miércoles, 21 de septiembre de 2011

MÁS RESPETO, VAQUEROS...



Desde luego, resulta comprensible para todo aquel que hace o produce algo -y cada vez más, por el camino que vamos-  la presencia común de la publicidad. Humildemente, tan sólo era llamada antes "propaganda", pero las modernas técnicas "científicas", ostentosamente pretenden convertirla en cosa de más altos vuelos. He ahí el "marketing". Otra "necesidad" para poder vender algo, aun cuando se trate de cacerolas o de papel higiénico. No obstante, según tengo entendido, la publicidad es ciencia de distinta rama a la del "marketing", aunque pueda o deba ser encuadrada en el tronco común de todas esas ciencias que no lo son, incluida, por ejemplo, la Sociología positiva, o "método de la encuesta", tantas veces practicada por los vendedores de "kleenex" al lado de un semáforo.

Sin embargo, quienes profesan semejante ciencia  -la publicidad-  y se llaman a sí mismos "publicistas", como si se tratara del propio Maurice Hauriou (mucho más que los ingeniosos y verdaderos artistas que la ilustran con sus dibujos y pinturas), deberían imponerse también a sí mismos un cierto límite  -naturalmente, de orden estricta y rigurosamente cultural-  a fin de no lesionar principios o bienes sumamente respetables, como por ejemplo la Música o el Arte. ¿Quién no ha presenciado la sacrílega degradación de Beethoven o de Leonardo Da Vinci, en algunos de esos asquerosos anuncios producidos para vender papel higiénico, u otro producto por el estilo? También deberían ser mucho más respetuosos con la Historia. Por lo tanto, con las figuras, si se quiere no más excelsas, pero sí que han procurado y conseguido en algún momento el bienestar de colectividades enteras. ¿Quién no ha reparado alguna vez  -en esa peste de la TV o fuera de ella-  en que el "genio" de quienes se hacen llamar "publicistas" sin saber siquiera qué significa eso, profana torpe y alevosamente, con la mayor impunidad, verdaderas obras de arte? Tan repulsivo fenómeno se hace notar quizá más en la Música que en la Pintura, pero también ésta ha sido demasiadas veces objeto de mofa, con el pretexto o la intención de vender algo.


Y algo similar, a mi modesto juicio, según he podido comprobar por mí mismo recientemente, ha sucedido con el título atribuido a un cartel que en estos días anuncia leche de vaca y circula masivamente por Las Navas del Marqués, Provincia de Ávila, y que es el que ilustra esta entrada. Es insultante e ingrato que se llame a una vaca "La Marquesa de Las Navas", después de haberlo sido, además de Duquesa de Medinaceli y de Denia y Tarifa, la Excma. Sra. Doña Ángela Apolonia Pérez de Barradas y Bernuy, una de las personalidades más destacadas de la sociedad madrileña y española en la segunda mitad del siglo XIX. Amiga y protectora del gran poeta José Zorrilla, y de la que el Marqués de Valdeiglesias pudo decir que tuvo la arrogancia, la finura y la suave modulación del gracejo andaluz que caracteriza a la mujer cordobesa”. La descripción del Conde de Romanones es aún más señera: "He conocido a no pocas damas de gran linaje; pero sin ofenderlas afirmo que la Duquesa Ángela de Medinceli era un ejemplar único: todo lo reunía. En lo físico, de elevada estatura, tan bien proporcionada que no llamaba la atención por su talla, sino por su talle; la tez morena, de ojos garzos, pequeños, con un estrabismo apenas perceptible, pero llenos de gracia; de cejas pobladas; breve y correcta la nariz; de boca bien dibujada, ligeramente sombreada de vello, acentuando su atractivo. A los sesenta años era todavía una hermosa mujer y, aun cumplidos los setenta, a cierta distancia producía buen efecto". Ya en sí mismos, tales rasgos guardan radical lejanía con los de una vaca, por buena y nutritiva pueda ser su leche.

