viernes, 7 de enero de 2011

HOY ES SAN RAIMUNDO DE PEÑAFORT






Bueno, en realidad no "era" hoy, pero lo es en el Novus Ordo, fecha más adecuada sin duda, puesto que Raimundo de Peñafort, O.P., falleció, en Barcelona, el día 6 de Enero de 1275 y, lógicamente, tal vez para eludir la coincidencia con la Festividad de Reyes, en el Vetus Ordo, se fijó la del 23 de este mismo mes de Enero. Y en esta última fecha, cada 23 de Enero, yo celebré, durante los cinco años de mi Licenciatura en Derecho, la fiesta del Patrono de todas las profesiones y oficios jurídicos: La Abogacía y Procuradoría, la Judicatura, el Notariado, la Institución Registral y Fiscal y todas cuantas otras actividades profesionales tienen por objeto la Ciencia del Derecho. Éste, aún sigue siendo una ciencia, desde luego, porque ahí está, en los tratados, en las colecciones de Dictámenes o de Jurispridencia. Lo que sucede es que últimamente, desde hace ya quiza excesivos años, tal ciencia no se aplica, con  -tal vez-  las únicas salvedades o gloriosas excepciones  -en lo que respecta a la Ciencia, y no simplemente al "negocio"-  del Notariado, cuna de los más grandes civilistas españoles en toda época y de la Institución Registral,  sobre todo si se trata de los Registradores de la Propiedad. Y no se aplica, fundamentalmente, porque no se conoce, porque se ha desvirtuado la sal y ya no se puede salar. El Derecho, al que algún salvaje ha negado su condición de Ciencia, lo es en realidad. Puede verse al respecto, entre otros trabajos, el Prólogo del Profesor Torcuato Fernández-Miranda y Hevia, a su libro "Teoría de lo social y otros ensayos", que el citado Profesor mantuvo como texto de su asignatura en la vieja Universidad de Oviedo. No es una ciencia de la realidad física, como la Mecánica, la Óptica... y cuantas otras manifestaciones puede albergar la Física, propiamente dicha, la ciencia de la materia, que sería la única Ciencia de todas, considerando que ni aun la Filosofía ni la Matemática (que no es sino una especie o clase de Filosofía) pueden reputarse propiamente ciencias, pese a ser la madre de ellas. El Derecho, es también una Ciencia, pero una ciencia de otra realidad distinta a la materia, una ciencia de la realidad espiritual, podríamos decir, de la inteligencia y la voluntad operando muy diversos efectos en las relaciones de la persona con otras, los vínculos familiares que las ligan, su relación con las cosas del mundo exterior, las convenciones o acuerdos a los que llegan, las obligaciones y deberes que aquéllas contraen y de las que son responsables y, en síntesis, todo aquello que puede formar parte de la realidad social, o del orden económico-social. Precindid de la Física y se caerán los puentes, los edificios y cuantas otras  obras, grandes o pequeñas, toman como ingrediente la materia. Prescindid del Derecho, y se caerá la Sociedad entera, la Civilización, las instituciones fundamentales que hacen posible la vida humana, al lado de la materia y de los bienes materiales.

Y Dios quiera que esto no llegue a suceder nunca. Yo espero que antes, alguien, o algunos, o muchos, o simplemente la contemplación del "abismo" social que podría abrise  -y que ya asoma-  cuando la patada  del propietario en la puerta del inquilino que no paga la renta, sustituya al juicio de desahucio,  o en general, los ciudadanos tengan que caminar por las calles armados de una pistola o de un Colt del 45, como en el viejo Oeste americano, cuando no existía la Justicia. Algo así, necesariamente, habrá de ocurrir, y no tarde, en España, si alguien, digo, o "álguienes", no se ocupan urgentemente de evitar semejante catástrofe. Si la Ciencia del Derecho, no se aplica, tampoco es por mala voluntad de los "aplicadores", ni tampoco de los que la invocan, o desempeñan, dentro de ella, muy distintos oficios o aplicaciones, sino porque, unos y otros, la ignoran, la desconocen casi por completo. Son "músicos" que "tocan de oído"... Los que supieron mucho, muchísimo, una barbaridad, todo lo que había que saber, se murieron. Algunos de los que siguen vivos, ya se han jubilado... Los que quedan, si alguna vez supieron algo, y yo lo dudo mucho en lo que respecta a una gran mayoría, pronto se olvidaron de las cuatro simples cosas que malaprendieron, sin llegar a entenderlas nunca, en su necesaria profundidad. Y, de esta manera, el espectáculo que hoy ofrecen es bochornoso. Impúdico, repugnante, casi tanto como la naúsea que precede al vómito.

