viernes, 25 de enero de 2008

NO QUISIERON DECIRLO... AHORA LO DIRÉ YO

Yo, bien lo quise. Trataba tan sólo de encontrar un rincón en alguno de los más humildes medios instrumentales de expresión, tan insignificantes como yo mismo, pero jamás pretendí asomarme a una Tercera de ABC, o cosa parecida. Lo quería porque lo necesitaba para poder "respirar". Porque el ambiente exterior (espiritual, intelectual, moral) me asfixiaba. Eran tantos los elementos tóxicos que lo inundaban, que eran capaces de obstruir la garganta y la tráquea de cualquier ser viviente dotado de un mínimo de sensibilidad y substancia cerebral, además de piel, aunque fuera de las llamadas "de elefante", sin que pudiese llegar a los pulmones ni un átomo de oxígeno. La expresión de mis pensamientos y de mis sentimientos -pobres o ricos-, como la vida, era entonces para mí una necesidad. Y lo intenté, traté de satisfacerla, pero ellos no me lo permitieron. "Ellos", eran, y supongo siguen siendo, esos mercachifles, tan estirados, limpios y perfumados por fuera, como harapientos o vacuos por dentro, en lo que concierne a todo arte, industria, ciencia o técnica. Eran los que lo saben todo sin saber nada, pero pueden decir tonterías, a veces gritando, sin límite alguno de extensión, tan sólo porque tienen a su alcance un altavoz que propague y transduzca sus gritos. Eran los llamados "directores" de los periódicos, que podían decidir libre y omnímodamente quién podía o no emborronar sus papelotes. Alguno de ellos, me dijo literalmente, en cierta ocasión, que, de ninguna manera, podría yo tener la osadía de aspirar a aquel huequecito que pretendía, porque esas cosas "eran para periodistas". Quizá era así, o debía serlo. Desde hace ya batantes años, en España al menos, la profesión de periodista es "profesión científica", aunque eso aún no lo haya dicho el Tribunal Supremo de Justicia, como, en su día, lo dijo de la Abogacía, sin ningún género de comillas. Al menos, yo mismo, he podido ver en el frontispicio de un Centro docente, universitario, de forma ostensiblemente rotunda: "Facultad de Ciencias de la Información". Y, sinceramente, no podría saber ni decir por mi parte qué tipo de ciencias son las que puedan impartirse en este tipo de centros docentes. Pero, sinceramente, he llegado a pensar muchas veces, tras observar el producto que fabrican, que o bien, alternativamente, pertenecen a ese nutrido grupo de "ciencias que no existen" (como, verbi gracia, la Sociología), o, más bien, tengo la impresión, consisten en un perfeccionamiento de la vieja técnica, tantas veces practicada en las Redacciones de los más ilustres periódicos, de pegar teletipos con goma arábiga. Esto me lo dijo precisamente, un viejo periodista, de aquellos que no eran "licenciados", pero que sabían escribir muy aceptablemente y sin falta alguna de ortografía. En cualquier caso, yo comprendo que, de la misma manera que nadie puede defender a nadie ante los Tribunales, si no es Abogado, u operar a nadie del hígado u otra víscera similar, si no es cirujano (aunque ello haya ocurrido, y nada menos que en la República Argentina), tampoco nadie debe escribir en los periódicos, si no es "periodista", cuando se trata de mujer, o "periodisto", si se trata de hombre, según las dicciones más modernas al uso y consumo. Lo único que, en tal caso, habría que pedirles, es que, antes de escribir (en los periódicos o incluso en las paredes o en los excusados llamados WC), aprendan a hacerlo, sin perjuicio, naturalmente de perseguir el "intrusismo" profesional, o de poner coto a la "competencia desleal". Quizá, la expresión de lo que piensa, o siente, cualquier persona, no es cosa que deba estar garantizada en la Constitución, como el "derecho a una vivienda digna", o cosas por el estilo, pero desde luego tengo entendido son muchas las personas que han sentido siempre admiración por los escritores que escriben en los periódicos... Muchas más y mucho más que por "los periodistas". Aunque éstos, últimamente, hayan invadido ese sórdido ambiente de la TV, por parte, en su mayoría, de mujeres gritonas y presuntivamente analfabetas (que se defienden diciendo ser "periodistas", cuando alguien se atreve a poner en duda su catadura intelectual), para practicar, también sin limitación alguna, ese deporte, que tanto divierte a las masas, convertidas en la más despreciable "chusma": Profanar el sancta sanctorum de la intimidad ajena y, sobre todo, para ejercer ese inveterado arte de la maledicencia, consistente en infamar, injuriar o simplemente insultar al prójimo. Como en su día dijo el torero andaluz -nada menos que gaditano- Jesulín de Ubrique, "hay que tener cojones para vivir tan sólo de hablar mal de los demás..." Tenía usted mucha razón, maestro, y mucha más gracia, porque lo dijo en "andaluz", y eso siempre tiene mucha gracia... En fin, no voy a incurrir yo en la grosería, no exenta tampoco de altanería, sin el menor fundamento, de aquella rotunda expresión de "Váyanse ustedes a la mierda...", como en su día gritó a no sé quien Don Fernando Fernán Gómez (q.e.p.d.), ni tampoco en cualquier otra de las concluyentes expresiones con las que solía despacharse a gusto otro aún mucho más glorioso difunto, Don Camilo José Cela Trulock (que también descanse en paz, aunque sólo sea para digerir las fabadas que se comía en los anuncios de la TV y, sobre todo, fuera de ella). Simplemente les digo a todos ustedes, señores chisgarabises que mandan en los periódicos: Que con su pan se lo coman. Ya no les necesito para nada. En absoluto, porque, además, seguro que, tipograficamente, tratarían a patadas mis artículos. Ahora, voy a decir yo, exclusivamente yo, todo lo que me apetezca, lo que me dé la gana, sin insultar, injuriar, ni tan siquiera faltar al respeto a nadie. Porque para eso, tengo "mi Blog", este humilde y perdido rincón en el mundo de la Informática, que es al mismo tiempo tan grande como el Planeta mismo. Ya sé, que, posiblemente, tampoco me leerá nadie, al menos en España, porque aquí, en mi querido país, lo que verdaderamente gusta es el futbol, pero, al menos tengo la pequeña satisfacción de que tampoco nadie podrá envolver el bocadillo en mis escritos... Un cordial saludo a todos, amigos. Luis Madrigal.-