lunes, 9 de enero de 2012

UN RUEGO A LOS MONTES



DECIDLE, SI LA VEIS


¡Oh suaves altozanos, oh aire mío
si al aspirarlo puro ella me mira…!
¡Oh aliento fértil de mi pobre lira,
que sientes el calor como yo el frío!

¡Oh cielo luminoso…! Qué sombrío
se ha quedado mi cielo, que ya expira…
¡Arrancad de mi pecho esa mentira,
que, a falta de su amor, está vacío!

¡Oh camino de luz, oh claro día,
que habitas bajo azul, allá en la altura,
consuelo de mi opaca celosía!

Decidle, si la veis, que su hermosura
habita en mí… En mí vive su alegría.
Aunque yo he de vivir en noche oscura.



Luis Madrigal







4 comentarios:

Alberto del Río Medina dijo...

Excelente poema. Sólamente los montes, los prados, los valles, la naturaleza viva, pueden recibir semejantes encargos. Tan sólo a ellos cabe rogar algo tan sublime. Aunque únicamente de refilón, y desde luego de un modo profano, el soneto me ha causado la impresión de encontrarme frente a San Juan de la Cruz, cuando pide a unos pastores lo que les pide: "Pastores, los que fueredeis allá por las majadas al otero...". Lo mejor que he leido últimamente en materia de poesía amorosa. Felicitaciones y mi saludo cordial. Alberto

Man dijo...

Si los poetas no fueran cristalinos y añorantes seres.
Si no dieran por imposible lo que es posible.
Si no cantaran a batallas, dadas por perdidas, sin ser luchadas.
Si no esperaran un no por respuesta, porque un sí les priva.
Si no amaran más a la soledad que a la compañía.
Si sus metas no fueran inalcanzables ideales...
posiblemente no habría poetas.
Pero necesitamos que haya poetas que sepan decir lo que los demás sentimos y no sabemos.
Un abrazo, poeta enamorado y buen amigo leonés.

Francisca Quintana Vega dijo...

Bellísimo soneto.Me ha gustado mucho. Mi cordial saludo

stella dijo...

La naturaleza como guardiana absoluta del amor que sientes, bellisimo
Un abrazo
Stella