lunes, 17 de noviembre de 2008

GEOGRAFÍA Y PRESENCIA


Las dos coordenadas de Einstein, son, como bien se sabe, el tiempo y el espacio. Ellas dieron lugar a la teoría de la relatividad, o mejor dicho, de las dos relatividades, y a la unidad "espacio-tiempo". Todo ello, ciertamente, es un misterio, por encima de su formulación matemática y física, que eso algunos sí que lo comprenden. Es un misterio en lo que, pese a la Matemática y la Física, es incomprensible. Conocí a un Ingeniero Aeronaútico que, no podía explicarse cómo podían elevarse los aviones. Sólo sabía que, efectivamente, se levantaban de la tierra para emprender vuelos largos, a veces trasoceánicos, o a través de las rutas polares, para conectar lugares antípodas o sumamente distantes entre sí. Pienso yo ahora que, sin necesidad de ello, de la aviación ultrasónica, eso mismo puede hacerlo ya el ser humano ahora -siempre ha podido- por mediación del pensamiento y, cuando el cerebro humano sea explorado y "puesto en explotación" hasta sus últimos límites, podrá hacerlo el propio pensante. Podrá hacerlo por sí solo, y por si mismo, no merced al posible incremento de la velocidad de crucero de los aviones u otras portentosas máquinas, porque, si así tuviera que ser, sencillamente no podría ser. Se desintegraría la materia de la que está fabricado nuestro cuerpo. Habrá de ser por bi-locación. Esto es, porque gracias a eso, al simple pensamiento humano, convertido en ultrapotencia espiritual, podremos estar, no ya sólo en segundos, en Madrid o en Nueva York, sino simultáneamente, esto es, al mismo tiempo, en uno y otro lugares. Cuando eso, suceda, si yo ando por aquí, elegiré el poder estar aquí -es decir, allí- en León (España), y al mismo tiempo en Córdoba (Argentina), y viceversa, si es que no decido quedarme en aquel hermoso país para siempre, pese a lo que quiero al mío propio. Pero, de momento, parece que eso no es posible y he de doblegarme a la esclavitud del tiempo presente, tan poco desarrollado, más o menos, como cuando nuestros antepasados se decidieron a bajar de los árboles. Pero de lo que sí ya gozo es de otra maravillosa posibilidad. Tan sólo filosófica, si se quiere, pero al mismo tiempo también estrictamente humana y sentimental. La geografía, ciertamente, no es la presencia. Me lo ha ensañado muy recientemente alguien. No es igual que yo pudiese estar ahora mismo, física, corporalmente, en Córdoba (Argentina), a que pueda hacerme presente allí. Ciertamente, no es lo mismo. Pero, para esto último, tan sólo necesito que alguien me acoja en su pensamiento y, eso sí, también me lo haga saber, lo cual hoy en día sí que es muy fácil, merced a este medio impagable de Internet. Con ello, puede bastarme para vivir tan intensamente como en espíritu puede hacerse. Y el espíritu tiene también, no sólo sus emociones, sino auténticas percepciones sensibles, no de un modo semejante al de las sensuales, pero si quizá de un modo más definitivamente humano, creador de la historia personal y artífice de la gloria de cada ser. También del verdadero amor. Y, en consecuencia, no puede ser más afortunado quien se halle en uno u otro lugar con su propio cuerpo -caduco y mortal- que quien pueda hacerse presente en la más absoluta y corporal ausencia. Por ello, hoy no cambiaría yo la geografía por la presencia, porque me emociona pensar que alguien me quiere de verdad al otro lado del inmenso Mar. Mucho más intensamente y, por tanto, mucho más verdaderamente. Por ello, entono con la misma emoción el canto de júbilo por excelencia, el que inspiró a Haendel, quizá, la misma percepción del espíritu. Luis Madrigal.-

Oínganlo, oídlo todos. Es sumamente hermoso.