lunes, 29 de septiembre de 2014

EN TIERRA CALCINADA



ESPERANDO LA LLUVIA

Una flor muy dorada al sol decía:
Aparta de mi tallo hoy tu fuego,
que ya no quiero más, que ya no puedo
de tu furor sentir más el azote.
Di a la lluvia que venga presurosa
a refrescar el campo en el que muero
calcinada de sed, del polvo seco
en que han venido a ser, tantos arroyos
como corrieron suave en Primavera,
en tan corta distancia… Di a la noche
que tienda sobre mí su tibio manto
y pueda suspirar de la frescura
de estrellas que de azul visten su seno.
Di a la tierra reseca, el verde heno
vuelva a habitar sobre su fe dormida.
Dile al hombre, que arrastra mil cadenas,
que Dios no cambia nunca y que le espera.

Luis Madrigal