domingo, 3 de agosto de 2008

¡AY, PORTUGAL!, ¿POR QUÉ TE QUIERO TANTO?



¡Portugal… Hermano tan querido, tan próximo siempre y, a veces, tan lejano y distante…!. Pero, pese a esos pequeños y ruines resquemores de la Historia -más bien relativos tan sólo a la estupidez del futbol o del hockey sobre patines- yo hoy te abrazo y, desde mi alma española, me uno a la tuya, a la de cada uno de tus hombres y mujeres, y a cuántos hablan la hermosa lengua de Camões y Gil Vicente; de Sá de Miranda, Eça de Queiroz y Fernando Pessoa; de Sophia Mello, de José Saramago y João de Melo… Y de tantos y tantos otros grandes de las letras y la filología portuguesa y universal, ya desde el mismo siglo XVI, como Jerónimo Cardoso y Magalhaes Gándavo y después, Leite de Vasconcelos y Herculano de Carvalho. No, no es tu lengua, querido Portugal, inferior a ninguna otra, hija quizá la más pura de la Madre Roma, y así lo advirtió la diosa Venus al descubirla. “Com tan pouca corrupsão, cré e a latina”. No sé si lo escribo bien, porque, lamentablemente, la inmensa mayoría de los españoles no conocemos la lengua vecina y hermana, aunque algunos nos afanemos en falar um poção, o mais bem um poquinho... Pero, en cualquier caso, ni Portugal, según el viejo afán, es un país pequeño -“Portugal, não é um pais pequeño”- ni la hermosa lengua portuguesa se habla sólo en la Península Ibérica, sino también en Madeira, Azores, Cabo Verde, Guinea portuguesa, Santo Tomé y Príncipe, Angola, Mozambique, Macao, Timor y… Brasil. Hermanos portugueses, creo yo, y lo creeís también muchos de vosotros, que Portugal y España debieron ser una única y sóla Nación o, cuando menos, un único Estado… Con la Capital en Lisboa, desde luego, de cara a América, a nuestra América ibérica -no “latina”, como impuso Francia- donde llegaron nuestros barcos… Yo, me he detenido también una vez, entre Sintra y Estoril, en el Cabo de Roca, “onde a Terra acaba e o Mar começa, e onde o espírito de fé e de aventura, levou as Caravelas de Portugal em busca de novos mundos pra o Mundo...”

Podría yo traer hoy aquí, Hermano Portugal, en tu honor, alguno de tus inmortales fados, tan hermosos y llenos de “saudade”, sobre todo los de Coimbra, la Capital del amor... Sin embargo, he querido deliberadamente ofrecer hasta dos versiones distintas de aquella canción que sonó en los oídos de todos los portugueses, como canto de liberación… Yo, también aprendí a tararearla días después, cuando mis entrañables amigos portugueses, Antonio Rodrigues Alves, desde Lisboa, y Jorge Cardoso, desde Coimbra, me la cantaron alegremente por teléfono. También fue nuestro canto de esperanza, aunque España no encontrase su libertad hasta año y medio después. Hoy, cuando han pasado 34 años, quiero escuchar de nuevo aquella canción y voy a publicar, como he dicho dos versiones de la misma: Una, con acento militar, aunque aquella Revolución se hizo, como propaló su propio nombre, con claveles, la flor de primavera en Portugal, embutidos en los cañones de los fusiles. Fue “A Revoluçao dos Cravos”. La otra versión, es la de aquella gran artista, la Reina del Fado, que hoy reposa en el Cementerio Nacional de Lisboa, tan llorada, a quién nunca podremos olvidar, ni en Portugal ni en España, donde tantas veces estuvo y donde, en Madrid, en 1943, conoció, entre otras personalidades de la época, a Imperio Argentina -junto a la que llegó a actuar en algunas ocasiones- y al gran matador de toros Manuel Rodriguez “Manolete”. Se llamaba, aquella gran dama, como vosotros bien sabéis, Amalia da Piedade Rebordão Rodrigues.

El 25 de Abril de 1974, Rádio Renascença, a las 0.25 horas, transmitió una canción revolucionaria de José Afonso. Era la señal pactada por el Movimiento de las Forças Armadas (FMA) para ocupar los puntos estratégicos del país. Seis horas más tarde, el régimen dictatorial de Marcelo Caetano, y antes del Mariscal Carmona y el Profesor Antonio Oliveira Salazar, se derrumbaba pácifica y silenciosamente, con el único bagaje de 4 muertos civiles. Aquella canción fue la segunda y definitiva señal, la de confirmación, porque antes, el día anterior, 24 de Abril, a las 22 horas 55 mínutos, había sonado otra cançao, preludio y anticipo, que se llamaba “E depois do Adeus”, de Paulo Carvalho. Pero esta última, pese a ser la primera en el tiempo de emisión, no ha pasado a la Historia. La que permanecerá por largo tiempo, y por siempre, en el alma de los portugueses, y también en la de los esperanzados españoles, fue aquella canción, la segunda, la definitiva, la que cantaba por las calles y plazas de Lisboa el pueblo portugués. La que cantamos, en lo más profundo de nuestra alma, todos los ibéricos, porque “A Revoluçao dos Cravos”, tuvo una honda y definitiva repercusión en España. Aquella canción se llamaba “Grândola, Vila Morena”. En realidad, su autor José Afonso,“Zeca”, pese a ser un revolucionario, no tuvo intención de componerla al fin con que más tarde se utilizó. Él la había compuesto como homenaje a la "Sociedad Musical Fraternidad Operaria Grandolense" de la villa portuguesa de Grândola, porque le impresionaron la conciencia y madurez políticas de los miembros de aquella Sociedad Musical y sus escasos pero bien aprovechados recursos, con una biblioteca, según palabras del propio Afonso, "con claros objetivos revolucionarios". El 29 de Marzo de 1974, Grândola, Vila Morena fue la canción de cierre de un espectáculo en el Coliseo de Lisboa, al que asistieron varios militares del MFA, que la eligieron como señal de arranque para la incipiente Revolución. En ese espectáculo, la censura del régimen dictatorial de Salazar había prohibido varias canciones de José Afonso,“Zeca”. Entre ellas estaban Venham mais Cinco ("Choca esos cinco"), Menina dos Olhos Tristes ("Niña de los ojos tristes"), A Morte Saiu à Rua ("La muerte salió a la calle") y Gastão Era Perfeito ("Gastón era perfecto"). Quizá por ello se eligió una de las que no estaban prohibidas.

Hoy, cuando Portugal y España, son dos naciones y dos Estados libres y miembros de pleno derecho de la Unión Europea, unidos también por la misma moneda y, sobre todo, por tantas cicunstancias históricas, yo quiero volver a escuchar aquella canción, y ofrecérsela a cuantos también la escucharon entonces y, sobre todo, a quiénes no tuvieron la oportunidad de escucharla. Muchos de ellos, aún no habían nacido, o contaban muy cortos años de edad, y por ello quizá no puedan saber lo que significa, lo que cuesta y a lo que sabe la libertad. Un fuerte abrazo a todos mis amigos y, en general, a todos los hermanos portugueses.

Luis Madrigal







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