer lugar y antes de ninguna otra anotación, consiste en hablar en nombre de Dios. Así lo entendió desde el principio Israel, donde florecen los primeros Profetas de la historia de la humanidad, si bien, también entre los pueblos vecinos, se refiere el éxtasis profético de Biblos, en el siglo XI a.C. y, curiosamente, el nombre de “Biblia” con el que se conoce al libro sagrado cristiano, es atribuido a esta ciudad ya que la primera biblia se realizó en papiro proveniente de la misma.

La palabra que les llega a los profetas, es más fuerte que ellos mismos y no la pueden acallar, porque el profeta es un simple mensajero y un intérprete de la palabra divina: “Habla el Señor Yahvé, ¿quién no va a profetizar?”, exclama Amós (3, 8), y Jeremías lucha en vano contra esa fuerza: “Me has seducido, Yahvé, y me dejé seducir, me has agarrado y me has podido…” (Jr, 20, 7-9) ¡Pobre Jeremías, tiene que profetizar la ruina total de Judá, y ello le duele en el alma! Pese a ello, profetiza, y esto le hace sufrir vejaciones y cárcel, que arrancan de él lamentos más amargos que los del mismo Job. Jeremías, es hombre de corazón tierno, al que Dios elige como profeta de las naciones y al que dice: “Yo te haré ciudad fuerte, columna de hierro, muro de bronce”.

El lenguaje profético, en general, nunca se dirige a un solo individuo, sino a una más amplia esfera y su mensaje transciende al presente y al futuro, porque es eterno. Transmite a sus contemporáneos el mensaje de Dios, pero este mensaje es muy superior a los límites del tiempo, superándolos y transcendiéndolos en todo el alcance de la doctrina que contiene: El monoteísmo  -Yahvé, dueño de toda la tierra, no deja espacio para otros dioses-  y la moralidad, porque la santidad de Dios no puede ser compatible con la impureza humana y, por fin, la espera en la promesa de la salvación, porque el castigo no es la última palabra de Dios, que no quiere la ruina total de su pueblo. Así lo declara Isaías, triunfalmente, y dentro de un lirismo lleno de fuerza y majestuosa armonía, pese al peligro de cuarenta años dominados por la amenaza de Asiria sobre Israel y Judá y lo confirma, de un modo lógico y ordenado, Ezequiel, aun de forma más gris y monótona, pero abriendo una camino nuevo, porque la antigua Alianza del Sinaí ha de ser sustituida por una Alianza eterna (Ez, 16: 60).

En el orden estrictamente humano y temporal, si nos asomamos a las páginas de estos días, en casi todos los diarios moderados del mundo, podremos ver que, en general, los comentarios de los lectores se han dividido entre los que denuncian graves acusaciones y los que se mantienen en un tono conciliador o hasta toman partido y encuentran justificadas explicaciones a la crueldad del Dictador. En la página de “ACIPRENSA”, periódico digital católico, los fundamentos y réplicas, los de los partidarios de la ira y la violencia, me parecen no obstante puras estulticias, incoherentes y sofísticas, simplemente con el fundamento en el “y otros más”. Así, por ejemplo, si pese al hecho de haber estudiado en un colegio católico jesuita, se declaró posteriormente ateo y marxista-leninista, se alega que en Cuba existe la libertad religiosa, de lo que pueden ser prueba los artículos sobre la fe cristiana publicados en revistas católicas. Que, si mandó fusilar a quienes se oponían a su poder, incluso de su mismo grupo, también ha habido hombres en los países democráticos que han mandado fusilar y eliminar a sus opositores. Que, si encarceló disidentes, en todo el planeta existen presos políticos. Que si, miles de cubanos, ciudadanos comunes y pobres, tuvieron que abandonar el país, jugándose la vida en balsas, lo hicieron gracias a la ley de los Estados Unidos, donde entraban libremente en cuanto pisaban suelo norteamericano, en lugar de dirigirse a otro lugar de Suramérica. Que si financió y protegió a terroristas, guerrilleros y asesinos de Iberoamérica, también Luis Posada Carriles, terrorista de derechas, voló un avión y colocó una bomba en un hotel cubano. Que, si envió tropas a Angola para apoyar a la guerrilla ideológica marxista, Angola fue liberada del racismo que invadía el país africano. ¡Que, en el año 1962, puso en vilo al mundo  -que horror, yo lo viví, y todavía lo recuerdo ahora con espanto-  al permitir la instalación de misiles nucleares en Cuba por parte de la URSS…! Hay que recordar que dichos misiles apuntaban directamente a Ciudades de los Estados Unidos, con el inminente riesgo de una III Guerra Mundial… ¡Maldito canalla!. Esto, humanamente, no tiene perdón. ¡Gracias, Presidente John Fitzgerald Kennedy!  El insensato comentarista de turno, no tiene otro fundamento para disculpar el grave riesgo al que aquel miserable sometió a la Humanidad, que el de alegar que a los Estados Unidos “bien que les gustaba esa guerra…”

