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AMÉN
Amén, Señor, es “así sea”.
Pero, “así sea”, sólo con
palabras,
es un amén que suena... a "que no sea".
Las palabras... el viento se las
lleva.
Habrán de ser mis hechos, las
razones
de que amor pongo sobre las
palabras
y, de palabras, hagan nacer flores
en duro pedregal, yermo y vacío.
Que, sin dar fruto, se secó la
higuera
y “por sus frutos” Tú has de
conocernos,
Que no es decir “Señor”, lo que habilita
para entrar en la entraña de tu
Reino.
Ni decirlo con métrica...
tampoco;
ni tener fe, para mover
montañas,
pues ya dijo Santiago, en esa
carta,
que fe, sin obras, “es fe muerta”.
Yo quiero, vivir, Señor, quiero
cantar…
Mas sobre todo, Señor, quisiera
amarte,
llevando al que en la vida me
acompaña.
El amor es amor, no son
palabras,
aunque palabras diga para
amarte.
Ni sólo Misas, o “genuflexiones”...
Ni aún con ellas, Señor, será
bastante
ni, sin ellas, tampoco
insuficiente.
“Nadie Te ha visto” y, si “Amor
eres”,
tan solo amor podrá ser
suficiente.
Que no es de aquí mi canto y mi
lamento,
ni aquí quiero cantar ni
lamentarme.
Donde quiero cantar, es en tu
Reino
y, pues -dices-
“padece violencia”,
por Él, en el amor, he de
matarme.
Para que vivan otros, suicidarme
con amor, alumbrando su alegría.
Que alguna vez, al terminar el
día,
más bien “a la caída de la tarde”,
sólo de amor habrás de
examinarme.
Ni más crimen has de
reprocharme,
ni por otro delito has de
juzgarme...
Me despido, Señor... Ya que te
canto,
resumo, al
fin, mi canto brevemente.
Y en oración, mi canto ha
tornarse,
(en la plegaria que Tú nos
enseñaste).
Mas, si ha muerto ya el “hombre viejo”
y, si muerto, “el nuevo" ya
ha nacido,
he de cantar, y canto, más que
escribo,
un nuevo y renovado “Padre Nuestro”.
Nuestro, nuestro, Señor... ¡No
solo mío!
PADRE NUESTRO:
Tantas
veces, te dije Padre mío,
que
Padre nuestro, a Ti, mi voz hoy clama
y,
en mi voz, siento arder también la llama
del
fuego de mi pecho, ayer vacío.
Aunque
estás en el Cielo, aquí porfío
el
Reino que la Tierra
te reclama:
tu
Justicia, Señor, que amor inflama,
tu
Vida y tu Verdad... ¡En Ti confío!
Glorificado
sea tu nombre santo
si,
cuando parta el pan, mi pulso es fuerte.
¡Perdóname!,...
si te he ofendido tanto,
como
a otros yo perdono de igual suerte.
Y,
si librarnos no puedes del llanto,
¡líbranos
ya, Señor, de eterna muerte!
Te lo pido por
nuestra santa Madre
que,
amorosa, nos besará en la frente.
Luis Madrigal
A cuantos, además de hombres, tratan
de ser cristianos y, muy en especial,
a mí mismo
En la imagen de arriba,
“Adoración ante el Trono de
Dios”
(Apocalipsis de
Bamberg, Folio 10)
1 comentario:
De nuevo una entrada llena de calidaz y belleza, Luis. Gracias por escribir para que así podamos tener el gozo de leerte.
Buen fin de samana. María
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