Indudablemente, no es posible eximir de este deplorable espectáculo, en primer término, a la Judicatura, a los Jueces, encargados de aplicar la ley y la doctrina legal y científica al caso controvertido, en uno u otros órdenes jurisdiccionales. Muy en general, los Juzgados, en España, están hoy, ahora mismo, en estado de ruina y  descomposición progresiva,  principalmente por la incapacidad de quienes tienen asignada la siempre difícil función de enjuiciar. Pero no son ellos sólamente los culpables. Inmediatamente, en este nefasto orden de imputabilidades, hay que situar a los que hoy se hacen llamar "Abogados", determinantes muchas veces de las salvajadas y disparates que, por su  inexcusable torpeza, cometen después los Jueces, todo ello en medio de un barullo similar a aquel de "la Torre de Babel", cuando las "mecanófrafas" pulsan con su dedito la tecla que no es, o alteran el nombre de los litigantes, o lo sustituyrn por el de otros que persiguen diferente causa. Esto último, ciertamente, es lo de menos, porque siempre resulta facilmente subsanable, aunque sólo a expensas de perder casi la dignidad discutiendo con estas altaneras analfabetas, cuando no auténticas verduleras, a las que la Constitución ha hecho similares en derechos  a todos los demás.

La causa más grave, tampoco radica, sin más, en la elección de los Jueces. Qué lejos de aquella feroz oposición de más de 1.000 temas,  que abarcaban todo el Derecho, en sus múltiples especialidades, tras de la cual, los que la aprobaban, eran enviados durante unos meses a la "Escuela Judicial", y después a efectuar prácticas en un Juzgado, bajo la supervición de otro Juez ya veterno, hasta que al fín se les daba "la suelta", para comenzar la tarea de aplicar el Derecho. De todo eso, se pasó progresivamente, primero al establecimiento discrecional y gratuito de distintos "turnos", llamados de "juristas de reconocido prestigio"; después, prácticamente a cerrar la Escuela Judicial, eliminando la oposición, para ser designado Juez cualquier rapazaco, más bien generalmente rapazaca, tras una entrevista con el Sr. Subsecretario de Justicia. Este sistema tan seguro para la propia seguridad jurídica en la aplicación del Derecho  -y  no digo que otros partidos políticos no lo utilizaran-  fue empleado de modo masivo y sistemático por el PSOE, el partido de los peores, de los mediocres, de los que estaban y están empeñados hasta la méduda en que todos somos iguales y convencidos de que, capturando el Consejo General del Poder Judicial, podrían hacer mangas y capirotes sin cuento, y sin responsabilidad alguna. Y hay que decir que lo consiguieron. Ellos y el sistema político que dicen es la panacea universal, y puede que lo sea, pero tan sólo cuando se pone en manos de pueblos, de colectividades cultas y... ricas. Por desgracia así es. No cuando puede estar al alcance de las mentes más atrofiadas y notablemente inferiores.

Esta barbaridad, relativa al modo de hacer jueces, y permitir que lo sigan siendo tras sus monumentales disparates, únicamente propios de una ignorancia supina e inexcusable, sin embargo, tampoco es la mayor atrocidad. La causa de la causa (y por tanto, según el aforismo tradicional "del mal causado") es esa cosa que antes se llamó con verdadera propiedad, la Universidad, el Alma Mater, cuya misión, entre otras, es la de garantizar la formación rigurosa de quienes a ella acceden. Este "melón", no lo abrieron los socialistas, ciertamente, pero lo han disfrutado ampliamente. Como todos somos "iguales", cualquiera puede ser "Catedrático" de cualquier cosa. En ocasiones, yo me echo a temblar cuando pienso en la formación que hayan podido recibir los médicos españoles, antiguamente respetados y muy queridos en los grandes Hospitales de los Estados Unidos. Porque, en efecto, han transcurrido los mismos días para esta vital y primerísima especialidad científica, la Medidica. Me consuela, tal vez, aquello de la "nota mínima" para ingresar en la Facultad de Medicina y también que, en este caso, la "materia prima" es sumamente delicada. Quizá ello haya poido hacer el milagro de que podamos salir vivos tras entrar en un Hospital. Pero, en lo que concierne al Derecho, ¡vaya por Dios, qué desastre...! Primero la UNED, después los mayores de 25 años... Todo el mundo, incluso de la más infima contextura mental puede ser jurista hoy día en España y, en particular... Abogado. No quisera yo, que lo soy desde hace sin duda demasiados años, presumir de nada, pero el peor alumno de mi curso y promoción, podría hoy ser Magistrado del Tribunal Supremo. Por contraste, por simple comparación. Tal vez por ello, en algún Juzgado, una vez me dijeron  -al invocar yo la Ley y su contenido-  "la ley, ley... olvídese usted de la ley...". Otra vez, un joven Abogado, por entonces, me dijo que yo era "un dinosaurio"... Que, hoy en día (ya entonces) se practicaba, "se hacía", me dijo, un "Derecho práctico..." Y este Deercho, consiste por desgracia, en pedir, declarar y disponer, justamente, todo lo contrario de lo que proclama el verdadero Derecho. El de Justiniano, el del "Codex Iuris Civile", el de Castán, Savigny, Ennecerus, Ihering, Windseid, Planiol y Ripert, Cogliolo, Sánchez Román, Manresa, Garrigues, Valverde, etc. etc. ¿Alguien, alguno o alguna, Jueces y "Juezas", sin excluir a las "Fiscalas",  han oído ustedes hablar alguna vez de estos señores?. Ni se molesten en leerlos. No los entenderían. Luis Madrigal.-