El resto de los alegatos en favor del trágico Comandante, me parecen simplemente pueriles, cuando no verdaderamente estúpidos. Uno de ellos, es que Cuba ha obtenido infinidad de medallas de oro en los Juegos Olímpicos. El otro, es rigurosa y dramáticamente falso. El de que Cuba tiene los mejores niveles de vida. Lo que yo veo en la TV y en las fotografías de los periódicos  -y bien que me duele-  es que la mierda se está comiendo La Habana, aquella preciosa Ciudad edificada casi como un duplicado de Cádiz, la Tacita de Plata.

Sin embargo, pese a todas sus miserables acciones, el difunto Dictador, no dejó nunca de ser un hijo de Dios, en el que no cabe acepción de persona. Él quiere a todos sus hijos, y perdona siempre los mayores y más horrendos actos, por execrables sean a los ojos de los hombres. Siempre hay un segundo, -una décima de él-  para pedir perdón, y ese mínimo lapso puede ser suficiente para mover el infinitamente misericordioso Corazón de Dios. Podrá parecer injusto esto, pero, si tal parece, es preciso recordar la parábola de los que reciben el mismo sueldo  -un denario-  vayan a la hora que vayan a la Viña. Esta parábola, parece injusta cuando damos por sentado que somos nosotros los primeros en llegar, pero qué agradable y consoladora resulta si pensamos en que llegamos los últimos.

Porque, en definitiva, ¿quién es la Bestia que debe morir y quién la que ha muerto? 

Ha muerto, sin duda alguna, un malvado y cruel dictador sanguinario, torturador y azote de inocentes conciudadanos, cuyo pecado fue simplemente el de no pensar  lo mismo que él pensaba, ni de sentir el mismo odio que él sentía  -que ya ha de ser grande para derramar tanta sangre y quebrantar en tantos seres humanos el don más preciado, el de la libertad-  sin que haya, ni pueda haber, por grande pudiera haber sido, conquista social, ni bienestar alguno, ni progreso de ningún género o especie, que justifique el hecho de derramar una sola gota de sangre de ninguno de los hijos de Dios, sobre todo de los más pobres, como los miles de balseros que huyeron a Miami, jugándose la vida en el mar.
 
La Bestia que debe morir, es una combinación de las cuatro bestias descritas en la profecía de Daniel 7:2-8: Tiene apariencia de leopardo, patas de oso, fauces de león y diez cuernos. Las bestias que enumera el profeta Daniel representan “reyes”, o gobiernos políticos, que forman grandes imperios y se suceden unos a otros (Daniel 7:17). De modo que la bestia de siete cabezas del capítulo 13 del Apocalipsis cristiano representa un sistema político compuesto por más de un gobierno.

Asciende del “mar”, es decir, de la sociedad humana inestable y turbulenta de la que surgen los gobiernos del mundo (Apocalipsis, 13:1; Isaías 17:12-13).

La Biblia cristiana dice que el número, o nombre, de la bestia es el 666 y que este “es número de hombre” (Apocalipsis, 13:17-18). Esto último indica que dicha bestia es una entidad humana, no espiritual ni demoníaca. En consecuencia, cabe pensar si ha de morir urgentemente alguien más. Siempre con el perdón del Misericordioso.


Luis Madrigal






jueves, 24 de noviembre de 2016

CLAMAD SIEMPRE AL SEÑOR NUESTRO DIOS



IVANKA TRUMP, LA NUEVA ESTER


Mi buen amigo Antonio Escudero Ríos, desde su gran amor al pueblo de Israel, que  -como él mismo admite y defiende, últimamente-  mantiene unida su naturaleza y su destino a los de la Iglesia católica, y viceversa, ha escrito muy recientemente una breve semblanza,  en torno a la hija de Mr. Trump, Presidente electo de los Estados Unidos de America.

