DESTRUIR ESPAÑA
Creyó ayer la nube que
podría
cubrir el cielo entero
con su manto
hecho de turbio cieno.
Los ladridos de aquellos
perros,
que de lejos reclamaban
con odio
la carnaza de su propia
sangre,
se oían cada vez con más
fuerza
en la estepa calcinada,
en el desierto baldío y
mudo.
Querían conquistar el
cielo
tan sólo aullando,
para germinar sobre la
tierra
la semilla de la nada, la
miseria y el caos caribeño,
destruyendo a su paso
toda brizna de ser.
Mancillando la flor, rompiendo el arado.
Mancillando la flor, rompiendo el arado.
Ahogando la música.
Sepultando la poesía y la
idea
en el yermo paraje del
vacío.
La indignada masa,
mil veces burlada y
despojada,
rechinando los dientes,
harta ya de sufrir,
clamó venganza sobre sí
misma
y mil voces anunciaron el
triunfo
de la nada y la miseria
por siempre.
Otros ecos, presagiaban
el suicidio colectivo.
Yo, también.
Yo, también.
Luis
Madrigal