miércoles, 15 de julio de 2009

CERRADO POR CRUELDAD DEL SOL


YO, YA ME VOY...

Lamentablemente, no puedo irme al Puerto en que se halla la Barca de Oro... Esa Barca, se hundió... Simplemente me voy de Madrid. Tampoco "de vacaciones", porque yo presumo (aunque nunca se debe presumir de nada) de no "ir de vacaciones" a ninguna parte. Desde luego, no a Benidorm, por ejempo, ¡Dios mío...! Ni tampoco a Cancún o Nueva York. De ir a algún sitio, donde mi pulso pudiese sentir sosiego, me gustaría ir a Córdoba (Argentina). Ahora, allí es invierno y tal vez alguien pudiera necesitar un poco de calor... Pero, está muy lejos. Tendría que cruzar el Atlántico, de Norte a Sur, y ya he dicho que no dispongo ni de una humilde barquichuela. La de mis sueños... se cansó de esperarme, atracada en un Dique... Y ahora, el inclemente verano de Madrid, me vomita de su infernal y abrasador ámbito de fuego, que se revuelve y agita sediento. Me iré. Ya me voy. Sólo vengo a despedirme... ¡Adiós, mujer! ¿Adiós para siempre adiós?. Adiós también a ustedes, a vosotros, amigos del alma, aunque pocos. No podrán volver sus ojos a mirarme, ni sus oídos podrán escuchar mi canto -si lo fuere, o lo hubiese sido- hasta bien entrado Septiembre, cuando ya esté a punto de nacer otra Primavera. Soy tan extraño, tan raro o caprichoso, que para mí, las primaveras nacen siempre en esa época del año. Entre tanto, este humilde Blog se queda muy triste, como la oscura Sierra -triste y callada- cada vez que los rebaños trashumantes se van a la Extremadura. ¡Pero, volverán, volverán!. Yo, gracias a Dios, también espero y quisiera volver, si Él igualmente así lo quiere, aunque mi corazón ya no pueda volver nunca... Muchos besos y un sentido abrazo. Luis Madrigal.-



RÉPLICA A UNA CANCIÓN SACRÍLEGA


¡LIBRE, LIBRE, LIBRE...!

Me dijiste que no podías ser libre...
Pero libre te quiero, sólo te quiero libre,
apegada a tus ribazos
como planta del Río, que se inclina
hacia el agua que corre y nunca pasa.
Libre te quiero,
entre mis brazos, libre.
Libre de mí, de ti, de él, del aire
que arrasa, entre las peñas, y que alcanza
sobre el cielo y la tierra, nubes blancas.
Libre del sol, del rayo que fulmina,
de la brisa que besa la mañana;
del fuego que, al ponerse el sol,
sus rayos ve morir... Libre del agua.
Libre siempre. Entre suspiros, libre,
entre el dolor, el grito y aun la naúsea...
Libre por ti, para que alcances -libre-
junto al cielo, el azul de la Montaña...
Libre también de Dios -Él te hizo libre- pero con Él,
para que Él te guarde en su morada.
Libre, en la libertad, libre por siempre;
por siempre libre -¡libre!- y a porfía,
sin arrastrar cadenas nunca...
Sin nunca ser esclava... ¡Pero, mía!


Luis Madrigal