Ivanka Trump, conversa al judaísmo, casada con un judío y madre de tres hijos, pudiera ser, para el maestro Antonio Escudero, en cuanto experto en asuntos judíos, una nueva Ester, la bíblica heroína que salvó a los hebreos de Persia de la extinción y el aniquilamiento. Y puede que Antonio tenga en esto mucha razón. Mr. Trump está recibiendo las más duras críticas en Occidente, y muy especialmente en España, donde se le teme como a una de aquellas horribles plagas del pasado y se le supone causa, próxima y remota, de todos los sufrimientos y desgracias venideros, hasta el punto de ser identificado con el KKK y hasta a decirse de él que es un psicópata.

Por contra, Antonio Escudero, es sumamente optimista. Una hija es siempre la niña de los ojos de todo padre, sobre todo cuando es tan bella como Ivanka. Y cuando el padre  -con todos los dimes y diretes que se quiera-  es el hombre más poderoso del mundo, ahora en potencia y después del 20 de Enero en acto, la combinación de estos factores, como presume Antonio, puede traducirse no sólo en la más reforzada y contundente defensa de Israel, sino de todo el Occidente, sencillamente porque Israel es parte de ese mismo Occidente, del mismo modo que, cuando se ataca a Israel se ataca a la Iglesia de Jesucristo  -a todas las Iglesias cristianas-  y cuando se ataca a la Iglesia, se ataca a Israel.

El Libro de Ester, intercalado en la Biblia católica entre los de Judit y el Primero de los Macabeos, hubo de sufrir un arduo peregrinaje hasta su canonización por el Concilio de Trento. Para nosotros los cristianos es, pues, un libro sagrado, aunque no lo sea tanto para los propios judíos, porque aun formando parte del Tanaj, en la medida en que se halla incluido en los Ketuvim, está excluido de la Torá, separado de la Ley de Moisés, escrita en piedra para el pueblo de Israel. Y por ello, para Israel, más que un Libro propiamente sagrado, supone la superación de la tragedia del aniquilamiento, la liberación de la nación judía merced a una mujer bellísima, Ester, Hadassáh (que en hebreo significa mirto, el arbusto siempre verde y oloroso, y al mismo tiempo estrella, puesto que un Targum de la tradición hebraica dice de ella que era “la más bella estrella de la noche”).

En efecto, Ester, era una hermosa doncella judía que, siendo huérfana e hija adoptiva de su tío Mardoqueo, se convirtió en la reina de Persia y de Media cuando se casó con el rey Asuero. Los judíos establecidos en Persia se ven amenazados de exterminio por el odio de un visir omnipotente, Amán, y se salvan gracias a la intervención de Ester, joven compatriota que ha llegado a sustituir a Vasti, la mujer insumisa, repudiada y destronada por el propio Asuero, en su tercer año de reinado, para casarse con Ester, en el séptimo año, a la que amará más que a ninguna de sus esposas.

Yo no sé qué es lo que va a pasar con Mr. Trump, y con cuantas hipótesis rodean a este señor. Desde luego, tengo muy en cuenta las turbias y crueles maquinaciones de Amán, en el duocécimo año del reinado de Asuero: “Hay un pueblo disperso y diseminado entre los pueblos de todas las provincias de tu reino, con sus leyes, distintas a las de todas las naciones, y que no cumplen las leyes reales. No conviene al rey dejarlos en paz… [sino] exterminar, matar y aniquilar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres… en el espacio de un solo día”  (Ester, 3:8 a 13), pero celebraría mucho que, como presagia Antonio Escudero pudieran verse cumplida también, tras su representación dramática, la esperanzadora conclusión que habita en las palabras de Mardoqueo (versículos siguientes del mismo Libro,10:3f), lo que constituye toda una tesis religiosa: “Mi pueblo clamó a Dios y fue salvado. El Señor salvó a su pueblo, liberándonos de todos estos males y realizando prodigios y maravillas como nunca se habían visto entre las naciones”.

Así lo espero yo. Así lo querrá el Señor, si clamamos a Él.



Luis Madrigal




sábado, 19 de noviembre de 2016

LO QUE SUBE HASTA EL CIELO

DEL CIELO BAJA




Una flor, que en el campo ayer brillaba,
sintió el flagelo hiriente de la pena
y, de aflicción tan triste el alma plena,
soñó  -otra vez-  que como ayer soñaba.

