lunes, 10 de marzo de 2014

¡QUIÉN PUDIESE TENER UNO!




EL TRACTOR


Este gigantesco artefacto, tan feo y con aspecto de mala leche, debió venir a ser sin embargo de gran ayuda, para quienes, en lugar de ser futbolistas, modelos o cantantes de concurso de TV, trabajan de verdad, en la agricultura, en el campo, que es, además de los de minero o de buzo, uno de los oficios más duros y sudorosos. Eso sí que es “sudar la camiseta”. Casi lo sé por experiencia propia, aunque breve y ya muy lejana, desde que siendo niño me subí a un trillo tirado por mulas. Verdaderamente, para unas pocas horas, aquel alegre trote era un auténtico placer, pero no tanto todo lo que seguía, hasta poder recoger el trigo, y hacer que este divino tesoro se deslizase entre las manos.

Hoy que, por desgracia, no hay ya casi trabajo para poder ganarse el pan con el sudor de la frente, abunda por el contrario, además de los maleantes comunes, en sentido estricto, ya sean políticos, banqueros o miembros de ilustres familias, una densa bandada  -lo que sin duda viene de “banda”-  de trabajos y profesiones perfectamente inútiles para el cuerpo social, tanto esencial como incluso accidentalmente. No voy a detallar por mi parte más, y menos a confeccionar ninguna lista, a fin de no ofender a ninguno de estos parásitos, a quienes, encima, se reverencia y hasta llega a adorarse. ¿Nada nuevo, verdad? Ya, ya lo sé. Ya sé que ni yo, ni ninguna otra insignificante hormiga como yo, ni siquiera el Gobierno, en sesión plenaria, ni el Parlamento de Estrasburgo, la ONU, el Pentágono o el Congreso de los Estados Unidos de América, podrían conseguir nada en sentido contrario. Verdaderamente, es una tragedia que esto tenga que ser así.

Ni tan siguiera, por desgracia para mí, puedo comprarme un tractor, dado que nunca he tenido ni he querido tener un coche, un automóvil. Supongo que tal maquinaria agrícola tiene que ser excesivamente cara, o mejor dicho de un elevado coste, inasequible para mí. De poder adquirirlo, por otra parte, para poder darme el gusto de meterlo en la Gran Vía de Madrid, o mejor aún en la Diagonal de Barcelona, necesitaría aprender a manejarlo, a lo que de antemano también renuncio. Pero lo que sí puedo hacer es evocarlo, elaborar un Canto al Tractor. Y ni eso siquiera puedo hacer, por la sencilla razón de que tal canto ya ha sido elaborado hace años, precisamente en Asturias, tierra colindante a la mía, de tan entrañables recuerdos como con frecuencia vienen a mi mente. ¡Oh, Oviedo!, mi primer Alma Mater, la Vetusta de Clarín, casi siempre entre brumas misteriosas y cielos grises, como me recibía a mí también casi siempre, pasada la Cobertoria, en el término municipal de Lena. ¡Oh, Puerto de Pajares…! Mi puerto, el mío, donde hace ya tiempo deberíamos los astur-leoneses haber echado abajo la linde, “tirao la seve”, para ser lo que fuimos siempre. Eternamente. Tengo que pasar el Puertu, el Puerto de Pajares, tantas veces “cerrado”, como pudieron verlo mis ojos de niño, a veces incluso ya casi en verano, según proclamaba aquel cartel de carretera  -la Carretera de Asturias-  a la salida de mi León natal y bimilenario.

Asturias, no tanto León, creo yo no es tierra precisamente propia de tractores. Sus abundantes y empinadas laderas, en las verdes montañas, ni lo necesitan tanto ni tal vez podrían admitirlo. Pero, no obstante, allí se hizo, allí nació, como nació España en la Cueva de Covadonga, la canción al tractor. No es precisamente ninguna sinfonía, pero mucho peor eran los Beatles, aquellos melenudos rapazacos de Liverpool ("Deus Nobis Haec Fecit"y ahora dicen que son ya unos “clásicos”, como Bach y Mozart; como Beethoveen, Schubert y Tchaikovsky, después de haber dejado tras de sí esa peste capaz de causar una infección de oídos. ¿Será posible, tanta mediocridad y tanto desorden y despropósito?

Por eso, yo voy ahora a ofrecerles este bello canto al tractor, que nació en Asturias. Los asturianos, pueden ser geniales. Por eso, en la letra de este alegre canto, se proclama que el tractor “ye” la última hora, y por eso “voy traelo” para impresionar a los dueños de los modelos automovilísticos más avanzados, porque tiene todo el aire acondicionado que pueda caber en la atmósfera del Planeta y porque “ye” la forma más barata de tener descapotable.

Un fuerte abrazo a todos los que utilizan un tractor, para ir a su casa de campo los fines de semana, aunque no sea amarillo. Pero si puede ser amarillo, mucho mejor.

Luis Madrigal