viernes, 20 de marzo de 2015

LLEGÓ LA PRIMAVERA



UNA DÉCIMA DODECASÍLABA

Al estilo de Fray  Luis de León

¡Ay paloma sin nido, rosa de Enero,
fuego que arde en la nieve, y hasta en el hielo…!
Luz azul entre sombras, verdad sin velo,
no temas ni suspires, que yo te quiero.
Ni tampoco te asustes cuando te anhelo
que eres siempre paloma de mis arrullos,
entre llanto y tristeza. Mas, mi alegría
si en mis ojos te miras, y yo en los tuyos
puedo ver rosas rojas y sus capullos
aunque el sol ya tan bajo, sea mi agonía.


Luis Madrigal




sábado, 28 de febrero de 2015

ADIÓS, FEBRERO, ADIÓS…



SER Y TIEMPO

El tiempo, no se mide con arena,
ni lo es tampoco. Es misterio puro
en el que la existencia, frente a un muro
de selvático afán, purga la pena

de existir y hallar ser, tras la condena
que surgió de la nada y del perjuro
dolor del que, sin ser, en suelo duro,
trenzó con su soberbia la cadena.

Esclavo soy, esclavo y heredero
de quiénes, el arcano de la esencia
quisieron vislumbrar del Ser entero.

Mas, ya que estoy , y solo en apariencia,
soy en el ser. Del tiempo siempre espero
que llegue a ver el Árbol de la Ciencia.


Luis Madrigal





Franz Schubert
Improntus, Opus 90
(Elisabeth Leonskaja)

viernes, 27 de febrero de 2015

CUANDO YA MUERE FEBRERO




CANCIÓN DE CUNA

Cuando bajan al aire
vienen volando.
Cuando en la tierra habitan,
están llorando.

No lloréis blancas penas
del alba mansa
que a la tarde y la noche
seguirá el agua.

Roja como la sangre
y como el fuego
que crepita en la fragua.

Y a veces mata.

No lloréis nunca, henchíos,
pecho valiente
para llevar en alto
siempre la frente.


Luis Madrigal




Arriba, cuadro de Berthe Morisot
"La Cuna"

miércoles, 25 de febrero de 2015

BAJO EL DESPÓTICO INVIERNO







YA BROTAN LOS ROSALES

Apuntan nuevos brotes los rosales
en este invierno frío, que congela
el paso y el aliento, cual la vela
tirita entre corrientes abisales.

Huirán, al brotar, todos los males
y treparán al cielo, que desvela
la aurora soñolienta… Se rebela
contra el hiemal de noches boreales.

Una a una, al brillar, brotarán flores
pintando de color el verde prado.
Nacerán entre ramos los amores,

bajo la luna de un cielo estrellado
y huirán como el humo los dolores
cuando al fin el invierno haya pasado.


Luis Madrigal




jueves, 19 de febrero de 2015

DE LOS LEJANOS MARES UN SUSPIRO



PATIO DE LUZ Y CAÑAS

Vivo de vuestra luz, plantas amigas,
parapeto de cañas y frontera
de macetas en banco de madera,
de sol repletas y jamás de ortigas.

Como al campo en Abril un haz de espigas
tiñe de verde aura, en tierna espera,
de la mano que empuña la mancera
-el sol en lo alto siempre-  sois aurigas.

Nunca ya más podré dejar de veros,
desde tan lejos, si tan cerca os miro,
tras día y noche sin poder teneros.

De cuantos cielos vi, suave zafiro;
del tiempo en que os miré, siglos enteros
y de lejanos mares un suspiro.


Luis Madrigal



miércoles, 18 de febrero de 2015

UN DÍA SABIO Y REALISTA





CENIZA

La ceniza es el residuo de toda combustión. Su forma es la del polvo y su color generalmente grisáceo, cuando no ennegrecido por el paso del tiempo, turbio, nublado, de modo similar al que la humedad va dejando en las paredes de las casas. La ceniza puede ser también lanzada al aire y expandida dentro de él, como se expande el humo. La ceniza, pues, también es humo. Algo que se va y que no vuelve. Al menos que no vuelve jamás por aquí, para disfrutar de tantos placeres, como pueden encontrarse y que algún día se acaban. Por eso, tal vez la mejor definición del ser humano, visto o contemplado desde la experiencia sensible, sea la de afirmar que “el hombre es ceniza”. Humo, que se va y que no vuelve. Todas las demás definiciones, necesariamente han de ser provisionales, interinas, aunque algunas puedan ser también muy aproximadas a la gran y única realidad absoluta y eterna. Pero nadie puede saber con exactitud y certeza metafísica cual pueda ser esa suprema realidad del hombre. Tan sólo se puede creer y esperar.

Casi todos los pueblos de la antigüedad, por no decir todos, han encontrado en la ceniza el símbolo de las calamidades, del dolor y del luto. Por ello la costumbre de sentarse en el suelo entre ceniza y polvo se practicaba por los pueblos orientales. Los judíos fabricaban, con el fin de purificarse, un agua lustral  -precedente remoto de la actual lejía-  con las cenizas de una ternera sacrificada el día de la gran expiación. Otros pueblos, al icinerar los cadáveres de las personas más queridas, depositaban sus cenizas en urnas, llamadas “cinerarias”, con el fin de conservarlas en la casa, en permanente recuerdo de los fallecidos.