En la imagen superior, pintura que representa a San Raimundo de Peñafort (o, si prefieren los catalanes Raymond de Penyafort), que nació en el lugar del mismo nombre, denominado hoy Santa Margarita y Monjós, en la Comarca del Alto Penedés. Además de su santidad, prestó a la Iglesia un extraordinario servicio. Por encargo del gran Papa Gregorio IX , elaboró las Decretales, promulgadas por el mismo Pontífice en el año 1234, y que consituyeron el primer Cuerpo de Derecho Canónico, hasta la aprobación del Código de 1917, de Benedicto XV. Como es muy natural, San Raimundo de Peñafort es el Patrono, además de todos los juristas, en especial, del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona. No así del de Madrid, cuya Patrona es la Inmaculada Concepción.

4 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

Una sociedad que no practica la justicia está condenada al fracaso.
Un abrazo.

TOÑI dijo...

Que miedo me da mirar esa balanza,simbolo de la justicia.¿Sera que la veo como de la injusticia?.

Luis Madrigal Tascón dijo...

Sin duda, Mercedes, una Sociedad sin Justicia, no sólo camina hacia el fracaso, sino hacia su total destrucción. Esperemos que alguien sea capaz de poner fin a esta peligrosa situación. Un abrazo. Luis Madrigal.-

Luis Madrigal Tascón dijo...

Es más que lógico, Toñi, que puedas sentir miedo ante esa Balanza, por lo demás símbolo de la Justicia (que es una virtud moral), como el corazón lo es del amor (una virtud teologal). Últimamente toda clase de figuras gráficas asociadas a ideas o valores, se denominan "signos de legibilidad", de tal podo que al ver una copa y dos cubiertos cruzados, pienses en un Restaurante, o, de ver una cruz roja, en una Farmacia o servicio sanitario. El contendio y estudio general de estos signos ha dado lugar, nada menos, que a una pretendida "ciencia", la Semiología, o Semiótica, que se ocupa del estudio de los mismos y de la relación entre el signo significante (en este caso la Balanza) y el contenido del significado (la Justicia). Cuando el significado es aceptable, por decirlo de alguna manera, esto es, cumple con su propio fin, el significante no produce miedo algunpo, sino confianza y esperanza, pero cuando el significado se degrada y, en nuestro caso, más que de la Justicia lo que verdaderamente proclama es lo contrario, la injusticia, el signo se ha adulterado y se produce un efecto similar al de la degradación del lenguaje, en el que palabras, con un originario noble sentido, se han trasnsformado, con el paso del tiempo, en términos de sentido, no solo contrario o desviado al que tenían incialmente, sino hasta de lo más abyecto o cruel. En este caso, el significante, causa rechazo, desagrado, repulsa y, como tú dices, puede causar hasta miedo. Ten cuidado, por tanto, querida Toñi, en no recibir jamás un papelote, a veces contradictorio o ininteligible, cuando no con tachones o faltas de ortografía, signado con una Balanza. Y, mucho más aún, no lo generes nunca, si no quieres que caiga sobre ti, no solo aquello de la "maldición gitana", sino la "Caja de Pandora" íntegra, con todos los males del mundo. Un beso. Luis.-