domingo, 1 de enero de 2012

SANTA MARIA, MADRE DE DIOS




HIZO RENACER A ESPAÑA


Ya en este mismo Blog se dijo, en esta misma fecha, hace ahora exactamente un año, que hasta no hace mucho, en el día de hoy, 1º de Enero, se celebraba la fiesta de la “Circuncisión del Señor”, ceremonia del Antiguo Testamento que fue totalmente abolida por el sacramento del Bautismo. En su lugar, la reforma litúrgica establecida por el Concilio Vaticano II, fijó para el día 1 de enero la “Solemnidad de Santa María, Madre de Dios”. María de Nazaret, por ser Madre de Dios, es la Reina del Cielo, pero en la tierra goza de muchos segundos nombres, tantos como lugares la proclaman como Reina y Señora. El pasado año, a la ocasión, este Blog trajo a sus páginas la imagen de Nuestra Señora de la Fuensanta, la Fuensantica, Reina y madre de Murcia y de los murcianos. Esta advocación de María, como tantas otras, no giraba ni gira en torno a su Maternidad, a la venida del Hijo recién nacido, sino a su propia Natividad, que se celebra el día 8 de Septiembre, y recordábamos entonces también al respecto lo que proclaman los versos, tan llenos de alegría: “Canten hoy, pues nacéis Vos, los ángeles, gran Señora, y ensáyense, desde ahora, para cuando nazca Dios”. La Fuensantica, que honró este humilde Blog el año pasado, en esta misma fecha,  es una Virgen gozosa, no dolorosa, que puede asociar por tanto el nacimiento de su Hijo a su propio nacimiento. En España, se celebran y honran infinidad de acepciones relativas a Nuestra Señora la Virgen María, y hoy traemos aquí otra, también gozosa  -sin acercarse de momento al dolor, por ser días de alegría-  pero, además, especialmente gloriosa para España y para todos los cristianos españoles, no sólo para Asturias y los asturianos, que la veneran con fervor, y le llaman la Santina. Es Nuestra Señora de Covadonga, la virgencita pequeña y galana, encerrada entre las rocas, en la falda del Monte Auseva, accidente geográfico de los Picos de Europa y convertido hoy en el Real Sitio de Covadonga. Allí, en una Cueva en la que no pueden caber más de 200 personas se refugió el noble visigodo Pelayo, a quien según la tradición se le apareció la Virgen el día de la víspera, para derrotar al potente ejército musulmán en la Batalla de Covadonga, en una fecha que los historiadores no recuerdan exactamente, pero sí fijan entre los años 718 a 722. Aquella victoria significó el origen de la nueva España, cuya primera Capital fue la Ciudad de Cangas de Onís, próxima a Covadonga.




Por eso, en la explanada inferior de Covadonga, está escrita sobre bloques de piedra, la inscripción siguiente:


Aquí en el Monte
Auseva, morada
inmemorial de la Virgen
renació la España de
Cristo con la gran
victoria de Pelayo y
de sus fieles sobre los
enemigos de la Cruz
Años 718-722


Por mi parte, no quiero dejar de traer hoy aquí los breves versos de mi amigo el poeta Alphonso Carbajal, quien dice, en el poema 62 de su IV Libro de Poemas: "Al caer de la tarde" ("Canto de amor desesperado a la Cuna de España"), que sus entrañas se conmueven cada vez que entra en la Santa Cueva: 

"COVADONGA

Sólo un cantar para Ti.

Al penetrar en la Cueva,
un grito salta en mi entraña:
¡Gloria a Ti, Cuna de España,
y a la Cruz del Monte Auseva!"


Allí mismo, junto a la balaustrada que conduce a la Cueva, se encuentra el Sepulcro del Primer Rey de España, Don Pelayo, cuya fotografía me complace insertar seguidamente. Luis Madrigal.-