En el día de hoy, celebra la Iglesia Católica la festividad del Miércoles de Ceniza, día que da comienzo a la Cuaresma. Hoy, ahora mismo aún, durante todo el día, es Miércoles de Ceniza para toda la Iglesia en el mundo. La Iglesia, recomienda a los cristianos, recibir la imposición de la ceniza, que no es un sacramento, pero sí es un sacramental. Teológicamente hablando, los sacramentales, aunque no producen la gracia “ex opere operato” como lo hacen los sacramentos, regulados en el Codex con carácter general en los cánones 840 a 848, son también unos “signa sacra” (canon 1.166), signos sagrados destinados a producir efectos espirituales  -no producen la gracia pero la impetran-  y como tales algunas veces se hallan dotados también, como los sacramentos, de materia y de forma. Ciertamente, los sacramentales no son de institución divina, sino meramente eclesiástica y pueden consistir en cosas o lugares y en acciones. Cuando se tarta de las primeras, se llaman sacramentales permanentes, y obtienen tal carácter en virtud e la consagración o la dedicación. Es decir, se consagran las cosas (los cálices o las custodias) y se dedican los lugares (los templos o los cementerios). Si se trata de las acciones, como la bendición invocativa (no la constitutiva del canon 1.171)  de una imagen o de un mero objeto religioso no litúrgico, se denominan sacramentales transeúntes y tienen la finalidad de impetrar los dones divinos, también los materiales, pero especialmente los espirituales. La imposición de la ceniza es un sacramental transeúnte, desde luego, pero representa el recuerdo permanente del espíritu cristiano más profundo y coherente con la realidad humana existencial, o si se prefiere fenomenológica.

Ya en la Iglesia de los primeros tiempos, o al menos en la medieval, los Obispos extendían un poco de ceniza sobre la frente de los penitentes, costumbre que representó el inicio de esta práctica, hasta que, en el año 1091, el Papa Urbano VI, en el Concilio de Benevento, dispuso que se impusiera también la ceniza a los fieles del modo en el que se sigue observando, si bien últimamente, ya no desea la Iglesia mantener la vieja formula, un tanto tremendista y aterrorizante, del “Memento homo, quia pulvis eris et in pulverem reverteris”. Demasiado lo sabemos todos. Hace ya algún tiempo que, en el rito de la el Ceniza, el oficiante se limita, a exhortar al que la recibe: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Ello es mucho más saludable, porque convertirse es dar la vuelta a nuestras acciones  -a las malas y a las peores-  y creer en el Evangelio es creer en nuestra propia resurrección, que no ha de ser otra sino la misma de Cristo Jesús. Dicen que el Cardenal Portocarrero, Arzobispo de Toledo, Primado de España, dispuso por sí mismo como epitafio que aún puede leerse sobre su tumba en la Catedral toledana, la inscripción: “Hic situs est pulvis, cinis, et nihil”. Todas las demás inscripciones funerarias advierten en sus propias lápidas quién es el que bajo ellas yace. En esta, hay que preguntar: ¿Quién era este señor”. Y por ello dicen los guías turísticos que aquel Cardenal lo hizo así por propia vanidad. Eso nunca podrá saberse. Ciertamente, en bastantes ocasiones la más aparente humildad no deja de ser un ejercicio de la más refinada soberbia. Pero lo que en todo caso se le olvidó a Portocarrero fue manifestar públicamente que ese “polvo, ceniza y nada”, será todo y la más brillante luz, al resucitar para siempre a la Vida en el mismo instante de la muerte.

Luis Madrigal




Wolfgang Amadeus Mozart
REQUIEM
Communio Lux Aeterna

lunes, 16 de febrero de 2015

SI EL CORAZÓN NO SIENTE



ES INÚTIL BUSCAR FUERA

Si el corazón no siente, nada tengo,
ni nada soy, ni nada por mí encuentro.
Nada hay en mí, si nada vive dentro;
sólo frío, si el fuego no mantengo.

Todo puedo encontrar si siempre vengo,
en vez de salir fuera… Si hallo el centro
sólo dentro de mí   -aún más adentro-
y con mi propio ser, todo sostengo.

Inútil buscar fuera… Ahí, no hay nada.
Todo mi ser  -el que es-  se está en mí haciendo.
Mi alma siempre espera, anonadada,

el encuentro del Ser que es, viviendo.
Nada importa, en lid esperanzada,
si por vivir en mí, estoy muriendo.


Luis Madrigal





Wolfgang Amadeus Mozart
Ave verum Corpus

Ave verum Corpus, natum           Salve, verdadero Cuerpo nacido
de Maria Virgine     de la Virgen María
vere passum, immolatum                  verdaderamente atormentado, sacrificado
in cruce pro homine,          en la cruz por el hombre,
cuius latus perforatum          de cuyo costado perforado
unda fluxit et sanguine       fluyó agua y sangre.
Esto nobis praegustatum          Sé para nosotros un anticipo
in mortis examine          en el trance de la muerte.