No es un sueño, despierta... ¡Tanto amaba
al amor de su vida...! Tan serena,
que del Cielo bajó y, en luna llena,
a la Tierra volvió, tal como ansiaba.

No hay dos vidas, una ahora y otra luego...
Sólo una Vida hay, y una campana
que suena con dolor, cuando se apaga

en la noche la voz... Mas, la mañana
de seda y entre miel cura la llaga.
¡Que en todas partes el Amor es fuego!



Luis Madrigal





jueves, 10 de noviembre de 2016

SATURAR EL BLANCO





SOBRE LA CABEZA DEL MONSTRUO

Un buen amigo me advierte con urgencia del inminente peligro que acecha a la nación española y, en consecuencia, de la necesidad de defenderse enérgicamente de él con el mismo carácter urgente. De conjurarse sin dispersar la munición, ni gastar pólvora en salvas, tan sólo para hacer ruido. Sin gastar bromas ni hacer chistes acerca de su inmediata presencia, por ridícula que parezca. Y, sobre todo  -en esto insiste mucho-  sin hacer sonar los viejos tambores, los que tronaron por vez primera en el asalto al Palacio de Invierno, sino los más próximos y cercanos en el tiempo, los que ahora mismo resuenan y dejan oír su dramático acento, desde Cuba y Venezuela. Me dice que, en esta hora -que, por lo que se refiere a España, a mí me parece tan sólo estúpida- en realidad, bajo esta misma apariencia de frivolidad e inconsistencia intelectual y humana, se esconde un grave peligro de destrucción progresiva de todo. No sólo del llamado estado del bienestar general, e incluso de la esperanza de rescatar de su actual y penosa situación a quienes sufren el flagelo de la pobreza o hasta la miseria. Está en peligro también, sobre todo, el don ontológico supremo de la libertad. Sinceramente, me parece una exageración. Pero dice también mi amigo -y en esto yo estoy por completo de acuerdo- que el tristemente famoso eslogan según el cual debe haber, en todo momento libertad, “incluso para los enemigos de la libertad”, es un dogma éticamente falso y altamente peligroso.

Siempre he pensado que las sociedades libres deberían blindarse contra este peligro mediante la ilegalización prima facie, a los primeros síntomas, de todo cuanto simplemente huela a “eso” o pueda ser identificado por su tóxico aroma, y no cuando ya es demasiado tarde. Porque, dice él, y creo que yo también lo comparto, que eso es lo que pretenden ahora mismo tales canallescos enemigos. Pasar por gentes tan inofensivas como ineficaces, dado su objetiva escasa entidad y talante, su falta de madurez y hasta su infantilismo, cuando no su aspecto de titiriteros, más que de artistas de circo. Lo hacen, dice mi amigo, para que se produzca el patológico fenómeno social consistente en que, lo que Don José Ortega y Gasset llamaba “la masa”, se imponga sobre “la minoría egregia” que ha de fermentarla y construir una auténtica sociedad y no un apestoso bodrio de hedionda convivencia social, de miseria colectiva y de caos. Porque es que, además, esta “chusma irredenta y canalla”, como les llamó Friedrich Engels en aquella carta a su íntimo amigo Don Carlos Marx, y ello es lógico y natural, en el orden práctico, ni dice qué quiere hacer ni cómo, muy probablemente porque no sabe hacer nada de nada. ¿Cómo podría ni tan siquiera pisar, en mangas de camisa, con coletas, rizos y tirabuzones, las alfombras de las embajadas europeas? ¿Se lo ha preguntado alguien? Me dijo una buena mujer que pegaba carteles en una pared, que eran “doctores” y puede que lo sean, pero tengo entendido que lo son en esas ciencias que no existen y que alguna de sus tesis doctorales versó sobre el modo de promover tumultos callejeros, tender barricadas y fabricar cócteles Molotov. ¿Se han dado cuenta esos cinco millones que, si ahora pasa alguien hambre, después nos moriríamos todos de ella, sin necesidad de ir a Portugal  -como los venezolanos a Colombia-  para poder comprar papel higiénico? Claro que, hay que pensar lógicamente, no haría ninguna falta, con arreglo a los principios digestivos rigurosamente fisiológicos.

