miércoles, 17 de septiembre de 2008

LA NOCHE

La noche es el periodo entre el atardecer del Sol y el amanecer del día siguiente. Las actividades humanas -o animales- que tienen lugar durante la noche, se consideran nocturnas. Y así, hay partidos de futbol, o corridas de toros, nocturnos. Como también hay serenatas. Estas, en tal momento, son muy románticas, y como bien se sabe, se denominan “saraos”. Sin embargo, la noche, no es más que un efecto de la refracción por la atmósfera de los rayos luminosos del Sol, aunque hay un momento mágico en el que aún podemos ver la luz, cuando el Sol ya se ha puesto. Es el crepúsculo vespertino, que alarga el día y acorta la noche. Pero, según esto, ¿cuándo termina el día y empieza la noche?.

Los astrofísicos, saben muy bien -y también lo saben los matemáticos- que, medido desde el Mediodía, el ocaso se caracteriza por un ángulo horario H. donde, siendo F. la latitud del lugar y D. la declinación solar, el orto ocurre en un ángulo horario – H, según la formulación:

cos(H) = -tan(F)
* tan(D)

Muy en general, por “orto” (del latín “ortus”), hay que entender lo recto o, o más bien, lo co-rrecto. Digo más bien, porque el origen de este término -“orto”- se debe a que, cuando un astro (el Sol) asoma en el horizonte, parece ascender en ángulo recto con él. Es decir, la trayectoria del astro y el horizonte son “ortogonales”, lo que, matemáticamente, equivale a “perpendiculares”. Y así ocurre también conforme a la geometría euclídea, donde “ortogonal” y “perpendicular”, según he podido entender, son términos sinónimos. Bien, pues ya saben ustedes, o ya sabéis vosotros, queridos amigos, que es preciso echar mano de la Matemática y de la Física euclídea, para saber en qué momento exacto comienza la noche, y naturalmente, dentro de una latitud determinada. La duración de la noche, se halla en razón inversa a la del día. Esto lo saben los chiquillos de corta edad, los niños de Primaria, que ahora saben mucho más (¡tiene que ser un milagro!) que los “ejecutivos” de grandes empresas y hasta que algunos Licenciados y Profesores: Cuanto más larga es la noche, más corto es el día y viceversa.

La duración del día y la noche va cambiando en el transcurso del año, siendo la duración del día de 12 horas (en todas las latitudes), en los equinoccios más de 12 horas en primavera y verano, y alcanzando el día más largo en el solsticcio de verano, donde también ocurre la noche más corta. Por el contrario el día dura menos de 12 horas en otoño e invierno, alcanzándose en el solsticcio de invierno el día más corto y la noche más larga. Este efecto se acentúa más cuanto mayor es la latitud. En el ecuador siempre duran lo mismo. Hay día o noche permanente en alguna época del año. Las regiones polares tanto del hemisferio norte como sur, se caracterizan por estar a una latitud que en valor absoluto es mayor que F = 90 - 23º 26’ = 66º 34’. Y esta es precisamente la definición de casquete polar.

Mas, en lo que se refiere al espíritu humano, o más bien a los diversos estados de ánimo en que el ser humano puede hallarse, la noche es, por antonomasia, el escenario típico de las historias de miedo, ya que suele vincularse al peligro, a los ruidos sospechosos, sobre todo, en el campo, el que producen las ramas zarandeadas por el viento, o incluso a los sonidos o ruidos más inocuos, y hasta dulces, en las noches serenas de estío; a monstruos o animales fieros y peligrosos, o a seres malvados que se ocultan tras la oscuridad. Asimismo, se dice que criaturas fantásticas como los hombres lobo y los vampiros son más poderosos por la noche. E, incluso que hay criaturas fantásticas, malvadas, de las que se dice que no soportan la luz solar. Acordaos lo que sucedía con los gremlins, en aquella película norteamericana de carácter ficto-cómico-terrorífico, dirigida por Joe Dante, que se estrenó en 1984. El argumento trata de un adolescente que recibe como regalo una extraña mascota llamada Gizmo. Gizmo es una criatura que bajo determinadas circunstancias se transforma en un pequeño monstruo muy destructivo. Justamente, cuando percibe la luz. La ficción, en este caso, se aparta doblemente de la lógica real, porque, precisamente, quienes ven la luz (“in aedificationem, non in destructionem”) encuentran la paz, el sosiego y la dulzura en su vida y, por el contrario, tienden a hundirse en la desesperación, la ira, la violencia y la destrucción quienes se hallan o caen en las tinieblas. Ello me hace pensar a mí en la famosa paradoja de Olbers, formulada por este astrónomo alemán, Heinrich Wilhelm Olbers, en 1823, y anteriormente mencionada por Johannes Kepler en 1610 y por Halley y Cheseaux en el siglo XVIII. Es la afirmación -paradójica- de que, en un universo estático e infinito, el cielo nocturno debería ser totalmente brillante sin regiones oscuras o desprovistas de luz, como de hecho sucede.

No es verdad, por ello, que en el Cristianismo, la noche esté asociada al fin de los días de los seres humanos en la tierra, con la venida de Jesucristo en busca de su Iglesia que está compuesta por todos los cristianos fieles. Eso, sucederá cuando llegue la Parusía, a plena y luminosa Luz, la más brillante de cuantas puedan darse en el Cosmos, convertido ya en Meta-Historia, porque Cristo Jesús, es precisamente eso, la Luz
-Ego sum Lux mundi- y además el Vértice de la Historia, el punto geo-metafísico en el que la realidad cósmica relativo-temporal cede el paso a la sobre-realidad metafísica y eterna. Por ello, la noche no puede compararse con el estado moral del hombre bajo la influencia de Satán, porque el Maligno no anda por el mundo sólo de noche, sino en todo momento “rugiendo como un león y pensando a quién devorar”. Pero, ya conocéis la receta. “Resistidle firmes en la Fe”. Y, a propósito de la noche, lo peor de todo en lo que a ella se refiere, o quizá lo único malo, es dejarse olvidadas las llaves en Madrid cuando uno piensa dormir en su casa del campo. ¡Menos mal que siempre uno procura estar acompañado de algún hijo de La Luz…! O de un par de ellos. Luis Madrigal.-


1 comentario:

Alicia Abatilli dijo...

La noche... elegida por los poetas para describirla, yo prefiero a la tarde.
Es un gusto poder leerte otra vez, Luis.
Alicia