I
AUNQUE MIL AÑOS PASEN
Aunque mil años pasen, tu sonrisa
que de las nubes vino hasta mi nada,
no olvidará mi alma desolada,
ni volará hacia el limbo con la brisa.
No apagarán tu voz -menos, tu risa-
ni el dulce son que, aquella soleada
mañana de mi Invierno, sosegada,
llegó a mí en tu palabra, llana y lisa.
Ni tampoco la sed con que buscaba,
sediento de tu luz, la luz que evoca;
ni las noches de estío, en que soñaba
que la luna en tus ojos se disloca.
Que estabas a mi lado, y no pasaba
mientras ella temblaba… ¡Pasión loca!
Luis Madrigal