miércoles, 13 de enero de 2010

LA ÉTICA DE LOS PEORES


Cada vez más, aunque naturalmente del modo también más superficial, o cínico -en esta corrompida y enferma sociedad de nuestro tiempo- se habla con insistencia, por paradójica contraposición, de lo ético. "¡Qué falta de ética!", exclaman indignados muchos de los que carecen por completo de ella. O, dicen otros, "mirando las cosas desde un punto de vista ético..." ¡Pero, usted, qué puede considerar éticamente nada, si ni siquiera sabe qué es eso! Esto cabría decírselo, antes que a ningún otro tipo humano, muy en general, a los políticos actuales, esos harapientos intelectuales que lanzan sus estúpidas palabras, sin el menor sentido ni orden, a los cuatro vientos, rodeados de otros seres por el estilo -los "periodistas"- que actúan como ventilador. Menos hablar de ética y menos incurrir, groseramente además, en infinidad de actos éticamente reprobables.

El término Ética, en griego "etós", no significa otra cosa sino "costumbre", o uso; esto es, hace referencia a los usos y costumbres, propios de un grupo, que constituyen la norma de conducta generalmente aceptada y aceptable dentro de él. Son, pues, una norma de conducta. Fué Cicerón quién tradujo del término griego "etos", el latino "moralis" (de "mos-oris", costumbre), que es el que se universalizó, incorporándose a todos los idiomas cultos modernos. La costumbre, no es sino una exteriorización del grupo que se impone como norma al individuo. Primero, como norma estrictamente "moral", y por tanto sin sanción o castigo algunos, tan sólo el de la reprobación del grupo. Más tarde cuando surge el "ius", el Derecho -con mayúscula- separándose del "etos", surgirá la norma jurídica, que implica la correspondiene sanción al que la infringe. Pero, el término "etós", significa también "morada", por lo que, en principio, se identifica con el domicilio habitual de las personas, para distinguirlo, en las sociedades primitivas, de las cuadras de los animales o guaridas de las fieras, de lo que, con el tiempo, pasó a significar, en sentido figurado, el carácter o manera de ser y, en suma, las disposiciones del alma que determian el carácter de la persona individual, y especialmente, el dominio de la voluntad sobre las tendencias inferiores, que se concreta en los actos. El acto humano, pues, es el centro de atención de la Ética. Pero ésta, tan sólo considera actos humanos los ejecutados con deliberación de la razón y consiguiente ejercicio de la voluntad. Esto es, sólamente son actos humanos, los actos inteligentes y libres. Los demás actos, no son propiamente humanos, aunque se denominen actus hominis, o "actos de hombre", sino más bien de categorías o especies sub-humanas, antropomórficas, sí, pero colindantes con el animal, o vecinos de la planta. Y de estas últimas sub-especies humanas, o más bien sub-productos culturales, está mayoritariamnete integrada esta sociedad "de progreso", la del consumo y la violencia; la de las modas artificiales e insubstanciales; la del aborto y la eutanasia; la del culto a esos personajillos que son los futbolistas, toreros, cantantes y otras insubstanciales gentes, cuando no esos monstruos artificialmenete creados para hacer de ellos mofa y escarnio y, de paso, amasar el más sucio dinero, por parte de las cochinas emisoras de TV; la de esos pequeños salvajes, fruto de la herencia de sus padres, que destruyen cuanto encuentran a su paso e infectan todos los ámbitos de la sociedad. Que gentes provenientes de estos ámbitos o similares, hablen de "ética" es una perversa deformación y una cruel paradoja, no exenta de sarcasmo. Porque esos meros "actus hominis", se han transformado en hábitos y han sido objeto de aceptación colectiva, dentro de la exaltación más denigrante de los sentidos y de la abdicación del espíritu. Este clima, no ha surgido, desde luego por casualidad, sino que ha sido más o menos "astutamente" cultivado y preparado -dentro del acusado estreñimiento cerebral de sus instigadores- en un intento de borrar del mapa toda excelencia y, con ello, el dominio de los mejores (de los "aristoi") para instaurar la dictadura de los peores, de quienes jamás han creído, ni tenido ética alguna sino la de sus repugnantes eruptos, intelectuales y corporales. Los inútiles, los mediocres y más vulgares "oficinistas", los analfabetos nombrados ministro, los vagos, los pancistas, los vendidos a su propio estómago, que son quienes en este tipo de sociedad, y en los diversos climas ateos o agnósticos de nuestros días, han propalado y extendido la tendencia a divinizar al hombre, no sólo individual, sino colectivamente. Es, en cierto modo, aunque sin descartar la brutalidad y bajo coeficiente mental de sus impulsores, la vieja filosofía del Superhombre, de Nietzsche. ¿De qué Ética pueden hablar, pues, estos sujetos?. Porque esa divinización del hombre colectivo, acogido y protagonizado por el Estado, que se ha "tragado", se está tragando, en España, a la Sociedad entera, siendo ésta un término y esfera mucho más amplios, engulléndola como una serpiente boa puede ingerir a un cordero, es la que ha establecido la nueva "Ética," en la que justamente se predican los valores, las "costumbres" más o menos radicalmente contrarias a las que aquella Ética inicialmente propugnaba. ¡Qué Dios nos ampare... Él es nuestra única esperanza!. Luis Madrigal.-