martes, 15 de abril de 2008

EL ERROR DE LA SEGUNDA REPÚBLICA


Con las tareas a las que ayer hube de dedicarme, consistentes en modificar la Portada de este Blog, no sólo para no asustar a nadie, sino par infundir ilusión y esperanza, y aunque reparé en el significado de la fecha, no tuve ocasión de recordar aquí que ayer era 14 de Abril. Afortunadamente del año 2008 -aunque quién sabe lo que nos depara el futuro más inmediato- y no de 1931. En esta trágica fecha, se instauró en España la Segunda República, causa directa de infinidad de calamidades y desgracias de toda índole. Pero, si todos los santos tienen octava, según proclama el refrán, imagino que también pueden tenerlo los diáblos. Porque eso fue en lo que se convirtió aquel accidentado y caótico experimento, segundo fracaso por cierto de tal tipo de sistema político en España. Debo decir, que yo no creo ser nada monárquico, sino más bien abiertamente republicano, tras un análisis que entiendo sereno y razonable. Un republicano "abstracto", eso sí, no partidario de ninguna República en particular sino del sistema republicano en general. A pesar de ello, también tengo que admitir que la tradición histórica española, y no por unas décadas, ni por medio siglo, sino por siglos enteros, es decir por siempre y desde siempre, ha sido y es la Monarquía. A pesar de lo frívolos y estúpidos de un no escaso número de Monarcas, antes y después del absolutismo. En este preciso sentido, y pese a la simpatía personal que dicen le adornaba, no tengo precisamente yo una buena impresión de Don Alfonso XIII, el Rey que se autoexiló, abandonando el país a su suerte, después de haber propiciado no pocos errores, sin perjuicio de inmiscuirse oficiosa pero ilegalmente en tareas ajenas a su competencia, dentro de lo que ha de ser una Monarquía parlamentaria y liberal. Y, al final, sin una verdadera causa que lo justificase, ni aun tampoco ante una situación de verdadero alto riesgo personal - y aunque así hubiera sido- optó por "salir por la puerta de servicio", con el pretexto de no querer cooperar a verter sangre española, y pese al apoyo recibido de alguno de los Ministros del Gobierno, concretamente Bugallal y La Cierva, partidarios de hacer uso del Ejército para mantener la legalidad vigente en aquel momento. Legalidad vigente, y hasta podría decirse que no tan abultado fracaso de los partidos monárquicos en aquellas Elecciones de 12 de Abril de 1931, que, en primer lugar, eran tan sólo municipales, no legislativas y, en segundo término, arrojaron un resultado de 22.152 Concejales monárquicos, frente a 5.875 antimonárquicos, aunque, eso sí, dejaron 52.000 puestos sin determinar. Cierto que "los amigos de la libertad y la democracia", los que tanto lo proclaman, pese a practicar todo lo contrario, ya habían enseñado los dientes, tanto al orden legalmente constituido como, según su tradicional estilo y costumbres, al orden público, frente a una situación económica que, es verdad, sufría las consecuencias mundiales de la gran depresión de 1929, de la que el mundo no se recuperó hasta el final de la Segunda Guerra mundial. Hay que admitir también que, en Madrid, el número de Concejales antimonárquicos triplicó al de los monárquicos, cuadruplicándolo en Barcelona, y que 41 Capitales de Provincia se decantaron asimismo en el mismo sentido mayoritario. Pero, aún así, todo ello dudosamente podría justificar las palabras del Rey, en aquel manifiesto que tan sólo publicó el diario ABC: "Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que este desvío no será definitivo, porque procuré siempre servir a España, puesto el único afán en el interés público hasta en las más críticas coyunturas. Un Rey puede equivocarse, y sin duda erré yo alguna vez; pero sé bien que nuestra patria se mostró en todo tiempo generosa ante las culpas sin malicia. Soy el rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fraticida guerra civil..." Omito casi otro tanto de aquel mensaje, pero esto último era el gran motivo de la actitud del Rey, evitar la guerra civil. Inútil deseo. Además, no renunció a ninguno de sus derechos, "más que míos, depósito acumulado por la HIstoria...", abandonando España sin abdicar (no lo haría hasta Enero de 1941, en Roma, en la persona de su tercer hijo, Don Juan), la misma noche del 14 de Abril. Ya ese mismo día, pero a las 6,30 de la mañana, se había izado en Eibar (Guippuzcoa) la primera bandera tricolor. Lo que sucedió después, no fue nada halagüeño, sino altamente doloroso y triste. Aquella República, que, en cinco años de duración, tuvo dos Jefes de Estado y hasta 19 Jefes de Gobierno, fue incapaz de asegurar los dos extremos esenciales comunes a todo Estado de Derecho, la creación del ordenamiento jurídico y el mantenimiento del orden público, permitiendo, en pasiva cooperación con aquellos populachos agresivos y sanguinarios, crímenes sin cuento, la división de España, la persecución implacable de la Iglesia Católica, con sus miles de mártires, y un sin fin de atrocidades más. Y convendría recordarles a estos paladines de la libertad, que ahora hacen el agosto en la TV pública, escupiendo mentiras y recreándose en su atrabiliario odio secular, que, durante el llamado Bienio radical, lo de menos fue la proclamación por Companys del "Estado Catalán, dentro de la República Federal Española", el 6 de Octubre de 1934, sino que, al siguiente día, el PSOE encabezó un golpe de Estado, constituyendo para ello el "Ejército Rojo", con 30.000 hombres, que se lanzó al asalto de Madrid. En fin, lo que pasó después ya lo hemos oído dolorosamente muchas veces. No hace falta repetirlo una más. Pero sí hay que decir, muy claro y muy alto, que si aquella maldita guerra civil la hubiesen ganado los que la perdieron, España habría salido del yugo y la dictadura de aquella cosa tan maraviloosa como fue "el Frente Popular", unos años antes o después que Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Yugoslavia, Albania y... la propia y sufrida nación rusa. Que la Historia olvide para siempre aquel grave errror y, sobre todo, que Dios perdone a aquellos asesinos. Luis Madrigal.-


Arriba, la bandera republicana ondea en Eibar (Guipuzcoa), a las 6,30 horas de la mañana del dia 14 de Abril de 1931