Pero además, sus habituales contertulios eran Alonso Martínez, Castelar, Romanones, Zorrilla, Nuñez de Arce, Velarde, Echegaray, Manuel del Palacio, Moya, el marqués de Cerralbo y otros de similares caraterísticas. Y ella, evitaba en lo posible la presencia de señoras que desvirtuasen la amena conversación de aquellos intelectuales y hombres inteligentes. Colaboró con Concepción Arenal, fue la fundadora de La Cruz Roja Española y, durante la guerra de Africa, en los salones de su palacio se instaló un taller donde se hacían prendas para los heridos. Pese a ello, en mi humilde opinión, su mejor obra fue la de la plantación de numerosísimas hectáreas de pinos resineros, precisamente en Las Navas del Marqués, para lo cual trajo a España a resineros franceses, que introdujeron a los lugareños en la técnica, emprendiendo una actividad industrial, resinera y maderera, de notable influencia. Aún hoy, se conservan esos inmensos pinares, aunque ya la resina haya pasado su época, llenos de calma y de sosiego para el espíritu. De todo ello se benefició en notable medida, y aún puede disfrutarlo el pueblo de Las Navas, que en consecuencia debería honrar su memoria de modo más delicado, en lugar de insultarla, como si se tratase de algún "choto" más. No todo lo de allí puede ser capítulo de vacas y de vaqueros. Yo, sinceramente me entiendo republicano, de conciencia y de sentimiento, porque creo que la verdadera "aristocracia"  -en su sentido más etimológico-  es la de la inteligencia, la de la Ciencia y el Arte, como repetía Cajal, al final de sus días académicos, a sus alumnos de Medicina. Pero también creo, con la misma firmeza y devoción, que a quienes hacen algo verdaderamente provechoso y útil a la comunidad  -precisamente por ser verdaderos "aristócratas", al margen por completo, incluso tal vez "a pesar" de sus títulos nobiliarios- ha de guardárseles el debido y necesario reconocimiento.

Solicito humildemente, por ello, del Sr. Alcalde-Presidente del Ayuntamiento de Las Navas  -por si el mismo tiene algo que ver en el asunto y está dentro de sus potestades administrativas-  la inmediata retirada de tan repugnante cartel de propaganda. Por injusto, por inculto y por ser de pésimo gusto. ¡Claro que  donde Doña Ángela plantó aquellos inmensos pinares, no fue en el pueblo de Las Navas...! Lo hizo en los parajes de lo que, también gracias a ella  -que cedió al efecto terrenos de su propiedad-  terminó siendo "La Estación", la Estación del Ferrocarril, cuya población se encuentra en estado de verdadero abandono por parte de un Ayuntamiento que sistemática y reiteradamente incumple sus obligaciones mínimas, tal vez porque, según he oído decir, a su vez ha dicho el Señor Alcalde, allí no le vota nadie. Aún así. Luis Madrigal.-


A Doña Ángela,
que disfrutará desde la tumba
la deliciosa música, tan española, de Luigi Boccherini,
en reparación de semejante y grosero insulto




3 comentarios:

Pluma Roja dijo...

Estoy muy lejos de Madrid y su historia, pero viéndolo con ojos extranjeros dicho cartel se pudiera interpretar como que la finca se llama La marquesa de las Navas, creo que lo malo es la foto de la vaca. Porque inclusive un producto puede tener el nombre: "La marquesa de las navas", y, con solo mencionar el nombre y leyendo sus cualidades, sería un producto que correrían a comprar.

Pero de seguro tú tienes razón en no estar de acuerdo con poner la foto de la vaca que se pudiera interpretar con un insulto a tan ilustre dama.

Me alegro verte de nuevo por el blog, pensé que ya te habías retirado.

Saludos cordiales.

Francisca Quintana Vega dijo...

