sábado, 21 de junio de 2014

UNA CUESTIÓN DEL CORAZÓN



LA EXTREMADURA LEONESA


Hace aún muy poco tiempo, publicaba yo mismo, en este Blog, un mapa que decía no haber inventado, ni podido inventar por mi parte. Algunos mapas, ciertamente, se inventan, con el propósito de falsificar algo, aquello que no es, por no haber sido nunca. Pero el que yo publicaba, en la edición del pasado día 26 de Abril de este mismo año, como ilustración de mi artículo “Sobre la razón histórica”, era un mapa de España con causa y raíz en las más rigurosas fuentes históricas relativas a la Hispania romana.


El que ahora publico sobre estas mismas líneas, tampoco me lo he inventado. Es un mapa de España posterior a la romanidad, e incluso a los primeros tiempos de la Reconquista, pero es tan real como el otro. Esta vez se refleja en él lo que fue no sólo León, su viejo Reino, sino que figura también lo que asimismo fue Extremadura, la Extremadura leonesa, y no castellana, como con craso error se ha dicho tantas veces. Desde luego, en el actual escudo heráldico de una de las dos ciudades extremeñas, la de Cáceres, figura un castillo, incluso a la izquierda de un león rampante, como en el nacional de España, lo que sin duda es un arrastre histórico de aquel desdichado año de 1230, y al mismo tiempo glorioso para las armas leonesas, por ser el mismo en el que Alfonso IX de León reconquistó Badajoz, la vieja Civitas Pacis, o Pax Iulia. Por eso, tal vez, en el escudo de Badajoz, la heráldica no es así. En este último, únicamente campea un león, rampando sobre una de las columnas de Hércules, que los extremeños llevaron al otro lado del Mar. Esto, ya es otra cosa. Y por otra parte, en el escudo general de Extremadura, dentro de esta España constitucional y autonómica, figuran ambos símbolos, el león y el castillo, pero aquí es el primero de ellos el que ocupa la izquierda, por el riguroso orden justo y necesario, como debería ser también en el escudo de España.

Escudo de Extremadura



Extremadura, antes que castellana, fue leonesa, como tan a las claras deja ver el mapa de referencia, en el que León se extiende, de norte a sur, a lo largo de la que fue Ruta de la Plata, desde la colindante Galicia hasta la misma Sevilla, sin que el color morado de Castilla llegue a penetrar ni en una mínima parte la zona que en tal mapa se recoge. Desde siempre oí decir que, a los extremeños de Badajoz, se les llamaba “los andaluces chicos”, y puede que existan razones sobradas para ello  -esa conversión al hablar de la letra “jota” en una ligera y dulce “hache” aspirada, lo confirma-  pero también podría llamárseles los “leoneses del sur”. En estos tiempos, por lo que diré a continuación, y con admiración hacia ellos, yo me complazco en poder llamarles así, sin pretender causar a nadie la más mínima ofensa, sino con el ferviente deseo de que, en su caso, puedan sentirse llenos del más legítimo orgullo, en lo que atañe a sus más arcaicas raíces españolas. Sin perjuicio alguno de la gloriosa y romanísima Emérita Augusta, que ya dije el otro día, pese a su esplendor, no es tan antigua como León, y porque además estamos contemplando otro período histórico distinto, posterior a Roma.

Pero, durante siglos, Extremadura fue leonesa, dentro de un territorio vertebrado y de una población firmemente enraizada, sobre sólidas bases, incluso de carácter económico, entre los dos Alfonsos leoneses, el VI y el IX. Hoy, ese engendro de “Castilla y León”, se reduce a engordar la cabeza de Valladolid, que no era sino un pueblo grande, mientras a su alrededor nada de “comunidad”, sino de feroz particularismo paleto, aunque sumamente provechoso para la ciudad esteparia del Pisuerga. Y ruinoso para León.  En León, y en otros lugares leoneses  -desde luego en Zamora y puede que hasta en Salamanca-  los jóvenes se marchan, los ancianos se refugian junto al fuego en las noches de invierno y, en las de verano, se limitan a contemplar las estrellas. En Extremadura, por el contrario, gracias a Dios, y  -por qué no decirlo- a un socialista, Rodríguez Ibarra, dentro de la decadencia económica  general de la última década, se han seguido las directrices del famoso Informe Brundtland, en torno al desarrollo sostenible, buscando tanto el de carácter económico como la protección del medio ambiente y esto, gracias también al esfuerzo y valentía de los extremeños, que no huyen de su suelo, sino se quedan en él para cultivar con amor su tierra, ha permitido a esta sufrida y admirable región española competir en determinados productos con otras de la España próspera tradicional, vertebrando así a su población, no sólo en creciente desarrollo demográfico, sino en escuelas muy avanzadas, un muy digno sistema de salud y, en general, unos excelentes servicios públicos.

Con mucha razón, manifestaba hace algunas fechas la historiadora y demógrafo Margarita Torres en “Diario de León”, siempre nos quedará a los leoneses, no el emigrar a otros sitios donde nada se nos ha perdido, sino a la Extremadura leonesa, en la seguridad, no sólo de encontrar un buen refugio, sino el calor y la fraternidad de los extremeños que, como nosotros mismos, también fueron leoneses un día.

Luis Madrigal






En la imagen superior, escudo en piedra de la Ciudad de Badajoz,
en el Edifico Galera de la noble ciudad extremeña