En resumidas cuentas, que aunque el Monstruo parezca, y sea, un “monstruito”, no hay que fiarse. Dice mi amigo que, además de saturar el blanco, es preciso hacerlo sobre la cabeza, pese a tener la impresión de que todos y cada uno de estos individuos son algo parecido a los tan actualmente de moda payasos malos, llamados “diabólicos”, y también “asesinos”. Estos, los de aquí y ahora, todavía no han asesinado a nadie, según la larga y reiterada costumbre histórica de los partidarios de las teorías que enarbolan. Pero, dice mi amigo, que no hay que fiarse. Lo de “saturar el blanco”, en realidad me parece un término artillero, más que de infantería, la Gloriosa Infantería Española, en la que yo me eduqué militarmente, y de la que aún soy  -supongo-  Oficial de Complemento, aunque tal vez ya no lo sea. Es igual, si ya no lo soy, me nombro a mí mismo, me constituyo en esta función o  -incluso mejor-  me hago soldado raso autónomo, más o menos en el mismo orden de cosas en que, entre los postulados básicos y esenciales de uno de estos partidillos de moda está el de que “el servicio de orden, más que para establecer el orden, está para defenderse de la Guardia Civil”.

Lo que no voy a permitir es que, esta vez, me cojan durmiendo de nuevo. Ya no tengo licencia de armas, eso sí lo sé, pero aún conservo mi viejo sable y, en su caso, Dios no lo quiera, no pienso tomarlo con los dedos por la hoja, como hacía en las paradas y desfiles militares.

Con todo ello, espero haber advertido acerca de las inquietudes de mi amigo, mejor o peor, más o menos como Don Antonio Hernando, creo que así se llama este señor, cumplió más que brillante y lúcidamente el del Comité Federal del PSOE. Por cierto, por una vez, muchas gracias a este histórico partido político español. En esta ocasión, verdaderamente, ha dado muestras de sentido común y de auténtico patriotismo. En lo sucesivo, no tendré inconveniente alguno en otorgarle mi voto.

De momento, únicamente aprovecho para desagraviarle de las miserables ofensas causadas en el reciente debate de investidura a la Presidencia del Gobierno, aunque el individuo agraviante carezca de la más mínima entidad personal para poder hacerlo. En general, me parece bueno que las personas hagan honor a sus apellidos, pero hay apellidos a los que, en modo alguno, se puede ser fiel, salvo arrastrar por el suelo a quien los ostenta. Porque, una persona "sin honor, perversa, despreciable", que es el significado con el que la Real Academia de la Lengua define el adjetivo "rufián", en su primera acepción, o bien, en la segunda, el "hombre dedicado al tráfico de la prostitución", no debería jamás representar a nadie, en el caso de ser consecuente con su conducta a tal apellido, salvo que los representados sean de la misma condición, especie o calidad.


Luis Madrigal Tascón

(Alférez de Complemento de Infantería)





miércoles, 2 de noviembre de 2016

DÍA DE LOS DIFUNTOS SANTOS








A LOS QUE FLOTAN SOBRE EL AIRE


Entre los nimbos flota vuestro aliento,
no importa de qué cuerpo esté vestido,
ni importa de las horas el latido
que del tiempo a lo Alto llevó el viento.

Roto quedó en la noche el movimiento,
el frío y el calor... Mudo el sentido.
Para siempre, la angustia del gemido,
que al llanto la alegría puso acento.

Un profundo pesar alza su vuelo,
que el recuerdo agudiza como acero,
sin advertir lo más alto del cielo,

donde todo es feliz... En ese anhelo
esperasteis subir, como yo espero,
al despejar la luz tan negro velo.


Luis Madrigal




lunes, 31 de octubre de 2016

EL PADRE DE RUMANÍA, ERA ESPAÑOL






A MARCO ULPIO TRAJANO


OPTIMUS PRINCEPS


Rumanos, los que estáis en Rumanía,
y los de aquí de España, tan cercanos,
tal vez, aún no sepáis somos hermanos,
pues Trajano nació en Andalucía.

Si vais a Santiponce, cualquier día,
al lado de Sevilla, y vuestras manos
acarician su suelo, como humanos
sentiréis que os inunda la alegría.

Allí nació Traian, al que Trajano
llamamos con fervor los españoles
y en Roma Emperador, así aclamado.

Que de la Dacia, un día ya lejano,
el sol convirtió hierros en charoles
y del Triunfo su Arco fue llamado.

Luis Madrigal


Arriba, busto del Emperador Trajano
(Glyptohek de Munich)

sobre el Teatro Romano de Itálica
(Santiponce, Bética, Hispania)