Hola. Gracias por su visita a mi blog. Saludos.

Un historiador dijo...

Señor Madrigal:
Puede usted llevar razón en que a veces las estrategias de marketing que desarrollan ciertas empresas transgreden ciertos límites que habrían de salvarse. Pero en esta ocasión no se da el caso.
Decirle además que resulta aventurado y peligroso referirse así a un colectivo, a una empresa y a un producto que, seguramente, ni siquiera conozca. Por eso le pido que se informe bien, que sea riguroso, que busque bien todo aquello que pueda fundamentar su idea, antes de sacar conclusiones.
Aunque bueno, tampoco me extraña que tire por esos derroteros y lleve a cabo ese tipo de crítica. Usted, por lo que intuyo, seguramente sea otro de esos muchos periodistas metidos a historiador sin tener la más mínima capacitación y formación profesional, metodológica y teórica de la Historia. Digo “intuyo” porque, al acceder a su perfil, observo sus intereses y el tipo de lecturas que usted toma como referencia. Lecturas que se remiten a la escuela histórica alemana, a un modelo de historia muy política que ahonda en el historicismo, con todo lo que ello conlleva. Mire usted: nadie, dentro del mundo historiográfico, duda que Mommsen desarrollara allá por el s. XIX un trabajo de documentación y catalogación digno de la mayor consideración, pero su trabajo, sus tesis y la orientación que imprimió a sus trabajos han sido ampliados y superados. Si usted quiere conocer la historia de Roma, le recomiendo que haga otras lecturas. Por su parte, Ortega y su concepto de la disciplina que nos ocupa están bien lejos de ser tomados en gran consideración por la historiografía actual. Ortega, por si usted no lo sabe, no llegaba siquiera a comprender (y despreció con ignorancia supina) las teorías, ya también superadas, de un historiador de la talla de Toynbee, que le daba mil vueltas. Tampoco quiero ahondar mucho en el tema. Pero vamos, es que no sé qué puedo opinar sobre el concepto de Historia que tiene una persona que, como usted, toma como referencia filosófica a un alemán que militó en las filas del nacional-socialismo alemán.
Al hilo de lo que veníamos afirmando, le pido que predique usted con el ejemplo que vende, y sea también respetuoso y no insulte a la empresa que comercializa estos productos. Más allá de que haya podido usted utilizar el término “vaquero” en tono despectivo (cosa que no voy a juzgar), le pido que no les llame ingratos, porque ni siquiera ha preguntado usted a nadie si llaman “marquesa” a la vaca, a la leche, a la empresa, o si lo que ha pretendido esta buena gente ha sido rendir homenaje a la duquesa de Medinaceli comparando la calidad del producto con la importancia de su figura histórica. Usted no sabe nada, porque no ha preguntado a nadie. No se las dé de listo.
Pide usted que seamos respetuosos con quienes “han procurado y conseguido en algún momento el bienestar de colectividades enteras”. Le diré una cosa: quienes han procurado y conseguido ese bienestar, créame, no son aquellas personas que históricamente han explotado en provecho propio los recursos de sus dominios aun dejando las migajas para quien ponía la mano de obra, no han sido aquellas personas que a punto estuvieron de hacer desaparecer buena parte del patrimonio histórico-artístico que hoy conservamos, sino todas aquellas personas y empresas que en este pueblo han demostrado iniciativa, carácter y capacidad de trabajo. La empresa que comercializa el producto al que nos referimos es un buen ejemplo de ello.
Por último, decirle que me alegra que diga que para usted la única aristocracia es la de la inteligencia y no la del dinero y la herencia. Pero le vuelvo a pedir por enésima vez que sea usted riguroso, y que para expresar esa idea no diga que se remite al sentido etimológico de la palabra, porque lo que usted quiere decir es sofocracia, no aristocracia, que es el gobierno de los mejores (que, como sabrá, ni en la antigua Grecia, eran siempre los más listos).