viernes, 4 de marzo de 2022

OFICIO, NO... MINISTERIO

 EL SAGRADO MINISTERIO DE ENSEÑAR

 



Hay dedicaciones habituales que constituyen un oficio o una profesión. Y todas ellas, en tanto observen una dimensión estrictamente ética, son respetables y por ello han de ser respetadas. Sin embargo, otras, exceden y desbordan con creces tal dimensión y, por ello, constituyen un ministerio. Tal es el caso del sacerdotal, como debería ser siempre también  -aunque resulte con frecuencia en la práctica todo lo contrario-  el de los políticos. Esto es, algunos oficios deberían ser siempre un ministerio, aunque la mayor parte de las veces no lo sean. Otros, en cambio y en su inmensa mayoría, lo son siempre, pese a que también puedan encontrarse testimonios escandalosamente contrarios y por ello profanadores de su sagrado deber. La Enseñanza, mayoritariamente, es uno de ellos. Estoy seguro.

Gabriela Mistral, es decir, Lucía Godoy Alcayaga, fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1945, año altamente significativo, por constituir el fin de la II Guerra Mundial, tan sólo doce años antes de su muerte en Nueva York, Ciudad a la que le había llevado la actividad diplomática, al servicio de su patria, Chile.

Pero, además de tan transcendental y brillante actividad y del puro lirismo de poetisa triunfadora universal, Lucía, que nació un 7 de Abril de 1889, en Vicuña, Chile, en el seno de una familia de modestos recursos económicos, ante todo, fue Maestra. Maestra de Escuela, como se decía antes en España, y consagró lo mejor de su vida a la Enseñanza de los niños; a la educación primaria y esencialmente básica para todo ser humano. Por eso se ha dicho, que si la prensa es el Cuarto Poder, la Enseñanza es el Quinto, aunque yo pienso que, más bien, sea preciso alterar el orden. Porque, nunca jamás, esas mentes inferiores, esos mediocres individuos que, en general son los políticos, aupados y seguidos de cerca, a muy escasa distancia por otras mentes aún más mediocres, que se hacen llamar “periodistas”, podrían manejar ni manipular las mentes humanas, si tales mentes hubiesen sido, en su niñez y juventud, rectamente formadas, en los valores lógicos y universalmente eternos, por verdaderos Maestros.


Por ello, sería necesario proclamar y rendir universal homenaje a todos cuantos han sido Maestros, en todos los países y lugares del mundo. En particular a aquellos abnegados y luminosos maestros españoles, a los de la Institución Libre de Enseñanza y a todos los demás, que, en tiempos especialmente difíciles, gastaron y hasta quemaron su vida  -porque la Enseñanza, agota y hasta quema al enseñante-  transfiriendo el saber a otros seres humanos, sobre todo a los niños, a los primeros que han de aprender lo primero y más radical que en la vida hay que saber. Y casi siempre, desde los tiempos más remotos, materialmente, ejerciendo una profesión que, en España, llego a ser la unidad de medida y referencia básica del hambre: “Pasa más hambre que un Maestro Escuela.”

Sin duda por ello, en el caso de Lucía Godoy, convertida en Gabriela Mistral, dentro de sus obras poéticas más sublimes, se encuentran las composiciones "para niños", que son el núcleo de su segundo libro, “Ternura”, de 1924. En él se advierte la pureza expresiva propia de una lírica sencilla, pero profunda, que convivió con las vanguardias tras la liquidación del modernismo. Una lírica inspirada en la naturaleza, rayana con la llamada poesía popular, que también aquellos cultivaron en ocasiones. Dedicado a su madre, está dividido en siete secciones: Canciones de Cuna, Rondas, Jugarretas, Cuenta-Mundo, Casi Escolares, Cuento y Anejo. Para el lector adulto, el conjunto viene a expresar la pérdida de la infancia, que es restituida, en parte, a través del lenguaje.

         “Porque duermas, hijo mío, / el ocaso no arde más: / no hay más brillo que el rocío, / más blancura que mi faz. // Porque duermas, hijo mío, / el camino enmudeció: / nadie gime sino el río; / nada existe sino yo”.

Sin duda, en este poema, Gabriela recuerda las canciones que su madre, Petronila Alcayaga, le cantaba en la cuna, una vez que su padre Juan Jerónimo Godoy abandonara definitivamente a la familia cuando la pequeña Lucía contaba con tan sólo tres años, por encontrarse sin trabajo y no poder mantener el hogar.

No me es posible, naturalmente poder saber cómo trataba y se dirigía a sus alumnos Gabriela Mistral, pero albergo la absoluta certeza acerca de que, además de la enseñanza propiamente dicha que les permitiera alcanzar el saber, esto es de las técnicas pedagógicas, fundamentalmente les trataba con mucho amor. Con mucho amor maternal, como si se tratase de sus propios hijos. Nos lo dicen sus poemas. Y este aspecto, en la enseñanza de los niños, más que esencial, es vital. Sin amor no se puede enseñar nada a nadie y menos aún a un niño. Y por eso se ha dicho también que resulta imposible separar la enseñanza de los aspectos más espirituales y sensibles del alma humana. Se puede entender o no un teorema matemático; se puede entender o no por qué hace frío en el invierno y calor en el verano. ¿Pero qué niño no podrá entender un acto de amor?




Estudiantes de Magisterio, en la Universidad española: No hagáis excesivo caso a vuestros Profesores, por muy Catedráticos sean, cuando os expliquen las técnicas pedagógicas, por modernas y punteras éstas puedan ser. Ya se trate del tan proclamado, en conferencias y ensayos, “estudio de la infancia” (Verhellen en 1992; Gimeno en 2003; Rodríguez Pascual en 2006; Vergara, Peña y Chávez en 2015). Y demás etcéteras. Mucho menos aún, en lo que atañe a la llamada “visión adultocéntrica de interés superior” (Cussiánovich y Marquez, 2002). Pensad, más bien, eso sí, en la Convención sobre Derechos del Niño, de 1989, porque los niños son el sujeto de Derecho más importante y primario. Más aún, constituyen, en sí mismos, el bien jurídico más intrínsecamente esencial y digno de protección, antes de cualquier otro. Sobre todo, queredles mucho, con verdadero amor. Y recordad que vosotros mismos tenéis que “haceros como niños”, si de verdad queréis alcanzar vuestra excelsa misión.

 

Luis Madrigal

Madrid, 2 de Marzo de 2022,

Miércoles de Ceniza


A mi Nieta mayor, Ángela Madrigal de Rioja,

alumna de la Facultad de Educación, en la Universidad Complutense, que quiere ser Maestra 

casi desde que ella misma era niña.

Con el mismo cariño que espero sienta por sus futuros alumnos

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